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General: silencio interior
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Respuesta  Mensaje 1 de 13 en el tema 
De: marieclipse  (Mensaje original) Enviado: 25/01/2010 22:29

El Silencio Interior

El silencio significa:
La capacidad de pensar sin cabeza,
La capacidad de volar sin alas,
La capacidad de caminar sin pies,
La capacidad de observar sin perturbar,
La capacidad de escuchar sin interrumpir,
La capacidad de palpar sin crear incomodidad.
La capacidad de disfrutar la flor sin robarle su aroma y sobre todo la capacidad de entrar en ti y ver tu realidad.

La verdad solo se puede conocer en absoluto silencio.

No solo el silencio de afuera es necesario, pero también el silencio interior.

Si al cerrar tus ojos tu mente está en silencio la puerta está abierta para conocer la realidad que te anima a vivir. Esa única realidad que llena tu alma de luz y claridad.

Sin el silencio tu alma no tiene claridad, no tiene luz.

El silencio es la atmósfera que el amor necesita para que tu alma brille.

El silencio en un lado y el amor en el otro le dan alas a tu corazón.

Esa belleza y esa armonía han sido perdidas debido a la ira, al orgullo etc.. esto es lo que significa la falta de silencio.

Todas las preguntas están listas para ser respondidas, sin importar que profundas sean. Simplemente entra en la paz del silencio, calma ese mar de deseos, ese mar de ilusiones, deja que la calma te invada, deja que el silencio te posea, en ese momento lo viejo desaparece y lo nuevo nace en ti.

Recuerda el silencio es el vientre de donde nacen los sabios. Si deseas adquirir sabiduría, vuelve a nacer en medio del silencio. Solo así encontrarás tu razón de ser, la razón por la cual haz nacido.

Siéntate cómodamente, observa a tu alrededor, no juzgues, detente en tu afán, observa de nuevo, comprende que tu vida es un tesoro, deja tus preocupaciones a un lado. no hay necesidad de llevar un equipaje pasado, ya tu corazón tiene lo que necesitas en este viaje maravilloso que es tu vida.

Deja el temor y permite que el silencio te posea, solo en esa inmensidad podrás escuchar la voz de Dios dentro de ti llamándote a vivir plenamente, llamando para darte a conocer todos los misterios del universo y no solamente esto, también esa voz quiere darte a conocer el secreto de la vida eterna, pero cuidado, no creas en promesas, has que esta se convierta en tu única realidad. Solo en profundo silencio podrás comprender lo que significa todo esto y sobre todo el estar vivo.


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Respuesta  Mensaje 2 de 13 en el tema 
De: marieclipse Enviado: 25/01/2010 22:41

Silencio

Aprende a crear silencio en tu mente y la paz florecerá en tu alma.

Verás la vida con otros ojos.

 

Para estar silencioso internamente, no pienses demasiado.

Confía en ti mismo. Confía en los demás. Confía en la vida.

Encontrarás que es más fácil de lo que parece.

 

Muchas veces, con la buena intención de resolver un problema, te conviertes en parte del problema.

A fin de aceptar el problema, es más práctico primero permanecer silencioso y sereno.

No es necesario comprender las causas sino encontrar soluciones.

Observa y reflexiona en silencio y después toma una decisión.

 

En el océano del silencio puedes descubrir tus tesoros eternos de paz, amor y felicidad.

En el silencio, puedes dejar que los malos sentimientos y experiencias dolorosas del pasado se disuelvan.

 

En el silencio puedes escuchar el susurro de Dios diciendo:

"Ven, ven hijo y descansa conmigo. Eres un alma pacífica."

 

El silencio calma tu corazón. Es un bálsamo que sana las heridas del alma.

Hace el espíritu fuerte y te lleva a un mundo más allá del sonido, donde gobierna la paz.

 

Brahma Kumaris


Respuesta  Mensaje 3 de 13 en el tema 
De: marieclipse Enviado: 25/01/2010 22:49

NECESIDAD DEL SILENCIO

 

Presentar el silencio no es fácil. Hablar es un sin sentido porque el silencio es una práctica. Hay que ir por este camino de las no palabras sin adelantos, sin previsiones. Se puede decir, incluso, con ingenuidad, con pereza.

Lo primero que hay que tener es una clara aceptación de la realidad del momento. Aceptar todo es lo importante para que aparezca la posibilidad del encuentro. Esto dará pie a que fluya lo que tiene que fluir.

 

El silencio es una gran rebelión contra nuestro propio desorden. Es una rebelión contra el mundo interior. Se habla de rebeldía porque sospechamos que puede ser posible. Es una esperanza. Buscamos nuestra propia transformación atendiendo a nuestra propia profundidad íntima porque si Dios está dentro el reencontrarlo es nuestra tarea, nuestro derecho, nuestro deber.

 

En mi propia aventura puedo advertir cómo las cosas del exterior me hipnotizan. Es posible que descubra cómo me dejo absorber por la superficie dejando la fuente interior desatendida.

 

En el silencio se pueden romper los muros que nos separan de la vida. El silencio no es prisión. Es respirar libremente. Tengo que contactar con mi verdad interior porque todavía no sé lo que soy. En el silencio se puede disfrutar de uno mismo y gustarse.

 

Pero puede ser costoso estar en rebeldía porque lo cotidiano es el constante movimiento y estar inmóvil nos resulta insoportable. Estamos llenos de gestos, de ruidos... Sólo el sospechar que se puede uno detener, sobresalta. Parar la actividad física y mental suele traer y crear un vacío insostenible. Cuando el silencio se hace presente se tiene la tentación de llenarlo cogiendo un libro, escuchando música... Todo con tal de no abrazar al silencio. Pero el silencio sólo es eso. Y es tan simple que aparece para vivirlo.

 

Por lo tanto, no es cuestión de leer ni de buscar soporte alguno que nos ayude a encontrarlo. Hay que enmudecer no solamente con la palabra. El reposo es absoluto. Una inmovilidad hasta celular. Nuestro cuerpo también tiene que permanecer quieto; así es como puede ocurrir lo impensable.


Respuesta  Mensaje 4 de 13 en el tema 
De: marieclipse Enviado: 25/01/2010 22:58

EL SILENCIO INTERIOR

Cuanto más en silencio se trabaja en la propia transformación, más efectivo es el resultado.

Son muy escasos los grupos de trabajo interior en que el progreso espiritual sea superior a la satisfacción vanidosa del ego.

La transformación del Espíritu es íntima, callada, sin exteriorización ni alardes exteriores de ostentación . La vanidad ronda sutilmente en reuniones supuestamente espirituales.

La transformación personal es un trabajo intimo de uno mismo.

Cuando te retires al silencio de tu templo interior, oirás una voz sin palabras ni conceptos, que te iluminará.

Recógete en tu templo silencioso, donde nadie es rechazado, porque es el lugar más propio e íntimo de cada uno. Allí estás tú y, en silencio, se hará el milagro de tu iluminación y transformación. 


Respuesta  Mensaje 5 de 13 en el tema 
De: marieclipse Enviado: 25/01/2010 23:09
 

CUERPO Y MENTE

CONVERSANDO FRANCA-MENTE
Cuerpo y mente

El silencio interior

imagen: | MIÉRCOLES 14 DE OCTUBRE DE 2009

www.shutterstock.com

Nuestro mundo es muchas veces ruidoso, rápido, fragmentado y confuso. No me refiero sólo al ruido externo como las sirenas, cornetas, música alta o conversaciones en cualquier lugar mientras esperas tu turno para ser atendido. Hablo del parloteo constante en tu cabeza que no cesa de decir todo el día como debes sentir y reaccionar.
En contraposición, el silencio es una condición necesaria, no sólo cuando estamos ansiosos, porque el ruido perturba y agita aún más, es imperioso equilibrar nuestra vida atareada y agitada cultivando el silencio personal.

El silencio podría darnos la pista sobre la cantidad de basura que existe en nuestra mente, por eso, detener ese parloteo interno nos permite ahorrar energía, cultivar la creatividad, la intuición y la sabiduría necesaria para escucharnos a nosotros y a los otros, así como también amar y conectarnos con lo hermoso de la vida.

El silencio interno es como el ojo de un huracán: un punto quieto y lleno de calma en el centro del caos y la buena noticia es que tú puedes desarrollar el silencio interior esforzándote por dominar tu mente reactiva. Se trata de controlarse a sí mismo, y saber cuándo hablar. Por eso muchos autores dicen que el silencio es señal de sabiduría.

Cuenta una vieja historia de la India, que dos amigos fueron en su día descanso a visitar un huerto. Uno, que tenía más conocimientos del mundo, empezó a contar los mangos que había y la cantidad de frutos que tenía cada árbol. Quería calcular el valor del huerto. Mientras tanto, su compañero entabló una conversación con el dueño del huerto y se cayeron bien. Después, fue invitado por éste, quien en silencio, se acercó al árbol y empezó a tomar los frutos y comieron juntos.

¿Cuál de los dos amigos es más sabio?... ¿De qué sirve contar árboles y hacer cálculos? El intelecto se mantiene ocupado con el porqué y el cómo de la vida, mientras que la sabiduría humilde disfruta de sus frutos.

En este sentido, te sugeriré algunas opciones para que incorpores el silencio en tu vida, tomadas de los psicoterapeutas Piero Ferrucci y Vivien Reid:

- Establecer un día de paz, es decir, se debe intentar hablar lo menos posible, tal vez descubras lo inútil que son muchas conversaciones y lo refrescante que es no tener que hablar para que escuches tú voz interior.

- Visualiza la tranquilidad: se refiere a hacer un esfuerzo consciente por imaginar que te encuentras en la playa, montaña o en una biblioteca y sólo escucha tu respiración.

- Come sin ruido: intenta hacer alguna comida solo o acompañado, pero en silencio, mejorará tu digestión ya lo verás.

- Pasa un día contigo: la soledad te enseñará a disfrutar tu propia compañía para que puedas apreciar la compañía de otro, tal vez observes tus prioridades en forma diferente.

- Reza, repite un mantra, medita… Mira los árboles a tú alrededor, concéntrate en los colores de sus hojas, sus movimientos, sonidos y olor.

- Abraza a tu familia sin decir nada, siéntelos, acarícialos y agradece a la vida por todo lo grande y hermoso que te rodea.

- Dedica quince minutos al día al recogimiento te ayudará a optimizar tu tiempo porque estarás en estado de serenidad y las ideas fluirán.

- Por último vive con gratitud

Te deseo mucha paz en tu vida.


Respuesta  Mensaje 6 de 13 en el tema 
De: marieclipse Enviado: 25/01/2010 23:34

LA SABIDURÍA

DEL SILENCIO INTERNO

 

 

El parloteo constante de nuestra mente y de nuestra boca agotan el Chi y nos debilitan considerablemente.

La mente evita el silencio porque el silencio no tiene limites no tiene forma y no se puede definir. La mente ama los sonidos y los ruidos porque se parecen a los pensamientos, se les puede dar una forma, una definición analizarlos y conceptualizarlos.

 

Los sabios taoístas nos han legado una serie de consejos útiles y prácticos que descubrieron a través de cultivar el silencio interno.

 

Habla simplemente cuando sea necesario.

 

Piensa lo que vas a decir antes de abrir la boca.

 

Se breve y preciso ya que cada vez que dejas salir la palabra por la boca deja salir al mismo tiempo parte de tu vitalidad.

 

Desarrolla el arte de hablar sin perder la energía.

 

Nunca hagas promesas que no puedas cumplir.

 

No te quejes y no utilices en tu vocabulario palabras que proyecten imágenes negativas porque esto producirá alrededor de ti todo lo que has fabricado con tus palabras cargadas de Chi.

 

Si no tienes nada verdadero , nuevo y útil que decir es mejor quedarse callado y no decir nada.

 

Aprende a ser como un espejo, escucha y refleja la energía. El Universo mismo es el mejor ejemplo de espejo que la naturaleza nos ha transmitido porque el Universo acepta sin condiciones nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras palabras, nuestras acciones y nos envía el reflejo de nuestra propia energía bajo las formas de las diferentes circunstancias que se presentan en nuestra vida.

 

Si te identificas con el fracaso tendrás fracasos.

 

Si te identificas con el éxito, tendrás éxito.

 

Así podemos observar que las circunstancias que vivimos son simplemente manifestaciones externas del contenido de nuestra agitación interior.

 

Aprende a ser como el Universo escuchando y reflejando la energía sin emociones densas y sin prejuicios.

 

No te des mucha importancia. Se humilde porque cuanto más te muestras superior , inteligente y prepotente , más te vuelves prisionero de tu propia imagen y vives en un mundo de tensión y de ilusiones. Sé discreto preserva tu vida íntima , de ésta manera te liberas de la opinión de los otros y llevarás una vida tranquila volviéndote invisible , misterioso, indefinible e insondable como el Tao.

 

No compitas con los demás, vuélvete como la Tierra que nos nutre que nos da lo que necesitamos.

Ayuda a los otros a percibir sus cualidades, sus virtudes y a brillar.

 

El espíritu competitivo hace que crezca el ego, nos separa y crea conflictos inevitablemente. Ten confianza en ti mismo, preserva tu paz interna evitando entrar en la provocación y en las trampas de los otros.

 

Toma un momento de silencio interno para considerar todo lo que se presenta y toma tus decisiones después, así desarrollarás la confianza en ti mismo y en la sabiduría.

 

Evita el hecho de juzgar y de criticar a la gente. El Tao es imparcial y sin juicios, no critica, tiene una compasión infinita y no conoce la dualidad. Cada vez que juzgas a alguien lo único que haces es separarte, expresar tu opinión personal. Es una pérdida de energia, puro ruido.

 

Deja que cada cual resuelva sus propios problemas y concentra tu energía en tu propia vida. Ocúpate de ti mismo. No te defiendas. Cuando tratas de defenderte estas dando demasiada importancia a las palabras de los otros y das más fuerza a sus opiniones. Si aceptas el no defenderte estás mostrando que la opiniones de los demás no te afectan, que “escuchas”. Que son simplemente opiniones y que no tienes que convencer a los otros para ser feliz.

 

Tu silencio interno te vuelve sereno.

 

Haz regularmente un ayuno de la palabra para volver  a educar al ego.

 

Practica el arte de no hablar

.

Progresivamente desarrollarás el arte de hablar sin hablar y tu verdadera naturaleza interna reemplazará tu personalidad artificial dejando brotar la luz de tu corazón y el poder de la sabiduría el silencio”.

 

Gracias a esta fuerza atraerás hacia ti todo lo que necesitas para realizarte y liberarte.

 

Así pues, quédate en silencio.

Cultiva tu propio poder interno.

Respeta la vida de los demás y de todo lo que existe en el mundo.

No trates de forzar, manipular y controlar a los otros.

Conviértete en tu propio maestro y deja a los demás ser lo que son o lo que tienen capacidad de ser.

 

Instálate en el silencio y la armonía y sigue la vida sagrada del Tao.

Respuesta  Mensaje 7 de 13 en el tema 
De: marieclipse Enviado: 27/01/2010 20:17

El poder del silencio 14/01/2007

Parece contradictorio hablar, o escribir, sobre el silencio, porque lo cierto es que el silencio es algo que hay que experimentar. En la experiencia del silencio descubrimos verdades espirituales profundas y avanzamos para conocer nuestro ser espiritual. El silencio crece en nosotros, nos ayuda a progresar y a desarrollarnos de una forma muy sutil, es como una semilla: la flor está oculta en la semilla, la semilla está oculta en la tierra. La luz del sol da en la tierra, que calienta la semilla y la flor empieza a crecer. Como una semilla, nosotros estamos también cargados de un gran potencial. No son realmente el conocimiento o el debate los que de verdad desarrollarán ese potencial. Pueden servir de ayuda, claro, pero es la luz del silencio la que penetra a gran profundidad y despierta el potencial interior, la que le infunde fuerzas para manifestarse en una flor. El silencio es también un espacio que oxigena la mente, permitiendo la creación de algo nuevo, llenando la vida con poder y fuerza.

Hoy en día la religión de todo el mundo es la de estar muy ocupado. Cada uno corre de un lado para otro, haciendo algo, demostrando algo, enseñando algo. En esta prisa por ser alguien tendemos a olvidar el gran poder y el milagro que se encuentran en la quietud.

Un aspecto de la meditación es que nos enseña a enfrentarnos a la vida desde el interior.

Esto nos lleva hasta ese punto de calma en el que encontramos la fuerza para cambiar y sanar al ser interior. En ese silencio podemos encontrar nuevas perspectivas y percepciones. En un estado profundo de introspección, podemos observar claramente nuestros pensamientos, ver nuestras verdaderas motivaciones; cuando comprendemos que nuestras intenciones quizá no son del todo correctas, entonces estamos en una posición de decirnos a nosotros mismos: "¡Espérate un poco más!"

Cuando empleamos el silencio para analizar nuestros pensamientos en este nivel, empezamos a notar que algunas de las cosas en las que pensamos, realmente no merecía la pena haberlas pensado. En este punto, nos volvemos ahorrativos espiritualmente, lo cual de hecho nos lleva a ser muy generosos. Mucha energía valiosa se pierde, tanto mental como emocionalmente, en un pensar derrochador y negativo. El noventa y cinco por ciento de nuestro tiempo se desaprovecha pensando en los demás; seguimos sin parar con una sarta de expectativas, las cuales llegan a ser como un martillo de exigencias en las cabezas de otras personas.

Tomad una combinación de expectativas y exigencias, y ¿a qué es igual? ¡A un conflicto!

Cuando aprendemos a ser silenciosos y a reflexionar en nuestro ser interno, empezamos a sentirnos satisfechos con lo que encontramos dentro y hay un sentimiento profundo de contento.

Practicando la introversión y el silencio, nos vamos volviendo más considerados en nuestros puntos de vista y aceptamos a los demás por lo que son. Cuanto más podemos aceptar, más

Página 1 de 3 El poder del silencio. Brahma Kumaris.

deprisa encontramos la armonía en nuestras relaciones. Empezamos a ahorrar energía, moderando nuestros pensamientos y palabras. Eso viene acompañado de más paciencia, tolerancia, flexibilidad, naturalidad y ligereza. El silencio nos enseña el arte de vivir. El silencio puede ser mal empleado para aislarse a uno mismo, pero el silencio verdadero y positivo nos da un equilibrio entre nuestro mundo interior y nuestro mundo exterior. Habiendo explorado nuestro ser interior, recogemos nuestra energía positiva, nos hacemos conscientes de nuestras cualidades, y después, con toda naturalidad, éstas se expresan externamente. Dirigimos nuestra concentración hacia el ser interno y después hacia el mundo exterior. Después volvemos de nuevo al interior. Es un movimiento circular. Cuando entramos en el silencio, recargamos nuestras energías internas, nos hacemos uno con el ser, sanamos nuestro ser, lo relajamos y lo liberamos de negatividad. Hay muchos beneficios en el simple hecho de entrar a encontrarnos con nuestro verdadero ser. Cuando emergemos esta riqueza y recursos, ¿qué hacemos con ellos? Los compartimos y los repartimos, y al hacerlo recibimos y aprendemos.

El silencioes la luz guía que nos ayuda a encontrar un equilibrio entre la expresión interior y exterior.

Demasiado silencio no es bueno. Necesitamos entrar, descubrir y, después, salir y compartir. Si sólo permanecemos en el interior, podemos llegar a perder nuestro ser. Podemos volvernos descuidados con los demás. Éste no es un silencio saludable. Por otro lado, están los que siempre permanecen en lo exterior. Invierten todo su tiempo en criticar, analizar, discutir, examinar y correr de un lado para otro. No pueden estar tranquilos ni tan sólo un momento.

Uno de los métodos que se usan en la Meditación Raja Yoga es el denominado "Control de Tráfico". Este método consiste en permanecer tranquilo unos momentos, deteniendo el tráfico de nuestros pensamientos. Dando un paso atrás, liberamos de tensión al ser. Miramos el panorama hacia el que vamos y después regresamos a la actividad en la que estábamos involucrados. Sin embargo, entrar en este silencio en realidad nos ayuda a ser más efectivos y firmes. Éste es un método muy útil, especialmente cuando se practica varias veces al día.

La meditación en realidad nos ayuda a descubrir nuestro verdadero ser.

Esto es algo con lo que la mayoría de gente tiene un problema en nuestros días; no saben quiénes son exactamente, o hacia dónde se dirigen o por qué están donde están. Llevan una existencia robótica (comer, dormir, trabajar, beber, etc.). Finalmente, se frustran y se hunden. Desafortunadamente en el mundo actual hay muchos fracasos económicos, sociales y políticos. Surgen de las crisis de las personas, debido a la decreciente importancia de los valores en la vida diaria. Además, la gente tiene los valores traspapelados: querer, necesitar, agarrar y comparar. Todo eso les aleja de la sencillez y de su naturaleza verdadera. ¿Cómo podemos ayudar a los demás a volver a sus raíces? Guiándoles hacia el silencio, hacia la meditación.

La palabra "meditación" viene del latín "meditare", que seguramente proviene de la misma raíz que la palabra "mederi", que significa "curar". El viaje al interior para descubrir el ser interno

Página 2 de 3 El poder del silencio. Brahma Kumaris.

y nuestro verdadero poder es el principio del proceso curativo, en el cual somos capaces de volver a encajar todas las piezas rotas con mucho amor. ¿Me gusto, me respeto y me quiero?

En la meditación, me reconcilio conmigo mismo, me acepto a mí mismo y descubro la singularidad de mi propio ser. También sintonizo con aquellos recursos originales de mi espíritu, los cuales son simplemente amor, paz, alegría y felicidad, por nombrar sólo algunos.


Respuesta  Mensaje 8 de 13 en el tema 
De: marieclipse Enviado: 27/01/2010 20:42

SILENCIO

EL LENGUAJE DEL SILENCIO

"Sentí la gran fuerza que me empujaba

a coger la pluma y a decirte "Gracias".

Gracias porque veo, porque veo el alba

y las cosas bellas que Tú me regalas.

Estaba en silencio, como otras mañanas;

quería oir música que a Tí me llevara

y, entonces, sentí que el silencio cantaba.


Respuesta  Mensaje 9 de 13 en el tema 
De: ESKARLATA Enviado: 29/01/2010 16:28
Joer que poesia tan bonita... como tu bien sabias me ha llegado al alma...
GRACIAS DE CORAZON
 
ESKARLATA

Respuesta  Mensaje 10 de 13 en el tema 
De: ESKARLATA Enviado: 20/02/2010 09:36

DRAGOLANDIA: Búsqueda de la felicidad (4): Confucio o el sentido común


Retrato de Confucio

Creen muchos, sobre todo cuando son jóvenes, que el sentido común es obstáculo, y no acicate, en lo que a la búsqueda de la felicidad se refiere. Ésta, según esas personas, exige, para ser alcanzada, un poco de locura, de desbarajuste, de desenfreno, de ebriedad… De desorden, en definitiva.

Confucio –ese sabio de la antigüedad al que todos los chinos, hoy como ayer, reverencian. Su figura está por encima de cualquier credo religioso o político y lugar de nacimiento o residencia- no opina así. Sin sentido común, viene a decirnos, no cabe, a la larga, y ni siquiera a medio plazo, ser feliz, aunque sí quepa serlo fugazmente. Pero eso, lo último, no es, en realidad, dicha, sino desdicha. Deja un regusto amargo similar al de la resaca tras la borrachera. El hombre feliz vive en la ilusión de serlo siempre, y si sabe, porque así se lo dice la experiencia, que dejará de ser feliz cuando los efectos del vino se desvanezcan y llegue el culatazo, se entristece.

Confucio, en cuya sobria biografía de probo funcionario no voy a detenerme, fue hombre de aforismos, de sentencias, de máximas, de consejos, y por eso son sus obras instrumentos de extraordinaria utilidad para quienes buscan instrucciones concretas, sencillas y eficaces, sin gaitas ni peplas metafísicas o místicas, que los conduzcan a la felicidad.

Ni Confucio ni el confucianismo, de hecho, intentan responder a las grandes preguntas. No se las plantean. No nos explican quiénes somos, ni adónde vamos, ni de dónde venimos, ni cuál es la esencia o el nombre de Dios, ni si existe Éste, ni si es o no inmortal el alma, ni si hay o no Reino de los Cielos, ni cómo se llega a él, caso de que lo haya.

Lo que sí nos dicen Confucio y los confucianos es que el mundo está regido por lo que ellos llaman mandato del cielo y nosotros, los occidentales, llamaríamos derecho natural y orden moral.

El confucianismo sólo es, sin más ínfulas, un código ético concebido para vertebrar la sociedad y dar, en ella, sosegada, placentera y razonable cabida al homo sapiens.

Éste, según Confucio, tiene ante sí dos únicos caminos: el del bien y el del mal.

Así de simple.

Y sólo quien escoja el primero y lo siga, sin desmayo, hasta el último momento de la vida será feliz, pues el segundo conduce fatalmente al desorden de la sociedad y a la destrucción de la personalidad.

Puro sentido común, ya lo dije, y nada nuevo bajo el sol, pero bueno es recordar, escribió Machado, las palabras viejas / que han de volver a sonar.

Kant, veinticuatro siglos después de que Confucio lo anticipase, hablará del imperativo categórico (“obra de tal manera que cada uno de tus actos pueda erigirse en ley universal”) y sostendrá que esa voz de la conciencia o mandato del cielo está grabada a troquel en el cerebro de los seres humanos y a todos ellos, sin distinción, obliga.

Quien no escucha esa voz, quien no acata ese imperativo, nos dice Confucio, ejerce violencia sobre su fuero íntimo, contrae una enfermedad moral y lo paga con la desdicha.

No sólo Kant era, sin saberlo, confuciano. También lo habían sido, por ejemplo, Sócrates y Jesús (poner la otra mejilla, amar y respetar al prójimo como a uno mismo), y también lo sería, más tarde, el anarquista Bakunin: mi libertad termina allí donde empieza la libertad ajena.

Palabras viejas, sí, y antiguos preceptos que el mundo de hoy, en gran parte, ha olvidado y que, si queremos ser felices y sabios, sabios y felices, han de volver a sonar.

Los que se refieren a la familia, verbigracia. Es ésta la clave de la bóveda del orden moral y social que Confucio nos propone, y se apoya, según el filósofo, en cuatro columnas, todas ellas agrietadas hoy en el mundo en que vivimos. A saber: un padre valiente, una madre prudente, unos hijos obedientes y unos hermanos complacientes. ¡Ahí es nada!

También nos dice Confucio -lo menciono y subrayo por incordiar- que los castigos son, en determinadas circunstancias, necesarios y que, literalmente, nadie debe comer su pan sin habérselo ganado.

Lo mismo decía la Biblia, pero la Europa de hoy, que tan judeocristiana fue, lo ha olvidado.

¿Recuperaremos algún día el sentido común?

Presta oído, lector, a las palabras viejas de Confucio…


Respuesta  Mensaje 11 de 13 en el tema 
De: ESKARLATA Enviado: 20/02/2010 09:37

DRAGOLANDIA: Búsqueda de la felicidad (3): Yo, budista


Ilustración de Buda

¡Ah, Buda!

Nadie habla mal de él. Nadie, que yo sepa, lo ha hecho a lo largo de los siglos. Tiene y ha tenido siempre muy buena prensa, mejor que la de Jesús, lo que ya es decir, incluso entre los ateos.

Y, esto último, no sin lógica, porque el budismo es, como el taoísmo, una religión sin dioses -únicos o plurales que éstos sean- y carece, en consecuencia, de idolatrías, dogmas, profetas, santos, milagros e iglesia. No es teísta, no admite lo sobrenatural. Nada, pues, repugna en él a la razón.

Parecerá, sin embargo, paradójico -y difícil de entender y digerir- este concepto de una religión atea o, por lo menos, agnóstica a quienes hayan nacido en el seno de cualquier cultura dominada por el monoteísmo judío, cristiano o musulmán. Reparemos, para vencer esa dificultad, en la circunstancia de que el budismo no nació de una supuesta revelación divina -algo que viene de fuera-, sino de una iluminación interior, fruto de una estado de conciencia –el samadhi, el satori… El éxtasis, en definitiva- que es la desembocadura mística, ganada a pulso, de un laborioso proceso de meditación.

A Moisés le bastó con subir al Sinaí, llegó Yavé en un pispás y… Buda permaneció once años bajo las ramas del bo y sólo así vino a saber que la realidad inmediata, la fenomenológica, la que los sentidos nos transmiten, es pura apariencia -maya (ilusión)- que nos confunde, que oculta la verdadera Realidad, la que se escribe con mayúscula, y que nos arroja, al nacer, al encarnarnos, al samsara, a la engañosa Rueda de la Vida (y de las Vidas), en la que todo es tornadizo, fugitivo y doloroso.

¿Existió Buda? Es dudoso, como dudosa es, asimismo, la existencia de Jesús. Y, en todo caso, si existieron, es seguro que ninguno de los dos vivió como nos lo han contado. Nadie debería confundir a Jesús de Nazaret con Cristo ni a Sakiamuni, Gautama o Sidharta con Buda. Hubo, quizá, una especie de percha histórica, de hombre nacido de varón y de mujer, en ambos casos, pero el Buda y el Cristo -o la budeidad y lo crístico- son manifestaciones arquetípicas venidas del fondo de la conciencia humana y del inconsciente colectivo que revisten carácter simbólico, surgen en el curso de la experiencia mística y se producen al margen de la historia.

Hay, sin embargo, otro budismo, de igual modo que hay otro cristianismo, más llano, más cercano, más cotidiano, más practicable y asequible a las gentes del común, vestido, por así decir, con ropa de andar por casa, y ése es el que el que nos enseña a vivir sin dolor, a morir en paz y a ser felices.

¿Cómo? De una sola manera, por un solo camino: el del desapego, nacido de la convicción de que su contrario -el apego a lo que sea: personas, objetos, costumbres, situación económica, posición social, ideas, ideologías, sentimientos- está sujeto a la inflexible ley del cambio, de la fugacidad, de la apariencia, de la impermanencia de todo lo existente, y es, por ello, porque inevitablemente se pierde y porque se sabe, de antemano, que será así, fuente única de ese espejismo, de esa enfermedad de la conciencia, a la que llamamos sufrimiento.

Éste, en cuanto se interrumpe el suma y sigue encadenado -hoguera falaz, ascua incesante, mariposa de ceniza- del deseo, se desvanece.

Sólo así, según el Buda, se alcanza serenidad y distanciamiento (la ataraxía de los estoicos), autonomía y soberanía espiritual, independencia anímica, se mata el ego, se ahoga el dolor, se limpia el karma, se detiene el monótono girar de los cangilones de la noria del samsara, se rasga el velo de maya, se quiebra la condena de las sucesivas encarnaciones y se alcanza la gloria, suprema dicha y fusión con el Absoluto (o anima mundi) del nirvana.

Éste, por cierto, es el Todo -única inmortalidad posible- y no, como tantos, en Occidente, creen, la Nada.

El budismo, religión -quizá no debiéramos llamarla así. Es filosofía, es sabiduría- razonable y razonada, está, en contra de lo que por lo dicho hasta aquí pudiese parecer, al alcance de cualquiera y es, por ello, la más útil en lo concerniente a la búsqueda de la felicidad entre todas las religiones, o caminos de perfección, que en el mundo existen.

La más útil y la más práctica. Cuando no hay apegos, no hay violencia. Ni envidia. Ni avaricia. Ni ningún otro pecado capital. Menos aún ése al que los judeocristianos llaman original. Ser hombre, según Buda, no es un delito ni debe generar, por ello, sentimiento alguno de culpabilidad. Los niños budistas nacen inocentes, y con inocencia viven y mueren los adultos.

Con inocencia y con pobreza. Ningún budista quiere hacerse rico. Nadie ahorra, nadie invierte, nadie acumula. Poseer algo es tener apegos y quebraderos de cabeza. ¡Quita, quita! ¿Para qué, si la vida es un puente hecho de impermanencia? Nadie en su sano juicio construye nada sobre los puentes. El labrador budista, por ejemplo, sólo siembra y cosecha lo que él y los suyos necesitan, ese año, esa estación, para sobrevivir y llega al extremo de pedir perdón a la madre tierra cada vez que hunde en sus entrañas el rejo de su arado.

No hay nada que no sea para el budismo un sacramento y, a sus ojos, sagrado es, por lo tanto, el ecosistema. Si todos fuésemos (o nos hiciéramos) budistas, el globo terráqueo y quienes lo habitan no correríamos peligro alguno.

Buda nos tiende un filtro de amor generoso, un bálsamo de perdón y una tabla de salvación y liberación. No es extraño que tenga por doquier, incluso entre los ateos, como ya dije, tan buena prensa.


Respuesta  Mensaje 12 de 13 en el tema 
De: ESKARLATA Enviado: 20/02/2010 09:38

DRAGOLANDIA: Búsqueda de la felicicidad (2): Yo, taoísta

Muchas veces lo he dicho, lo digo ahora y seguiré diciéndolo: el Tao Te King, obra de aluvión (aunque brevísima. Sólo hay en ella ochenta y un concisos poemas sapienciales) atribuida al legendario Laotsé y, simultáneamente, hontanar y cauce de una de las dos mayores corrientes filosóficas de la cultura china, es el libro más importante que he leído. El que más me ha marcado. El que una y otra vez consulto, junto al I Ching, que le es consubstancial, en los momentos difíciles o dubitativos de mi vida. El que siempre llevo en mis viajes. El que desde hace muchos años está permanentemente -no es el único- en la cabecera de mi cama. El que ahora veo, al alcance de mi mano, desde la mesa en la que escribo.

Si Dios -o el Tao- me obligase, en el fragor de la batalla del fin del mundo, a rescatar un solo libro de la historia universal, elegiría el que más arriba he mencionado.

Si mi biblioteca ardiese, correría, ante todo, hacia él y lo pondría a salvo.

Si tuviera que pasar el resto de mis días en una isla desierta o en el fondo de una mazmorra y sólo se me permitiese poseer un objeto, escogería la mejor traducción disponible del Tao Te King.

No es fácil hablar de lo que esa obra contiene, ni de lo que sus aforismos proponen, ni de la persona que, según se cree, lo escribió.

Nada, en realidad, sabemos de Laotsé, porque lo poco, poquísimo, que de él se cuenta es metáfora, alegoría o leyenda sin un solo dato cierto en que apoyarse. Lo mismo sucede, por lo demás, en lo concerniente a muchos otros maestros de espiritualidad, grandes profetas y supuestos fundadores de religiones: Buda, Zoroasta, Mitra, Quetzalcoátl, el propio Jesús, cuya existencia real -carnal- ha suscitado continuas y razonables dudas. Verificar lo que en la hagiografía de tan míticos personajes pueda ser históricamente cierto es tarea casi imposible. Sus vidas son construcciones elaboradas a posteriori -a veces mucho tiempo después de que murieran, si es que de verdad vivieron- por sus discípulos, seguidores, evangelistas y hagiógrafos. Lo que en tales dioses de las mil caras -así los llamó el mitólogo Joseph Campbell- importa no es la biografía, sino la enseñanza.

¿Y qué nos enseña el Tao -palabra o concepto que significa camino, virtud y fuerza- y que se define más por lo que no es que por lo que es? Me rasco, perplejo, la cabeza, del mismo modo en que lo hacen, o lo han hecho, cuantos intentan, o han intentado, vanamente, responder a esa pregunta. Encerrar el Tao en una definición equivale a contradecir la esencia de su doctrina: sólo hablan los que no saben, asegura ésta, y los que saben no hablan.

Pensamiento, pues, paradójico, como el de los koan del zen y las aporías del Arquero y la Flecha o Aquiles y la Tortuga, llevado al límite. Las palabras veraces –dice un fragmento del Tao Te King- no son floridas; las palabras floridas no son veraces. Y, haciendo hincapié en lo mismo, añade: el hombre bondadoso no discute, y quien discute no es bondadoso; el sabio no es erudito y el erudito no es sabio.

De modo que… Métase el lector en mis zapatos -los de una persona a la que le gustaría ser bondadoso y sabio- y dígame lo que él, si tuviese que escribir sobre el taoísmo, haría.

Seguro es, en todo caso, que ese mismo lector ha visto ya muchas veces en su vida el diagrama del yin y yang, consistente en una esfera dividida en dos partes simétricas por una línea sinusoidal. Pues bien: nada explica mejor que eso la visión y versión taoísta del mundo y de su realidad fenomenológica. Todo lo existente participa, según Laotsé, de dos principios opuestos, que no son contrarios, sino complementarios, ni sucesivos, sino simultáneos.

El yin -lo femenino- será fértil, húmedo, umbrío, cóncavo, sentimental e intenso, mientras el yang –lo masculino- es árido, seco, soleado, convexo, intelectual y extenso. Lo uno no existe sin lo otro, lo uno hace posible a lo otro, por lo uno se define lo otro.

En el principio no fue, como quiere la Biblia, el Verbo, sino el Vacío: el Wu-Wei. Sin éste no tendríamos a disposición de nuestros sentidos, que continuamente nos engañan, una realidad llena de cosas.

Y éstas, al no ser sucesivas, suceden, pero no se suceden. El tiempo no existe. Sólo existe el Tao. Quien no fluye con él, abandonándose al curso de lo espontáneo, no vive.

Fluir: he ahí el secreto. No actuar, no buscar nada, no oponerse a nada, carecer de objetivos, ser natural, tomarse la vida como viene, pues no hay mal que por bien no venga ni bien que por mal no llegue.

Ser, en definitiva como el agua, la Gran Maestra, que todo lo vence, porque a todo se adapta.

El mundo occidental, el mundo judeocristiano, el mundo moderno, nos dice: actúa, lucha, muévete. El Tao sostiene lo contrario: quédate quieto, calla, fluye… Todo, entonces, se arreglará por sí mismo, llegarás adónde tienes que llegar y serás feliz.

Decía Manuel Machado: mi voluntad se ha muerto una noche de luna / en la que era muy hermoso no pensar ni sentir. Y añadía su hermano Antonio, taoístas los dos sin saberlo: Busca a tu complementario / que marcha siempre contigo / y quiere ser tu contrario.

Sé que todo esto resulta difícil de entender y de aceptar hoy, en nuestro mundo, si no eres, lector, chino, o incluso siéndolo, pero el Tao, en definitiva, no dice nada diferente, aunque lo diga con distintas palabras, a lo que expuso y propuso Jesús en su célebre y celebrado Sermón de la Montaña (que es, por cierto, de origen budista).

Buda, Jesús, Laotsé: sabiduría perenne.


Respuesta  Mensaje 13 de 13 en el tema 
De: ESKARLATA Enviado: 20/02/2010 09:39

DRAGOLANDIA: Sobre la felicidad (1)


Séneca

Decía Séneca que todo el mundo aspira a llevar una vida dichosa, pero que nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste eso.

Y para averiguarlo (o para ayudarte, mejor dicho, a que tú, lector, lo averigües) es por lo que voy a dedicar unas cuantas entregas de este blog a resumir las enseñanzas de todos y cada uno de los grandes sabios que en el seno de la humanidad, a lo largo de su historia, han existido.

Grandes sabios… Esto es: maestros –y no, meramente, filósofos, científicos, artistas, héroes, profetas o santos- que en su vida y con su ejemplo, sus palabras y sus obras trazaron la cartografía de la conciencia, sembraron las semillas de la ética (que no existe sin estética) y configuraron la hoja de ruta que permite, a quien de verdad lo intenta, conocerse a sí mismo, entender el sentido del universo, responder a las preguntas del quién somos y del por qué y para qué estamos aquí, y alcanzar, en definitiva, eso con lo que todo el mundo sueña sin saber lo que es: la felicidad.

Buscarla, y encontrarla, es lo que siempre, desde que el hombre tiene memoria de sí, hemos llamado sabiduría. Nadie confunda ésta, como ya he sugerido, con la cultura, la erudición, la reflexión o la investigación. Es otra cosa, que no depende del estudio ni del simple ejercicio de la inteligencia, aunque ambos –la inteligencia y el estudio- puedan ser, en ocasiones, sus aliados.

Arte de vivir: de eso se trata y eso es lo único que los sabios –los maestros- nos enseñan. Pero el fruto de sus enseñanzas no es de ningún modo una teoría, una abstracción, sino algo que se aplica, que toma forma, que se lleva a término: un quehacer.

En eso se diferencia el sabio del filósofo. Éste ama, cierto, la sabiduría, y por ello la busca, pero aquél no se conforma con eso, sino que además, como acabo de decir, la encuentra, la practica, la convierte –minuto a minuto- en norma de su existencia, en carne de su vida, y es feliz.

Ese estado –el de la felicidad- no se compra, no se transmite, no guarda relación alguna con lo que tenemos, ni tampoco con el dónde y cómo estamos, sino con lo que somos. Nadie puede dárnoslo, nadie puede quitárnoslo. Depende sólo de uno mismo y está, por ello, al alcance de cualquiera: pobre o rico, viejo o joven, varón o mujer, instruido o analfabeto, acompañado o solitario…

Quien busca la camisa del hombre feliz para pedírsela, cómprarsela o quitársela siempre termina descubriendo que el hombre feliz carece de camisa no porque no la tenga, sino porque no la necesita.

No envidies, lector, a nadie –la envidia es, seguramente, el peor enemigo de la felicidad- ni tampoco caigas en la trampa opuesta: la de pensar, obrando en consecuencia, amargándote, condicionándote, que tu felicidad depende de la felicidad ajena. A nadie podrás dársela, del mismo modo y por las mismas razones por las que nadie te la dará a ti. Sé autónomo. No te culpabilices por la desdicha del prójimo ni atribuyas al prójimo la responsabilidad de la desdicha propia. Todos somos hijos únicos de nuestros actos.

Recuerda, eso sí, que la felicidad depende de la coherencia entre lo que crees, piensas y dices, y lo que haces. No puede ser feliz quien no tiene la tranquilidad de conciencia que sólo confiere el deber cumplido, y para eso –para saber en qué consiste éste- es necesario averiguar quién eres, descubrir tu carácter, tu vocación, tu función, tu destino, y llegar, respetando tu ley, siendo fiel a ti mismo, a serlo.

No busques un camino hacia la felicidad: ésta es, minuto a minuto, y no tanto en lo que parece importante –sin serlo. Nada importa nada- cuanto en lo insignificante, el camino.

Y recuerda, por último, que el arte de vivir es, también, arte de morir. Los sabios te enseñarán a hacerlo. Si no pierdes el miedo a la muerte, que es el punto de origen –agazapado o no- de todo lo que te impide ser feliz, no lo serás. Pero si te enfrentas a lo que temes, el temor –ese espejismo- desaparecerá.

Y de ese modo –lo escribió Kipling, al que cito de memoria- tus ojos, / adentro tornados / te mostrarán tu tesoro escondido / bajo la tierra de tus propios campos, / junto a tu hogar, / en el umbral de tu casa, / en el polvo de los caminos / que trillas a diario, / y de esa suerte sabrás que eres hombre / y que, por hombre, eres rey soberano.



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