LA VIDA PRESENTE
El tiempo apremia, se dice… hay que correr como locos a velocidad adsl, a golpe de megas, tras una meta incierta, para realizarse en la vida para competir en todo, para conseguirlo todo, para disfrutarlo todo. Como si la vida se nos fuera en un suspiro. Y efectivamente así, se nos va en un suspiro, preñada de novedades que todavía no han llegado y ya vislumbran superadas.
No me interesan las vidas abstractas, genéricas, de todos y de nadie, filosóficas y jurídicas. La vida que importa es la que duele y enamora la tuya, la mía, la del vecino de enfrente… ¡Esa es la que cuenta!.
Y ante ella se agolpan nubes de recuerdos, risas y llantos de tiempos idos rostros y miradas ya lejanas o ausentes.
Y al volver al presente, un futuro incierto nos mira burlón, cargado de magia o de tragedia.
Y se oye una voz que nos exige, que nos subyuga traidoramente, y nos agobia con su frenesí: ¡Carpe diem! ¡Oh presente agobiante! que reclama vida, goce, desenfreno… tras una vida etérea, artificial y prefabricada. Cargada de gozos sin alegría, de llantos sin lágrimas de risas sin rostros.
No, no, no hay futuro sin presente, pero lo más doloroso… es, que no hay presente sin futuro.
Sin horizontes no hay caminos, sin mares no hay ríos, sin meta no hay carrera, sin Tú mirada de Padre, no hay ganas ni de seguir viviendo
Por eso quizás… más que andar, corremos, y nos arrastramos, nos deslizamos nos dejamos llevar por el cúmulo de circunstancias, vivimos de rentas ajenas o de créditos hipotecados, pero no importa… porque si no hay futuro, tampoco hay que temer al presente. ¡Carpe diem! es el lema de nuestro tiempo.
Quizás lo que nos falte es sentirte profundamente… o recibir simplemente un beso… ese beso eterno que nos devuelva al centro, que nos derrita por dentro.
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