Mi vida está hecha de noches, de lágrimas de estrellas, de lunas frías y silenciosas. Como un ángel de las tinieblas se acostumbraron mis ojos a las calles oscuras, a la penumbra de los bares, a la luz, de neón, artificial. Gentes, recién llegadas de la tarde, aseguran que volvió la Primavera y en mi ropero sólo hay trajes negros, presentimientos negros, máscaras de amargura. Señora de los Cielos Luminosos, cuando no sea un maldito me haré unas alas -como Ícaro- e intentaré volar al sol. |