ºROSAS MUSTIAS DE CADA DÍA
Todas la rosas blancas de la luna caían, por la ventana abierta, en el cuerpo desnudo ... Mirando aquellas carnes blandas que florecían, hundido entre mis sueños, yo estaba absorto y mudo.
¡Oh su sexo con luna! ¡Esencia indefinible de su sexo con luna! Hervían los blancores de la carne, y el rostro, perdido en lo invisible de la penumbra, lánguido, cerraba sus colores.
Era el enervamiento del dolor ... Y cual una rosa de treinta años, opulenta y desierta, el cuerpo blanco se elevaba hacia la luna frío, espectral, azul, como una pompa muerta ...
JUAN RAMON JIMENEZ
KRIS
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