Amor de Madre
Fue en Diciembre de 1944 que todo empezó.
Camiones llegaron al campo de concentración de Bergen-Belsen en Holanda y descargaron 54 niños. El mayor tenía 14 años y había muchos bebitos.
En el alojamiento de las mujeres, Luba Gercak dormía.
Despertó a su vecina de litera y le preguntó:
¿Estás escuchando? "Es llanto de niños"'
La otra le dijo que volviera a dormirse. Ella debía estar soñando.
Todos conocían la historia de Luba.
Aún adolescente se casó con un carpintero y tuvieron un hijo, Isaac.
Cuando llegó la guerra,
los nazis le arrancaron de los brazos el hijo de tres años
y lo pusieron en un camión, junto con otros niños y viejos.
Todos inútiles para el trabajo y, por lo tanto, con un destino cierto:
la cámara de gas.
Un poco más tarde, ella pudo ver otro camión arrastrando el cuerpo,
sin vida, del marido.
En el primer momento, había desistido de vivir.
Después la fe le visitó el alma
y Luba vislumbró que Dios esperaba mucho más de ella.
Entonces, pasó a ser voluntaria en las enfermerías.
Ahora, Luba oía el llanto de niños. ¿Quiénes serían?
Abrió la puerta del alojamiento y vio niños,
niñas, bebitos apiñados, llorando en el medio del campo.
Separados de sus padres, se encontraban desorientados
y tenían hambre y frío.
Luba los trajo hacia dentro.
Las otras ocupantes del infecto alojamiento protestaron, pero ella las
reprendió, diciendo:
"¿Ustedes no son madres? ¿Si fueran sus hijos, dejarían que muriesen
de frío? Ellos son hijos de alguien".
La verdad es que, lo que sus compañeras temían,
era la furia de los soldados de la SS.
Luba agradeció a Dios por haberle enviado aquellos niños.
Su hijo había muerto,
pero ella haría de todo para que esos niños viviesen.
Fue hasta el oficial de la SS en el campamento
y le contó lo que había hecho.
Apoyó la mano en su brazo y le suplicó.
Él se dió cuenta que lo había tocado, y eso era prohibido,
le aplicó entonces una bofetada en pleno rostro, haciéndola caer.
Ella se levantó, sus labios sangrando, y dijo:
"Soy una madre.
Perdí a mi hijo en Auschwitz.
Usted tiene edad para ser abuelo.
¿Por qué habría de querer usted maltratar a niños y a bebitos?"
"Quédese con ellos", fue la seca respuesta del oficial.
Pero quedarse con ellos no era suficiente. Era necesario alimentarlos.
En los días sucesivos, todas las mañanas, ella iba al depósito, a la cocina,
a la panadería, implorando, mendigando e incluso robando alimentos.
Los niños se quedaban en la ventana y cuando la veían llegar
decían entre ellos: "¡Ahí viene la hermana Luba. Ella nos trae la comida!"
De noche, les cantaba canciones de cuna y las abrazaba.
Era la madre que les faltaba. Los niños, que hablaban en holandés,
no entendían las palabras de Luba, que era polaca,
pero comprendían su amor.
Continuará....