Durante
este tiempo especial de purificación, contamos con una serie de medios
concretos que la Iglesia nos propone y que nos ayudan a vivir la
dinámica cuaresmal.
Ante todo, la vida de oración,
condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, si
el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la
gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre
la oración del Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y
generosa.
Asimismo,
también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la
Palabra de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, lo mismo la práctica del ayuno, según las posibilidades de cada uno.
La
mortificación y la renuncia en las circunstancias ordinarias de nuestra
vida, también constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de
Cuaresma. No se trata tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino
más bien, de saber ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que nos
son molestas, de aceptar con humildad, gozo y alegría, los distintos
contratiempos que se nos presentan a diario. De la misma manera, el
saber renunciar a ciertas cosas legítimas nos ayuda a vivir el desapego
y desprendimiento.
De
entre las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia,
La vivencia de La caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "Estos días cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de La caridad; si deseamos Llegar a la Pascua
santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialísimo en
la adquisición de esta virtud, que contiene en si a las demás y cubre
multitud de pecados".
Esta
vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquél a
quien tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos.
Así, vamos construyendo en el otro "el bien más precioso y efectivo,
que es el de La coherencia con la propia vocación cristiana" (Juan
Pablo II).
CÓMO VIVIR la Cuaresma
1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome:
Pensar
en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido,
si realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año
para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los
mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena
confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el
tiempo para llevarla a cabo.
2. Luchando por cambiar.
Analiza
tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para
cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no
ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay
que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir
toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan
para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto
para poderlo cumplir.
3. Haciendo sacrificios.
La
palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer
sagrado". Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es
decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios,
porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable
con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada
uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de
todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos
haciendo sacrificio.
4. Haciendo oración.
Aprovecha
estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo
quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro
de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes
relacionados con la Cuaresma.
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