Una de las cosas más hermosas para muchos seres
humanos (esencialmente para la mujer), es tener la facultad
excelsa de saber cómo expresar sus más profundos
sentimientos, y saber tocar las fibras más íntimas,
las más sensibles del corazón de sus seres queridos. Sin embargo; no todas las personas pueden, saben,
o quieren exteriorizar lo que sienten. Para esas
almas intimistas, ermitañas, solitarias, desconfiadas y
de cierta forma “hurañas” e “inexpresivas”, significa
un reto muy grande, muy difícil abrir los arcos fuertes
de sus sentimientos para poder decir: ¡Te quiero!,
tal pareciera que temen
es que la verdad no es nada fácil decir: “Te quiero” en
tales circunstancias, ni en ninguna otra circunstancia,
a menos que se trate de personas muy enamoradas(os),
o que haya una relación muy estrecha, muy afectuosa
y de muchísima confianza con el ser amado. En el caso de
los novios por ejemplo, es el hombre quien más repite
verbalmente esos “Te quiero”, la mujer lo expresa con
sus caricias, con sus miradas, con sus atenciones y sobre
todo; con su forma tan absoluta que posee ella para
entregarse en cuerpo, alma, sentimiento y razón.
Podría decirse que no hay forma mejor ni más grande
de amar, que entregarse de tal manera: Con hechos,
más que con simples palabras, aunque éstas sean muy
hermosas, sin embargo; entre una forma y la otra,
siempre hará falta un ingrediente principal, la quinta
esencia de la vida, que es “El Amor”
Hay muchas formas de decir “te quiero”, pero ninguna
sería suficiente si no lleva impreso el candor exquisito
de una mirada, la subyugante caricia de una sonrisa de
complicidad, el eco sublime que emana la voz amada
directo al oído, y el roce sereno, amoroso de las manos,
buscando con avidez el contorno de los labios más deseados.
Es elevado ver florecer esa magia divina, esa corriente
magnética que se da entre dos seres humanos, que tocan
los dinteles del cielo con su amor que los diviniza, al escuchar
incluso, campanas en su corazón, cuando se dicen:
¡Te quiero!… o “Te amo” sentir que son amados(as),
aceptado(as), respetado(as) y valorado(as) en todo sentido.
El problema que a veces se presenta, es que las mujeres
a veces esperamos más de lo que el hombre puede
darnos y sufrimos terribles tormentos, grandes crisis
emocionales, dudas, decepciones y frustraciones y
hasta fricciones por ello. Hay señores de naturaleza
tan pasiva, que se les tiene que sacar las palabras con
tirabuzón, casi no les gusta hablar, pero eso no indica
que sean indolentes ¡Claro que también sienten! Y que
no lo expresen como lo hacemos las mujeres, tampoco
indica que carecen de sentimientos. ¡Aprendamos
a reconocer la diferencia!
Es muy hermoso saber decir: “Te quiero”, pero más
hermoso es demostrarlo a tiempo y con hechos.
¿De qué servirían las palabras si no hay congruencia
con las conductas humanas? Se le puede decir a un niño
y a un perro “te quiero” y puede que ni el niño ni el perro
lo entiendan si no acompañamos a esas dos palabritas
con un gesto de cariño, de atención, de interés, de
respeto y por supuesto de amor en cada detalle.
Pero también hay seres sin escrúpulos, que para obtener
algún tipo de beneficios propios, utilizan mucho este
término de “te quiero”, lo gastan con mentiras, engaños,
chantajes y falsedades, devaluando su autenticidad y
demostrándolo con ello hasta la saciedad en sus necedades.
Por lo tanto, el saber decir de corazón: “Te quiero”, es
un acto heroico de almas muy nobles, muy sublimes y
muy elevadas, implica una buena dosis de amor angelical
en el corazón, un instinto protector a flor de piel y una
extensa gama de sentimientos hermosos, siempre dispuestos
a darlo todo, sin tener la necesidad de recibir nada a cambio
¿Para qué esperar algo a cambio, si en la alegría de dar
radica la mayor correspondencia?
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