La felicidad nos alcanza cuando nos enamoramos: Estamos
tan felices que todo nos parece bonito, no pensamos
en nada más, sólo en nuestro amor, ese ser especial
que ocupa todo nuestro espacio. Incluso respiramos
por él, todo lo hacemos por ese amor. Estando
enamoradas no hay mañanas que amanezcan
mal, sólo rebosantes de felicidad.
Pero la vida no es perfecta, y a veces tanta felicidad
tiene un trágico final. Un final del que debemos saber recuperarnos…
Llega el día en que nos preguntamos cómo es posible
que de pronto terminase tanta felicidad. Nos quedamos
solas, tristes y sumidas en nostalgias. Se nos quitan las
ganas de todo porque todo giraba en torno a ese amor.
Cuando en tu vida está la alegría, la felicidad y las ganas
de vivir no se piensa en el adiós. Pero a veces ese momento
llega, y es doloroso. Y cuando llega, ¿qué podemos hacer
para ponernos de nuevo en pie? ¿Cómo
asumimos ese dolor?
Cuando se nos marcha el amor, cuando se ha puesto
distancia entre los dos, nuestra parte afectiva, la misma
que hasta hace poco nos hacía sentir amor, ahora nos
duele y se resiente. No hay nada que hacer, sólo
asumir que esa persona ya no estará junto a nosotras.
Que los teléfonos se apagaron, los correos ya no llegarán,
ya no habrá más esperas, y comenzamos a pasear por
el calvario de la soledad. Pero debemos ser fuertes y
enfrentarnos al dolor pues sólo así lo podremos vencer.
Lo más difícil de esta etapa es la negación interna de
estos dolorosos sucesos. Como humanas que somos,
tenemos los dolores del mundo, y debemos aprender a
convivir con el dolor y la tristeza. Llegará el día, en que te
levantarás sin sentir tanta soledad, poco a poco te irás
levantando, volviendo a hacer una vida normal, y como
el tiempo siempre acaba haciendo lo suyo,
cada vez te dolerá menos.
Con el tiempo todo duele menos, pero dentro de
nuestro corazón siempre queda el recuerdo de aquel
amor, y eso nadie lo sacará de ti. Pasarán los años,
quizás incluso vivas una vida totalmente diferente, y
habrás encontrado otro amor que te dé calor… y de
repente, sin esperarlo un recuerdo suyo viene a ti.
Tal vez sea la melodía de una canción que escuchas a
lo lejos, o un olor familiar que te devuelve el pasado a la
memoria. Lloras porque le amaste, fue parte de tu vida,
y piensas en todo lo que estarías dispuesta a sacrificar
por poder verlo una vez más, por estar a su lado aunque
sea desde lejos… Todo te recuerda a él, y el dolor te
vuelve como lo hizo la primera vez.
Todo ello es normal, los fantasmas del pasado siempre
estarán con nosotras. No podemos borrar lo que ya ha
sucedido, no se puede deshacer la historia de nuestras
vidas. Pero sí podemos aprender a amar. Debemos saber
amar sin que nuestro pasado traiga dolor a nuestras
vidas. Con el tiempo debiéramos haber madurado, y los
errores del ayer no volver a cometerlos.
Debes saber amar con medida, aprendiendo de lo que
hemos vivido; si en un pasado hemos confiado demasiado
ahora ya no será tan fácil entregar toda nuestra confianza
a los besos que saben a engaño. Con la experiencia
aprendemos y maduramos.
La vida siempre nos hace crecer en todos los sentidos, y
aunque duela, debemos seguir adelante. Si sientes dolor,
déjalo pasar y continua con tu vida actual. Seguramente no
será un amor tan alocado como aquel, pero será un amor
mesurado que traerá paz y tranquilidad a tu vida. El dolor de
un adiós siempre duele, por ello hay que saber dejarlo volar
para que puedas retomar tu propia vida. Soltando el pasado
podrás encontrar la verdadera felicidad.
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