Cuenta la leyenda que en las montañas vivían
unos dioses que tantos poderes que podían realizar
cualquier cosa que quisieran y que además
eran muy felices con todas sus acciones. Un día que se encontraban todos juntos comentando
las cosas que habían hecho desde el principio y se dieron
cuenta de que el hombre con sus acciones –si
seguía así- pronto les daría alcance. Uno de ellos comentó: “¿Os dais cuenta de que con
sus máquinas han alcanzado unas velocidades increíbles?” Comentó otro: “¡Han inventado un barco que va por
debajo del agua y llega a lo más profundo de los mares!”. Otro de ellos exclamó: “¡Han llegado a la
luna y van a llegar a otros planetas¡”. Entonces, uno de los que hasta ese momento
aún no había dicho nada, planteó el siguiente interrogante: “¿ Qué cosa podemos hacer que ellos no puedan encontrar?”. Dijo otro: “¡Ya se. Les esconderemos la felicidad!” Entonces empezaron a pensar en que lugares
escondería la felicidad para que no la encontraran. “La esconderemos en una cueva” “No. Ahí la encontrarán” “En el espacio” “Tampoco. Tiene vehículos para viajar y la encontrarán” Durante varias horas estuvieron deliberando y no
encontraban un lugar que fuera suficientemente
seguro. Hasta que de nuevo, el que menos hablaba dijo: “¡La esconderemos dentro de ellos mismos.
Creo que es el lugar en donde más
les costará encontrarla!”
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