Era una de esas tantas veces que discutíamos sobre
cosas sin importancia, hablábamos de trivialidades,
y así nos debatíamos en banalidades.
Siempre a la espera de la ansiada hora para salir
a mi trabajo, tú para el tuyo donde pasarán las horas
estrepitosamente, y tú, inmutable sentado en la
oficina mirando tras la ventana la cotidiana
vida, sin hacer nada por cambiar la misma rutina.
Tú preocupándote de leer el periódico para ver el deporte,
primero el baseball, luego todos los demás, aunque ni lo entiendas,
es sólo costumbre como toda tu vida que se basa en costumbres.
Ya en la tarde los dos terminamos, llegamos cansados y
sin ganas de comentar nada, sólo bañarnos y comer
para luego como todas las noches ir a la cama..
Y así los días y días interminables sin variación, igualitos,
como si el tiempo se hubiese detenido en nuestra casa.
Por fin a descansar, con el pequeño intervalo de tratar de
querer hacer el amor, la misma rutina, la misma
posición, los mismos besos, las mismas caricias,
el mismo dar y recibir, las mismas ganas de terminar y descansar.
¿Qué día y en qué instante se perdió la pasión, los
deseos, las ganas de estar juntos, las ilusiones y los sueños de amor? … creo fue culpable la vida, el trabajo, las preocupaciones,
el deseo de tener un carro mejor, una casa mejor,
dejó en tinieblas, nuestro bello amor..
Que pena… mira lo que ha quedado de aquella pareja
que antaño soñaba, con un hogar feliz, sólo puras
canas en el pelo, en sus ojos cansancio de no disfrutar
la vida, unos kilos de más que indican que hasta su peso se les fue de las manos.
Y en su rostro un aburrimiento total, y un desgano
del alma, un millar de ilusiones frustradas, y unos
deseos desesperados que ahogados están
hace mucho, o perecieron
poco a poco y tristemente en la rutina.
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