Errática
Errática, sin vino, profesional del fósforo, cuando tú haciendo un remolino de ilusiones, con ese estruendo del laurel, desnudo y para siempre entraste bajo el agua.
Un poco demasiada, como mirándome los pies, cuando tú, domingo rápido, parada del vidrio, hincaste el baño con tu gesto de animal profundo.
El agua, ay, quedó colgando entre mis ojos y tu carne como una telaraña, desnudándote más. Entendida por el demonio, bárbara, tuve un acceso de locura, un punto apenas de explosión atómica, un apogeo del clavel preciso y creí.
(Creer es desear tu sexo y darle de comer a una paloma)
Se fue cayendo la mañana. El vicio de la estrella saliendo así de entre tus párpados era la luz que yo he llamdo lágrimas; relámpago que empieza aquí y después de verle no morimos. (Vete, dolor que lo menciona: al innombrable se le pone tumba, en paz quedamos y luego va una por el mundo como quien nunca tuvo cosas inmortales).
Estaba, sí, después del beso, pidiéndole perdón a las paredes; estaba como paréndome otra vez, como de niña bajo el vientre, como palideciendo mucho, como casi, como empezando a ser cuando desnudo y para siempre entraste bajo el agua.
Todo el naufragio se paró de pronto, todo en octubre se hizo pan, misericordia el tiempo. Otoño. estatua germinal del cuarto, lúgubre hermosura de los huesos; sin usarme, sin yo misma, naciendo a los temblores importantes, a la pequeña abertura de la dicha si llueve y canto; más tú que nada, médula del presagio, sólo un negocio del asombro, sólo un trémulo palacio donde goteaban noes ineluctables, sólo la música que escuchó el verdugo, azucenado nervio, estaba cuando desnudo y para siempre entraste bajo el agua.
CACARILDA OLIVER
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