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Tantas columnas de humo
¿Dónde intentas llevarme? ¿A dónde me diriges? ¿Qué hay detrás de esos círculos a donde va tu flecha como índice inequívoco? No tengo fe de ciego, que adopta al lazarillo sin dudas ni polémicas. He seguido caminos que me recomendaron, y me estrellé en el muro que obstruía la senda; he volado con alas que me fueron prestadas, mas que, siendo amasijo de plumas y de cera, se me desbarataron al calor del estío, quebrando mis ensueños como cristal en piedra; he navegado mares en trirremes de brazos, deshechos en las rocas antes que me ciñeran. Siempre se me invitaba, yo lo aceptaba siempre con el fervor del niño, con su propia inocencia. Y eran torres de viento, y eran columnas de humo, y eran castillos de agua sobre la blanca arena. Lapidaron mis sueños, cegaron mis visiones, y me dejaron sólo ruinas de mis quimeras. Tú, que hoy tientas mi espíritu como incitas mi carne, que me tiendes la mano, que en tus juegos me enredas, si me ves caminando por donde me insinúas, si te vuelves y observas que voy sobre tus huellas, advierte mis temores, y mi paso indeciso; tropecé tantas veces transitando en la niebla…
Los Angeles, 17 de febrero de 2010
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