"En el habrá inolvidables de fiestas populares, provinciales y nacionales. La educación, la investigación científica y el desarrollo tendrán un papel preponderante, y serán motivo de congresos y exposiciones".
Las celebraciones durante la Semana de Mayo abarcaran todo el espacio federal de las provincias argentinas, y también habra actividades en conjunto con otros países latinoamericanos que celebran sus bicentenarios, como ser México, Chile, Colombia y Venezuela.
Además, se inaugurarán espacios de encuentro y formación en diferentes puntos del país, por ej. a través del Programa Casas de la Historia y la Cultura.
En la agenda del próximo año se incluyen encuentros como:
El Tercer Congreso Argentino de Cultura, en San Juan; el festejo por los 200 años de la Biblioteca Nacional; etc.
También habrá certámenes en todo el país, entre ellos, Mensajes del Bicentenario; 25 Miradas/200 Minutos, de cortos audiovisuales; y Argentina 2110: la imaginación al futuro, de telefilmes documentales.
Durante 2010, distintas muestras artísticas recorrerán el mapa, como La ciudad plural: viaje a través de 200 años de historia de la inmigración italiana en la Argentina; Dos siglos de música argentina; 200 años, 200 libros; Laberinto del Bicentenario; Argentina de Punta a Punta; La Patria dibujada: el libro de historietas del Bicentenario; y la colección del Museo Nacional de Bellas Artes.
Para la puesta en valor del patrimonio cultural argentino, se renovarán museos, edificios históricos y centros culturales.
En el año del Bicentenario, habrá más de 1200 actividades, cumbres, congresos, foros y ferias alrededor del mundo donde la Argentina intensificará su presencia y participación.
Entre ellos, se listan la Feria Internacional del Libro de Frankfurt, que tendrá al país como invitado de honor; las 14 Semanas Argentinas en el Mundo;
la iluminación “Argentina Bicentenario” en el edificio Empire State, de Nueva York;
actividades en el Museo Smithsoniano;
y la instalación del Pabellón Argentino en el Festival Internacional de Fotografía de Arlés,
La Patria es una dulce proximidad de la tierra levantada en paisajes largamente previstos; la Patria es un cercano parentesco de lenguas que la clave del tono completa en su sentido.
Y es la Patria la exacta medida que define las distancias comunes de nuestras referencias: implícito astrolario con órbitas afines que convoca en su centro las tendencias dispersas.
Cintura establecida de sangre convergente; territorio anudado por tácitos afectos, vinculando el lejano planeta indiferente con el mundo entrañable de la casa y los besos.
Fronteras que el pasado y los muertos y el clima -movidos por el Angel que vela las Naciones- pusieron entre el agrio Universo que habitan confusas geografías y lenguas sin colores;
entre el turbio Universo de raíces distintas y el círculo dorado que el fuego familiar determina con alas de mariposas tibias, circunscribiendo el ámbito donde madura el pan.
Es la Patria, en resumen, el natural contorno que abriga el desamparo del hogar frente al mundo: un abrazo de Historia definiendo en redondo los límites que ciñen la flor de nuestros rumbos.
Y es un largo reclamo desde el pie de los siglos que se quiebra en astillas de cal bajo los huesos y disperso en estrellas se eleva hacia el instinto, basamento del arco que afirma el pensamiento.
Recóndito llamado de atávicas cadencias, crecido en las entrañas primarias de la vida, como un largo alarido de celo y de pelea tendido hacia una clave de glorias compartidas.
¿Qué es el hombre sin Patria..., el hombre que traiciona los vínculos profundos que lo anudan al suelo? Es apenas un gajo desgajado que asoma desnudo entre los dientes de acantilados negros;
un manojo de carne que descarnan los vientos, lanzado por caminos de vinagre y salitre; un jirón de neblina con los ojos abiertos sobre un plano infinito de Norte incomprensible.
Su espíritu disperso desbordará los goznes del criterio arraigado, que descifra el sentido del amor y el espacio, la altura y los colores y un vértigo sin fondo lo llevará al vacío.
La ausencia de una tierra materna y conocida, en vez de levantarlo liviano hasta los cielos le anudará lingotes de inhóspitas arcillas, mudables y cambiantes detrás del paso incierto.
Tal vez intente en vano proyectar sus afectos sobre vastas legiones de voces diferentes: la falta de un contorno de lenguaje y de gestos le negará la clave del orbe y de las gentes.
Porque la Patria otorga la medida intermedia que define la altura del hombre y la intemperie y es el punto de apoyo sobre el cual se sustenta la dimensión primaria que vincula la especie.
El amor a la Patria situará justamente los cariños cercanos del hijo y la mujer, pues acuña una esfera más amplia, que trasciende las anclas familiares que entierran nuestros pies.
Y ese amor a la Patria, que es amor apuntado desde el centro del suelo hasta el vuelo del sol, levantará en su ascenso nuestro amor a lo alto, dirigido hacia el cielo, rumbo al centro de Dios.