Era verano y hacía mucho calor. Paco siempre iba a sentarse
a la sombra en un pequeño bosquecillo, cerca de la escuela,
donde vivían una pandilla de ruiseñores. Aquel año casi no
llovió y todo estaba seco, los pobres pájaros tenían mucha sed y no encontraban agua.
Paco les quería mucho y un día quiso llevarles un gafarrón
de agua de su casa. Lo dejó al borde del bosque mientras él iba a
recoger unas moras que había visto cerca del camino. Oyó
un pequeño ruido, se giró y vio como un ruiseñor se acercaba
al garrafón y quería beber pero como no estaba bien lleno,
el pájaro no podía llegar al agua con el pico. El pájaro intentó
tumbar el garrafón pero, como pesaba mucho, no lo consiguió.
El pájaro daba vueltas y más vueltas al garrafón piando con
fuerza. Al poco se acercaron otros ruiseñores, fueron recogiendo
piedrecitas con el pico y las iban echando dentro del garrafón.
Pusieron tantas que el agua fue subiendo hasta que
se derramó y todos pudieron beber.
Paco lo explicó en la escuela y los niños y niñas hicieron unos
bebederos muy bonitos y los llevaron al bosque. Cada día,
la chiquillería llevaba agua para los pájaros hasta
que vinieron las lluvias de otoño.
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