En India llaman satsang al aprender a través de la presencia.
De la presencia del maestro, naturalmente.
Llevo alrededor de tres décadas con esto de las artes marciales,
los últimos diez años enseñando,
y debo confesar que cuando en la tercera o cuarta clase
me pregunta el alumno si hay libros o videos de Taiji
para ayudarse con ellos ya sé que esa persona está preparando su
salida inmediata de la práctica.
Suelen tener alergia a la base del aprendizaje de un arte: la repetición.
No confían en que a medio-largo plazo nazca en ellos,
y de ellos, la belleza y la armonía;
en su engreimiento creen que con el atajo de la lectura
enseñarán a su cuerpo y a sus músculos a expresarse más rápidamente.
El satsang aporta la experiencia inigualable del contacto
con la persona que nos enseña, que tiene la llave de
nuestras dudas y estar cerca es una sutil hemorragia de placer
(si se tiene suerte y es de verdad un profesional y no uno
de los sucedaneos que abundan hoy dirigiendo clases).
De manera que mal presagio es pedir el postre antes de comer.
Foto: Zhong Yun Long, maestro de Taiji en Wudang.