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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: angelvioleta  (Mensaje original) Enviado: 07/06/2010 02:11

 

http://coia.blogdiario.com/img/eins

Pese a que el dicho señala que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer,

en el caso de Mileva Maric, como en el de todas las mujeres, hay que reconocer que está al lado.

La historia la cita como la primera esposa de Albert Einstein, una mujer brillante de ciencia , la primera mujer que cursó la carrera de matemáticas inscrita en el Instituto Politécnico Federal de Zurich, Suiza, donde conoció a Einstein.

Mileva Maric nació en Titel Vojvodina, Serbia, el 19 de diciembre de 1875,

 en una familia de terratenientes del imperio Astro-Húngaro
y por los favores que los suizos le debían a su padre que era militar de carrera,
 Mileva pudo cursar la secundaria en Austria e ingresar al Instituto Politécnico Federal de Zurich.

No obstante, como cualquier estudiante, Mileva Maric tuvo que demostrar su capacidad intelectual en la prestigiada escuela, donde fue vigilada en forma más estricta por ser la única mujer.

Antes de presentar el examen de ingresó a la carrera de matemáticas,

estudió medicina en la Escuela Federal de Berna Suiza.
En 1903, ya como estudiante del Instituto Politécnico Federal,
conoció a quien habría de ser su esposo Albert Einstein,
 ambos inician una relación académica de intercambio intelectual.

Mileva apoya a Albert en el desarrollo de sus investigaciones científicas,

al aportar la parte de los cálculos matemáticos que tenían que demostrar.

Einstein y Marić tuvieron una hija antes de casarse,

 de nombre Lieserl, la cual se cree que fue dada en adopción,
aunque su verdadero destino es incierto.

 

Más tarde, tras contraer matrimonio Mileva abandona

la escuela para atender a la familia y continuar apoyando a Albert
 que trabajaba en la oficina de patentes de Suiza y en su tesis.

En 1904, nació el primer hijo de la pareja y Mileva atiende las labores

del hogar y procura ingresos para la familia con la renta de cuartos
 a estudiantes porque el sueldo de Albert no alcanza para sufragar los gastos.

Seis años más tarde, con el nacimiento de su segundo hijo con problemas

 de salud mental, Mileva le dedica más tiempo a su cuidado.
La pareja empieza a distanciarse.

Es entonces cuando Albert empieza a involucrarse con Elsa.....

 prima de Mileva y es obligada por Albert a cumplir con una serie
 de requisitos para poder permanecer en el hogar conyugal.....
 instrucciones tan crueles como:

“A. Te encargarás de que:

1. Mi ropa esté en orden.

2. Que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi habitación,

3. Que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.

B. Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias sociales.

En especial no solicitarás que:

1. Me siente junto a ti en casa

2. Que salga o viaje contigo.

C. Prometerás explícitamente observar los siguientes puntos cuanto estés en contacto conmigo:

1. no deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello

2. deberás responder de inmediato cuando te hable

3. deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio y sin protestar cuanto te lo diga.

D. Prometerás no denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho.”

En público, continúan como una pareja modelo, el divorcio ocurrió en 1919.

 Mileva recibió el monto del Premio Nóbel y regresó a vivir a Zurich en forma modesta con sus hijos.

Algunos historiadores señalan que Einstein le entregó el monto del premio

porque fue ella en realidad quien planteó las bases de la Teoría de la Relatividad y que Albert las desarrolló.

Dicha teoría se basa en la correspondencia que mantuvieron como novios y también en las declaraciones hechas por Mileva a una amiga acerca de que acababan de terminar la Teoría que haría famoso a su marido.

Tras su separación, Mileva se dedicó por entero a cuidar a su hijos y el mayor concluyó los estudios de ingeniería en la misma escuela donde se conocieron sus padres.

Mileva nunca más hizo ciencia, murió el 4 de agosto de 1948 en Zurich,

Suiza en la pobreza y fue sepultada en el cementerio de Northeim Friedhof en Zurich, Suiza de donde quitaron su lápida por no pagar los impuestos respectivos...............


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: angelvioleta Enviado: 07/06/2010 03:04

 

 
 

 

 

 
 
 
EINSTEIN, EL BRIBÓN – EL MAYOR FRAUDE CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

Presentado como líder de la modernidad y de los tiempos futuros, Einstein no fue más que un pequeño bribón.

Este último caso es de Albert Einstein. Reconocido hoy por el sistema dominante de valores como el adalid de la paz y de la bondad humana, y reputado por casi todos como el más grande de los sabios conocidos que en el mundo han sido, su aúreo brillo no es más que una vulgar apariencia.

“ESTE NIÑO ES RETRASADO”

El dictamen del doctor cayó COMO UNA LOSA sobre la pobre Pauline, madre del pequeño que con cuatro años apenas balbuceaba alguna palabra suelta.

Años después nacería su hermana Maya, mucho más despierta e inteligente, y que llegaría a acomplejarle influyendo notablemente en su carácter retraído y en su gran capacidad de resentimiento, en sus pésimas calificaciones escolares, etc..., pero también, por aquello de la “ley de compensación” de Jung y Adler, en ese deseo íntimo y profundo  de notoriedad y afirmación (incluso de revancha) que le acompañará toda su vida, y que siempre tratará de disimular con un forzado aspecto inocente e inofensivo.

Así, todavía impúber, acusará a “la máquina educativa alemana” de haberle engañado con creencias religiosas falsas (aunque tampoco le valdría la fe judía de sus padres), o falsificará, ¡¡¡a los 15 años!!!, un certificado médico para no acudir a clase, e incluso renunciará a los 17 años a la nacionalidad alemana para eludir el servicio militar.

Ya de adulto él mismo reconocerá
“No haber pertenecido nunca a mi país (Alemania), ni a mi propia casa, ni a mis amigos ni a mi familia”, sino tan sólo a la “tribu” (el movimiento sionista), como a él mismo le gustaba decir.

Quizás por ello no le importó dar a su hija mayor Lieserl en adopción, sin volver a preocuparse de ella en todo el resto de su vida, ni abandonar a su hijo Eduard, que era enfermo mental, en un psiquiátrico de Suiza sin nunca más volver a interesarse por su salud o su destino, ni maltratar de forma habitual a sus otros hijos tal y como siempre han reconocido, ni abandonar a su familia tras regalar a su mujer todo un rosario interminable de humillaciones y adulterios, regalo con que también obsequió a su segunda esposa, Elsa, etc.

En fin, quien desee conocer la edificante vida privada del “Genio” leerá con provecho el libro de Roger Highfield y Paul Carter titulado The privates lifes of Albert Einstein.
El hombre que había cambiado cuatro veces de nacionalidad (alemana, suiza, alemana de nuevo, británica y norteamericana), se lamentaba de la siguiente forma:

A pesar de pertenecer a una rica familia judía que pudo pagarle las mejores escuelas de música de Munich, Milán y Aarau (Suiza), donde aprenderá el elitista método pestalozziano, a esa edad se dará cuenta que nunca pasará de ser un violinista mediocre. Había que buscar otra cosa.

Tenía que triunfar en la vida como fuera. ¡Sí, eso es! Sería un sabio profesor de matemáticas. Y a pesar de los pésimos resultados obtenidos en sus estudios secundarios, logrará al año siguiente ingresar en la prestigiosa Escuela Politécnica de Zurich.
“NUNCA SERÉ DOCTOR”
 
Pero como las matemáticas no eran su fuerte, se inclinará por la física, logrando licenciarse en 1900 con una nota de 4.91, un aprobado raspado con la necesaria décima por encima del mínimo suficiente para no suspender, siendo su tesina o memoria de licenciatura la que alcance la calificación más baja de todas.


 

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: angelvioleta Enviado: 07/06/2010 03:12
Al año siguiente presentará la tesis doctoral, pero será rechazada. Cambia entonces de tema y se pone manos a la obra, pero resulta otra vez de nuevo un rechazo.
Sin embargo, su paso por la Politécnica de Zurich no resultará infructuoso. Enseñaban allí, por ventura para él, científicos de la talla de Weber, Wolfer, Hürdwig, Pernet o del gran matemático Herman Minkowski (el compilador de la teoría del espacio cuadrimensional y verdadero autor de la teoría de la relatividad especial). Además, allí conocería a su mujer, Mileva Maric...
 
Entretanto, Einstein ha comenzado a trabajar en la Oficina Comercial de Patentes de Berna y, aunque sólo lo hace en calidad de técnico de 3ª categoría, eso le permitiría relacionarse con los científicos más importantes de la época y se familiarizará con los éxitos de los nuevos inventos, aumentando su deseo de triunfar.
 
 
Al fin, en 1905, consigue ablandar al tribunal con una tesis “breve, anodina y carente del menor interés (según comentó uno de los tribunos), titulada Una nueva determinación de las dimensiones moleculares.




 
Pero el momento es propicio, idóneo para triunfar, porque el monolítico edificio de la física clásica de Newton se resquebraja por momentos, hace aguas por todos sitios, tocado en su línea de flotación. Además, como él no es nadie, al aventurar hipótesis no arriesga ningún prestigio. Así que, animado por este cúmulo de cosas, el bueno de Albert se enfrasca en el estudio de los grandes del momento: Mach, Lorentz, Weber, Maxwell, Boltzmann, etc., y saca sus propias conclusiones.

Gracias a su relación con el Nobel Wilhelm Wien, jefe de redacción de la prestigiosa revista Annalen der Physik, nuestro genio logra publicar la tesis doctoral antes mencionada seguida de otros cuatro artículos que trastornarán el mundo de la física en particular y toda la epistemología en general.

Uno de los artículos (“Un punto de vista heurístico sobre la producción y propagación de la luz”), donde relacionaba la hipótesis de los “quanta” de Planck (aunque sin citarle, como era su costumbre) con el “fenómeno fotoeléctrico” de Lenard, le hará acreedor en 1922, nada menos, ¡¡¡al premio Nobel de física!!!

En realidad se le quería premiar por otro artículo titulado Cuerpos movidos electrodinámicamente, donde esbozaba la teoría de la relatividad especial, ya antes expuesta y por separado por Maxwell, Lorentz, Kaufmann, Cherenkof, Poincaré y, sobre todo, por Minkowski, su antiguo profesor de Zurich; pero teniendo en cuenta la poca credibilidad de que gozaba dicha “teoría” entre la comunidad científica, y también porque dicha teoría tenía un número indeterminado de “padres” y no podía ser atribuída a una persona en particular, se juzgó más prudente atribuírselo por la cuántica.

Einstein, al fin, había llegado. Ahora le ofrecían explicar la “Teoría de las radiaciones” en la Universidad de Berna. Y aunque no pueda decirse que sus comienzos como profesor fuesen particularmente brillantes (el primer año sólo se matricularon cuatro alumnos en su asignatura y al año siguiente sólo lo haría uno, el lituano nacionalizado alemán Max Stern), no fue óbice para que, de forma inmediata, se le ofreciera, gracias a los oficios de su buen amigo Kleiner, una plaza de “Privatdozent” en la Universidad de Zurich. Después vendrían Praga, Zurich de nuevo, Berlín, etc.

Mas a nadie se le oculta que detrás de todo milagro siempre se encuentra un misterio.
 
 

¿Cuál era, pues, el misterio de Albert Einstein?



MILEVA EINSTEIN, NACIDA MARIC
 
El primero en sorprenderse por la calidad y la originalidad de aquellos trabajos fue Hermann Minkowski que, como profesor suyo que fue, conocía bastante bien las limitaciones de su antiguo alumno.
“¿Einstein? Si hubiera sido Grossman -se decía-, o Wegener, o esa chica tan lista de Mileva... Pero Einstein... que se “fumaba” las clases...”

Todo acabó indicando que las "geniales ideas" pertenecían en realidad a su esposa, Mileva Maric

Sin embargo, factum est illud, y Einstein era su autor... Hasta que en febrero de 1990, en la reunión anual de la American Asociation for the Advancement of Science (AAAS, Asociación Americana para el Avance de la Ciencia), estalló la bomba.

El físico Evans Harris Walker, de Aberdeen (Maryland), y la filóloga Senta Troemel-Ploetz, de la Universidad de Bonn, analizando de forma separada y bajo sus respectivos criterios los trabajos publicados por Einstein en los “Annalen der Physik” en 1905, así como la correspondencia privada entre Einstein y su esposa Mileva, llegaron a la sorprendente conclusión que, tanto las geniales ideas atribuídas al primero, así como el tremendo trabajo de formulación matemática, pertenecían en realidad a su esposa Mileva Einstein, nacida Maric.
Esto explica el sorprendente “bajón” que sufre la obra einsteiniana, tanto en cantidad como en calidad, a partir justamente de 1919, fecha de la separación del matrimonio Einstein.

A partir de entonces, Albert siempre trabajará asociado con otros físicos (como Podolsky, Bose, Nathan, Rose, De Sitter, Infeld, Hoffman, etc.), dando muestras además de una dependencia continua y manifiesta en lo que a formulación matemática se refiere (matemáticos asalariados que trabajaron para él fueron Grossman, Groumer, Lanczos, etc.)
“Mileva era mayor que él e inicialmente la líder en iniciativa especulativa”.
Recordemos cómo, por aquel entonces, estudiaba muy poca gente, pudiendo Einstein ingresar fácilmente y ¡¡¡graduarse!!! en la prestigiosa Politécnica de Zurich.

Sin embargo, Mileva, a la sazón única mujer del curso, tuvo que “dar la talla”, resultando incomparablemente más inteligente y brillante que él. Ambos tenían en común la afición por los clásicos de la física, al igual que un acusado problema de relación social (Mileva era coja de la pierna derecha), lo cual les acercó sentimentalmente. El bribón de Einstein pronto se dio cuenta de que aquella chica era una mina y que, trasladando sus ideas a otros campos (filosofía y política, principalmente), podían tener un buen mercado.
 

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: angelvioleta Enviado: 07/06/2010 03:23
Un detalle bastante revelador aportado por Senta Troemel-Ploezt es que, cuando Albert y Mileva se separaron en 1919, el decreto de divorció incluyó la cláusula de que, en caso de recibir Einstein algún premio por los artículos publicados en los “Annalen der Physik”, debía entregárselo íntegramente a Mileva.
Y así fue que tres años después Albert Einstein entregó el dinero del premio Nobel a su ex-esposa. Pero lejos de tratarse de un gesto de la proverbial magnaminidad atribuída a “San Alberto Einstein” por sus hagiógrafos, lo fue en realidad por imperativo legal y elemental justicia, toda vez que, como pudo demostrar Mileva ante el juez, Einstein se había estado apropiando desde el periodo inicial de las relaciones (vivieron juntos cinco años antes de casarse) de todos los trabajos e inventos que ella había realizado, valiéndose para ello de su puesto en la oficina de patentes, para patentarlos con su propio nombre e, incluso, ¡¡¡a nombres de terceros!!!, sin figurar Mileva en ellos para nada, pues, como solía decir el “Genio”
“Yo no me imagino a una mujer Galileo, ni Kepler, ni Miguel Ángel”.
Pero este asunto no era nuevo, la doctora Troemel-Ploetz, ha demostrado además cómo todo este “affair” fue ya denunciado treinta años antes por el físico serbio y amigo del matrimonio Einsten, Abraham Joffe (Mileva era hija de padres serbios emigrados a Suiza), en un libro en donde testimoniaba haber visto, él mismo, los apuntes y los originales de los manuscritos más tarde publicados en los “Annalen der Physik”, escritos con la caligrafía de Mileva Maric.

El “Genio” atómico había pedido en una carta enviada a Roosevelt la utilización masiva de la bomba de uranio sobre Alemania insistentemente, y no sólo el 2 de agosto de 1939 (antes del estallido de la II Guerra Mundial) como se ha dicho, sino también el 7 de marzo de 1940.

Oppenheimer y Fermi serían dos de las figuras de primerísima fila en el proyecto. Todos sabemos lo que ocurrió después: Hiroshima y Nagasaki fueron completamente destruídas y con ese holocausto quedó inaugurada la era atómica.


Pero no todo fue fácil hasta llegar a aquel instante. Momentos hubo de indecisión, parálisis o pérdidas de tiempo. Y fue en ellos precisamente donde la figura de Albert Einstein jugaría un papel definitivo. Viendo que los progresos sobre la construcción de la bomba iban lentos, los científicos Wigner, Szilard y Tiller, los tres al servicio del poder americano, pidieron a Einstein, ya que gozaba por aquellos años de un notable prestigio internacional, que escribiese al presidente Roosevelt instándole a apoyar sin paliativos las investigaciones para la construcción de la bomba, dotándoles de los medios necesarios. El texto de la carta que Einstein escribió el 2 de agosto, y que le fue entregada en mano al presidente Roosevelt el 11 de octubre de 1939, decía:
“...en el curso de los últimos cuatro meses se ha hecho patente mediante el trabajo de Joliot en Francia, así como de Fermi y Szilard en América, que pueden establecerse reacciones en cadena en una gran masa de uranio, de forma que puedan ser generadas grandes cantidades de energía. Este nuevo fenómeno podría también conducir a la construcción de una bomba de una nueva clase y extremadamente poderosa.


Un nuevo artefacto de este tipo que hiciese explosión en una ciudad o en un puerto podría destruirlos completamente. Un bombardeo masivo de este tipo sobre Alemania garantizará a América una victoria segura en una guerra previsible”.


Como sabemos, la guerra en Europa terminó antes de que las bombas estuviesen listas, pero quedaron preparadas para ser lanzadas sobre el Japón.
 
Sus efectos devastadores fueron de todos conocidos.
 


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