En los días previos a la Navidad asistí a una charla
prenavideña, y la persona que daba la charla nos
contó la historia del racimo de uvas:
Cuanta la leyenda que en un pueblo vivía una
señora muy pobre; un día tuvo un desperfecto en
su casa y para solucionarlo necesitó de la ayuda de
un joven. Cuando el joven terminó el trabajo, la
señora le ofreció como pago lo único que tenía en
ese momento -un gran racimo de uvas-. El joven al
principio lo rechazó, pero la señora insistió tanto,
que terminó aceptándolo y se marchó muy contento.
Cuando iba a comenzar a comérselo, se acordó de su
padre que estaba en el campo trabajando la tierra
muy duramente y fue a llevarle el racimo de uvas. Éste en vez de comérselo, lo guardó en el cesto y
cuando llegó a su casa se lo ofreció a su esposa
que también había estado trabajando muy
duramente todo el día. La madre colocó el racimo
de uvas en el centro de la mesa y a la hora de la
comida, ofreció a los dos las uvas
del racimo como postre.
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