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General: LA CONSPIRACION DE LAS HORMIGAS
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Thamy  (Mensaje original) Enviado: 26/06/2010 14:29
 

 

 

He olvidado cuando comenzó. A veces me parece como

si siempre hubieran estado ahí. No sé de dónde vienen,

sólo sé que entran cada noche por la ventana de

la cocina e invaden mi hogar, algo que la Ley

considera “allanamiento de morada”.

Al principio se mostraban indiferentes ante mi presencia,

parecía que simplemente buscaban llevar alimento a

 su hormiguero y además no eran tantas. Me mostré

estúpidamente tolerante con ellas, incluso llegué a

dejarles las sobras de la comida más cerca de la

 ventana para que no se esforzaran tanto

 y llevasen más alimento a sus familias.

Creí ingenuamente que podría coexistir es paz con

 esa especie maldita, que había que ser tolerante

 con las hermanas hormigas como hubiera querido

 San Francisco de Asís, pero pronto mis vecinas

se fueron multiplicando y su actitud pasiva

se transformó en gandalla y retadora.

No tardó en caer la primera víctima.

Una noche, muerto de sed, avancé descalzo hacia

la cocina y, al abrir el refrigerador, escuché un leve

“crunch” que me sacudió por dentro. En ese momento

 supe que las hormigas ya contaban ahora con

 un buen motivo para iniciar la guerra.

Había sido un accidente, o por lo menos eso pensé en

 aquel momento, más tarde comprendí que sólo

fui utilizado dentro de un maquiavélico plan, cuyo

 fin era justificar un mayor número de hormigas en la zona de conflicto.

La hormiga que aplasté frente al refrigerador no

 estaba ahí por casualidad. Era una hormiga kamikaze.

 Pasó toda la noche moviendo sus antenas hacia el

Dios Hormiga y esperando mi llegada para volverse mártir.

La noche siguiente, al entrar a la cocina para servirme

unos cornfleics, me percaté de que las hormigas

habían adelantado considerablemente su llegada,

como si por alguna razón, hubieran decidido que

 mi presencia ya no era un condicionante para que

 ellas hicieran su labor. Al intentar tomar un plato

sopero de la alacena, una hormiga gigantesca me

 encaró y con sus antenas hizo señales que pese

a no haber comprendido, me parecieron injuriosas y altaneras.

Era la Reina. Me miraba con un odio que jamás

había podido percibir en una criatura tan pequeña.

Debo reconocer que en cierto momento me asustó,

pero ella, en su alocada soberbia cortesana no

 percibió que pude haberla aplastado de un

manotazo y acabar de golpe con toda su dinastía.

En vez de hacer eso, que hubiera resuelto el conflicto

 de inmediato, decidí encender el fuego entre las

 relaciones de ambos mundos. ¿Por qué lo hice?

 No lo sé. Habemos individuos que actuamos bajo

 fuerzas contradictorias. Tomé una copa de vino

a medio terminar que estaba en el lavabo y sumergí

a la orgullosa Reina a esa alberca dionisiaca, para

que comprendiera que en esta vida no todo son

órdenes y esclavos. Embriagué al resto de sus esbirros

 y me deleité mirándolos avanzar confundidos

entre los platos, frotándose las antenas desesperadamente,

 intentando en vano despejar sus sentidos

para volver a su horrible trabajo.

No quise esperar a la venganza. Al otro día las

 hormigas se encontraron frente a la ventana

una pequeña cajita, en cuyo interior descubrieron

 una especie de pan o queso. Muchas de ellas se

 detuvieron en ese punto y llevaron la carga a su

cubil. La matanza debió haber sido terrible, pero

 los fabricantes del producto se encargan de que

 ese suceso no pase frente a los ojos del cliente

 que definitivamente no quiere sentirse

como Harry Truman o George Bush.

Las hormigas desaparecieron una buena temporada.

 Creí haberlas derrotado de una manera vil y despiadada

y varias noches sufrí pesadillas inenarrables.

 Soñaba que por las venas del edificio donde vivo

circulaban millones de hormigas rojas deseosas de

 salir de sus cauces y reclamar algo en lo que por

mayoría de votos le ganarían hasta a los

humanos: el derecho de gobernar la Tierra.

Por seguridad seguí colocando nuevos dispositivos

venenosos en el marco de la ventana, pero una noche

supe que yo mismo había comenzado a cavar

mi tumba. Otra vez la sed fue la que me condujo

a la revelación, sólo que esta vez al abrir el refrigerador

 no hubo accidentes, sino la constatación de un

complot perfectamente organizado en el que

 las hormigas pretendían deshacerse de mí.

Mis ojos se abrieron con pánico; en las orillas de los

 platos y las tazas guardadas en el interior del

electrodoméstico había hormigas dejando caer en

ellos pequeños trozos del mismo veneno con el que

 yo creía estarlas matando. ¿Cuánto tiempo llevaban

haciendo eso? ¿Podría eso explicar mi deplorable

 estado de salud desde hace algunos meses? ¿A

qué clase de monstruo me estaba enfrentando?

Ahora eran las hormigas quienes reían ante mí. Cerré

el refrigerador y corrí al baño a lavarme la cara.

Había una hormiga parada sobre las cerdas de mi

cepillo de dientes. Sentí pánico. Su imperio se había

extendido al resto de la casa. Me sentí observado y paranoico.

Nadie sabe cuánto tiempo han esperado para debilitarme

 y darme el golpe final. Tienen acceso a mis alimentos

 y al agua que bebo. En cualquier momento podrían

comenzar a disponer de mi voluntad y convertir mi

departamento en un santuario. He perdido las

esperanzas de que se vayan, pero pase lo que pase

 pelearé con ellas hasta el final, cuerpo

 a cuerpo si es necesario.

No me rendire
Sólo Dios sabe quién ganará.

 

 




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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: angelvioleta Enviado: 28/06/2010 00:51

Precioso20mensaje20rosa20azul.jpg PRECIOSO MENSAJE image by  syd933



 
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