Había una familia de labradores, que, como tales,
vivían y trabajaban en el campo. Los padres ya eran
mayores, y tenían cuatro hijos jóvenes. Estos se llevaban
muy mal entre ellos, y las correcciones de sus padres
no les servían de nada. Un día, los padres reunieron a los
hijos y les hicieron traer un puñado de palos y de ramas,
recogidos por el campo. Cuando les llevaron un buen
número de ellos, los ataron muy fuerte, de forma que
formaran un buen fajo. Entonces los padres pidieron a
sus hijos a ver quién era capaz de romper aquel conjunto
de palos atados. Los cuatro hijos fueron probando, pero
ninguno de ellos lo consiguió: era un fajo demasiado
grueso y demasiado fuerte para poderlo romper con la
fuerza de las manos. Tras unos cuantos intentos inútiles,
los padres desataron el fajo de palos y los fueron rompiendo
uno a uno, lo cual era fácil de hacer. Mientras iban haciendo
esto decían a sus hijos: "De este modo, hijos míos, si estáis
todos unidos nadie os podrá vencer; pero si estáis divididos
y enemistados, cualquiera os podrá hacer
daño con mucha facilidad". "La unión hace la fuerza", dice un refrán popular.
Es importante estar unidos; así podemos hacer
mucho más, y podemos ayudar y dar seguridad
y confianza a los más débiles.
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