Un frío viento de marzo danzaba al final de
una noche en Dallas cuando el médico entro
a la pequeña habitación donde se encontraba
Diana Blessing.
Aún aturdido por la cirugía, su esposo David
sostenía su m>> mientras se daban ánimo
para las últimas noticias.
Esa tarde del 10 de marzo de 1991, una serie de
complicaciones obligó a Diana, con tan solo 24
semanas de embarazo, a someterse a una cesárea
de emergencia para dar a luz a la nueva hija
de la pareja, Danae Lu Blessing.
Con 12 pulgadas y pesando solo una libra y
nueve onzas, ellos sabían que era una niña
precariamente prematura. Aun así, las suaves
palabras del médico cayeron como bombas.
"No creo que lo logre" dijo, tan
amablemente como pudo.
"Solamente hay un 10% de posibilidades de
que sobreviva la noche y aun cuando, si por
alguna escasa posibilidad lo logra, el futuro para
ella podría ser muy cruel". Pasmados e incrédulos,
David y Diana escuchaban
a medida que el doctor describía los problemas
devastadores a los que Danae se enfrentaría
si lograba sobrevivir.
Ella nunca podría caminar, nunca podría hablar,
probablemente sería ciega y estaría ciertamente
propensa a otras condiciones catastróficas como
parálisis cerebral, retardo mental y así y así....
"No! No!" era todo lo que Diana podía decir.
Ella y David, junto con su hijo de 5 años, Dustin, habían
soñado desde hace mucho con el día en que
vendría una hija para que fueran una familia de cuatro.
Ahora, en cuestión de horas, ese sueño se
desvanecía. Durante las obscuras horas
de la mañana, mientras la vida de Danae
dependía del mas delgado hilo, Diana despertó
sobresaltada de su sueño, con una creciente
determinación de que su pequeñísima hija viviría
y viviría para convertirse en una niña saludable y feliz.
Pero David, completamente consciente y escuchando
los horrendos detalles sobre las posibilidades
de que su hija dejara con vida el hospital,
mucho menos saludable, supo que debía
confrontar a su esposa para lo inevitable.
David entró y dijo que necesitaba que
hablaran sobre realizar los arreglos del funeral.
Diana recuerda "Me sentí tan mal por el porqué
estaba haciendo todo lo posible para
tratar de incluirme en lo que
estaba ocurriendo, pero yo no escuchaba, no
podía escuchar" Y dije "No, eso no va a suceder,
de ninguna manera!!! No me interesa
lo que digan los doctores, Danae no va a morir!
Un día simplemente ella estará bien y
vendrá a casa con nosotros!"
Como si la determinación de Diana le diera
deseos de vivir, Danae se pegó a la vida,
hora tras hora, con la ayuda de cada máquina
y logrando que su cuerpecito en miniatura
pudiera resistir. Pero a medida que
esos primeros días pasaban, una nueva
agonía llegó para David y Diana.
En vista de que el subdesarrollado
sistema nervioso de Danae se encontraba
esencialmente "en crudo", el mas ligero
beso o caricia únicamente intensificarían
su incomodidad,
de manera que ni siquiera podían arrullar a
su pequeña bebita contra sus pechos
para ofrecerles la fuerza de su amor.
Todo lo que podían hacer, mientras Danae
luchaba sola bajo la luz ultravioleta en su
confusión de tubos y cables, era orar
para que Dios se mantuviera cerca de su
preciosa niñita. Nunca hubo un momento
en que Danae súbitamente se fortaleciera.
Pero a medida que las semanas pasaban,
ella milagrosamente iba ganando una
onza de peso aquí y una onza de fuerza allá.
Finalmente, cuando Danae cumplió los dos
meses de edad, sus padres lograron estrecharla
en sus brazos por primera vez.
Y dos meses más tarde, aún cuando los doctores
continuaban con gentileza pero implacablemente
advirtiéndoles que sus
oportunidades de sobrevivir, mucho menos
de llevar una vida normal, estaban próximas,
Danae salió del hospital y fue a casa,
justo como su madre lo predijo.
Hoy, cinco años mas tarde, Danae es
una pequeña pero bulliciosa niña, con chispeantes
ojos grises y un inextinguible entusiasmo por la vida.
Ella no muestra ningún signo de discapacidad
mental o física. Simplemente, ella es todo lo que
una niña puede ser y más, pero este final esta
lejos de ser el final de esta historia.
Una tarde en el verano de 1996, cerca de su
hogar en Irving, Texas, Danae estaba sentada en
el regazo de su madre en las gradas de un parque
local, donde el equipo de baseball de su hermano
Dustin se encontraba practicando.
Como siempre, Danae estaba parloteando sin
parar con su madre y algunos adultos que
se encontraban sentados en un lugar cercano
cuando súbitamente guardo silencio.
Rodeando su pecho con sus brazos,
Danae preguntó "Mami, hueles eso?" Olfateando
el aire y detectando la cercanía
de una tormenta, Diana contesto "Si, huele como a lluvia"
Danae cerro sus ojos y nuevamente preguntó,
"Hueles eso?" Una vez más, su madre contesto,
"Si creo que pronto estaremos mojados, huele a lluvia" .
Aún atrapada en el momento, Danae sacudió
su cabeza, acarició sus delgados hombros
con sus pequeñas manos y en voz
alta anuncio, "No, huele a EL. Huele a Dios como
cuando uno recuesta la cabeza en Su pecho"
Lágrimas arrasaron los ojos de Diana,
mientras Danae felizmente brinco de su
regazo para ir a jugar con los otros niños.
Antes de que la lluvia cayera, las palabras
de su hija confirmaron lo que Diana y todos
los miembros del resto de la familia Blessing
siempre supieron, por lo menos dentro de sus corazones.
Durante esos largos días y noches de sus
primeros dos meses de vida, cuando sus
nervios eran demasiado sensibles para que
ellos pudieran tocarla, Dios sostenía a Danae
en Su pecho y era Su amoroso aroma
lo que ella recordaba tan bien.
Espero que esta historia haya tocado tu
corazón al igual que tocó el mío.
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