Sucedió una vez que las manos se cansaron de
llevar el alimento a la boca. “¿Qué es eso de que nosotras
estemos siempre trabajando, llevando a la boca la comida,
y ella venga a comer sin trabajar nada? ¡Ya estamos
hartas!” Y tal y como lo pensaron lo hicieron: se declararon
en huelga y ya no llevaban ningún alimento a la boca.
Pero muy pronto el estómago reclamaba su alimento, los
pies empezaban a flojear por falta de fuerza, y las mismas
manos ya no podían aguantar las cosas, porque también les
faltaban las fuerzas. Entonces se dieron cuenta de que aquello
que daban a la boca, esta lo devolvía en forma de
fuerzas, de energía y de alegría de vivir. Sería absurdo que en el cuerpo humano alguna de las
partes -como en este ejemplo- se quisiera apartar de las
otras y hacer la vida por su cuenta: todas las partes se
necesitan, cada una cumple su función, en beneficio de
las otras, y no puede estar separada. Sería fabuloso
que entendiéramos que lo mismo puede pasar entre
las personas, y también, por lo tanto, entre nosotros.
Todo lo que aportamos en beneficio de los demás (llamémosle
participación, solidaridad, colaboración) es también en
beneficio nuestro. Hay mucha diferencia entre grupos
de personas, o entre diferentes clases de un colegio,
si en un lugar la gente aporta, participa y se implica y
en el otro no. La diferencia es el buen o el mal ambiente
que se crea, las pocas o las muchas ganas de estar juntos,
la poca o la mucha ilusión con que se vive. Si cada uno
tira por su lado, está asegurado un mal ambiente; si cada
uno cuenta con los otros, se asegura un clima de mucha
más ilusión y de ganas de vivir, y esto nos beneficia a
todos. ¿Eres una persona que piensa en los demás, o una
persona egoísta que sólo piensa en ella misma? Tu
solidaridad en los asuntos de todos ayudará a que todo
el mundo (no sólo tú) viva con más ilusión.
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