Como ser humano, lo más probable es que hayas tenido tu parte de sufrimiento. Quizá tengas cicatrices emocionales de heridas pasadas, o sientas que te estás perdiendo algo en la vida, o pienses que has sido tratado injustamente.
A pesar de los traumas pasados, todos tenemos momentos en los que nos olvidamos del dolor y nos sentimos:
Esperanzados.
Felices.
Llenos.
Después de hablar sobre sus problemas, a menudo se daban cuenta de que los problemas desaparecían. O al menos se habían reducido considerablemente. En definitiva, el vacío se había disipado.
Puedes haber experimentado lo mismo cuando hablas con tu maestro, o con un buen amigo. Puedes también haber sido quien ha ayudado a los demás a enfocarse en la Luz –durante un minuto, o una hora– cuando acudieron a ti con problemas y tú les escuchaste.
El inconveniente es que nadie puede levantar la cortina de oscuridad estando solo. Cuando estamos solos, es todo lo que vemos. Necesitamos un segundo par de ojos para que nos muestre la Luz. Mañana puedo ser yo la persona que ayude a otra a eliminar la cortina, pero ayer necesitaba ayuda para levantar la mía.
Una vez que vislumbramos la Luz por un momento, a partir de entonces nos es más fácil ver más allá de la oscuridad. Hay infinitas oportunidades de agarrarnos a esta esperanza.
Esta semana, pide al universo que te envíe personas que necesitan Luz. Ayuda a alguien más a levantar la cortina. Y está dispuesto a que otra persona te ayude a levantar la tuya.