Tenemos
que diferenciar entre las agresiones esperadasy aquellas que nos toman por
sorpresa
sin darnos tiempo a organizar una defensa útil.
Las primeras permiten la
defensa estructurada y de acuerdo con la resonancia que tengan
en nuestro
mundo interno será la respuesta.
Si dentro nuestro sentimos culpa por algo
que tenga que ver con la agresión recibida,
seguramente la respuesta será
poco adecuada.
Nos enojaremos o sentiremos vergüenza, en fin, una
infinidad de sentimientos
encontrados que no nos permitirán ubicarnos
adecuadamente en la situación
y nos quedaremos frustrados por nuestra
propia inhibición.
Caso muy diferente es
cuando, sorpresivamente, surge una agresión inesperada que nos descoloca.
Necesitamos entonces un tiempo para organizar una respuesta que nos libere
de esa sensación
de haber sido intrusivamente parasitados por otro sin
esperarlo ni solicitarlo.
Esto creará un estado momentáneo de
indefensión.
De acuerdo con la
intensidad de la agresión, a nuestro carácter y al mundo interno
será la
posibilidad y la velocidad de reacción.
Por otra parte, quedarse dura o no
reaccionar a tiempo no es más que actuar como un ser humano.
Sobre todo
hay que aceptar nuestras posibilidades e imposibilidades y no funcionar en
espejo,
respondiendo de acuerdo con la agresión recibida y no a nosotros
mismos.
No hay que olvidar que
para pelearse hacen falta dos, y que la necesidad
de detentar el poder nos
lleva a peleas inútiles. A veces es mejor callarse y dejarlo pasar si eso
no compromete nuestra autoestima ni es una constante respuesta frente a
otro.
Las respuestas que se
suscitan entre las peleas con hombres o mujeres no creo que sean
diferentes,
pero nuevamente dependerá del tipo de relación que se
estableció
desde el inicio con los diferentes sexos.
Si la mujer ha vivido
en un ambiente machista, es posible que su respuesta frente al hombre
sea
de sometimiento y sumisión.
Sin embargo, no olvidemos que hay madres muy
estructuradas que exigen
un alto grado de sometimiento a sus hijas y
logran el mismo resultado.
En cuanto a la enseñanza
que se les debe dar a los niños para que aprendan a defenderse,
creo que
el ejemplo de lo que sucede entre los padres, en la casa y en la sociedad
de amigos
es la mejor de las enseñanzas.
Si los padres son amigos o
compañeros de sus hijos, se saben defender y defienden a sus hijos,
éstos
aprenderan a defenderse.
Por lo contrario, si viven atemorizados frente a
sus progenitores, el miedo no los ayudará
a establecer buenas defensas en
su vida futura.
El mejor aprendizaje es el ejemplo que permita una
identificación adecuada.
* Miembro en función
didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina
. Miembro de la
Asociación Psicoanalítica Internacional.