Las ceremonias litúrgicas de ese día comienzan con la
bendición de las palmas y ramas de olivo o laurel que
llevan en sus manos los fieles,
rememorando el pasaje evangélico.
Durante la ceremonia de la misa se da lectura al
relato completo y dramatizado de la Pasión.
Para darle mayor fuerza, suelen hacerlo entre tres
personas:
uno (el sacerdote celebrante) leerá las partes de
Cristo,
otro (el Sanedrín) leerá las líneas de los demás
personajes
y uno tercero (el Cronista) hará de narrador.
Los ramos no son algo así como un talismán o un
simple objeto bendito,
sino el signo de la participación gozosa en el rito
procesional,
expresión de la fe de la Iglesia en Cristo, Mesías y
Señor,
que va hacia la muerte para la salvación de todos
los hombres.
Por eso, este domingo tiene un doble carácter, de
gloria y de sufrimiento,
que es lo propio del Misterio Pascual.
Los días que van hasta el Jueves Santo pertenecen
al tiempo cuaresmal,
pero están caracterizados por los últimos
acontecimientos de la vida del Señor,
con exclusión de otras celebraciones.
En la mañana del Jueves Santo (o en otro día
cercano), el obispo celebra,
junto con su presbiterio, la Misa Crismal o de los
Santos Oleos,
en la que se bendicen los óleos que se usarán para la
celebración de los sacramentos
