CARTA A LOS JÓVENES Lo que necesitas …¿es amor?
Carla no puede leer esta carta porque sólo tiene cuatro años. Pero, tú con catorce o más, igual sí que entiendes lo que voy a escribir. Sobre todo, si te ocurre que las cosas en casa ya no son como antes. Te tengo que decir que la niña de la que te hablo, lo está pasando mal. Desde hace un año sus padres se han separado, y no logra entender lo raro que son los mayores. ¿Es que ya no os queréis?, suele preguntar Carla inoportunamente.
¿Cómo será Carla? Pero lo que más le fastidia es que papá ya no vive en casa, y que no salen de paseo juntos los tres como antes. Por eso, muchas veces se enfada y otras no dice nada, de triste que está. Me pregunto cómo será Carla cuando tenga 16 o 18 años. ¿Creerá en el amor? ¿Habrá encontrado una amiga o amigo de verdad con la que hablar de tantas cosas? ¿Qué pensará de Dios y de esos mayores que tanto hablan de Él? Y así, otras cosas. Como no soy adivino, no puedo responder a estas preguntas, pero seguro que a Carla le vendría muy bien ahora una piruleta. Pero no una piruleta cualquiera. Una piruleta con forma de cosquilla o de achuchón, para decirle sin palabras que la vida sabe dulce, aunque a veces no lo parezca. El asunto es quién se la da. Porque la piruleta del cariño no la puede regalar cualquiera. Solo surte efecto si nos la regala la persona oportuna. Por eso que hay cosas que no se pueden arreglar así por así.
Sin la bufanda del cariño Tengo la sensación de que hay muchos niños y jóvenes como Carla. No sabéis a qué jugamos los mayores. Y menos aún comprendéis por qué jugamos con ciertas cosas tan importantes como son la familia, los hijos, el amor. Estáis tristes. Y para colmo, ¡los adultos nos quejamos de cómo sois! Creo sinceramente que estamos cometiendo muchos errores, pero ninguno tan grave como el de dejaros con lo puesto. Con muchas cosas, pero sin la bufanda de los besos y el cariño. Igual es por eso la cantidad que hay de niños y adolescentes casi muertos del alma; con escasa confianza en sí mismos, en la bondad de las personas, incrédulos de todo lo que contamos los adultos.
Algo que aprendió Juanito Bosco No sé cómo será tu familia. Pero por si te pasa algo parecido, quisiera recordarte algo que aprendió Juanito Bosco siendo niño. “Nadie es huérfano en esta vida, porque Dios es nuestro Padre”. Sabes que él tampoco tuvo padre, pero aprendió a confiar en Dios. Y Dios le regaló el milagro de poder confiar en sí mismo y en aquellos sueños que tenía de ser alguien y ayudar a los demás. Por eso, querido amigo/a, si te pasa que tú también estás triste y un poco acatarrado del corazón, cierra los ojos de vez en cuando, y quédate a solas con Dios. Cuéntale tus cosas; ésas que nadie más sabe, y escúchale. Sólo Él te puede dar ese achuchón que otros, aunque quisiéramos, no podemos. Con cariño Desconozco autor.
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