CLAUDE MONET
es el padre del impresionismo,
pero no mucha gente está al tanto de la pasión que tenía
por los jardines.
En 1883 se instaló con su familia en la localidad deGIVERNY
EN NORMANDIA FRANCIA
y de ahí en más su amor por las flores y plantas
se convertiría en su
obsesión,
a tal punto de convertir su casa en un cuadro viviente.
La casa está separada por una larga avenida,
repleta de las más hermosas flores del planeta.
Monet lo transformó en un jardín lleno de
asimetrías y perspectivas,
que luego pintaba en sus cuadros.
El pintor-jardinero perseguía con su pincel y su amor
por las flores
la perfección de las luces y los colores,
lo que lo llevó a cabo tanto
en sus lienzos
como en la vida misma,
convirtiendo esta antigua casa en
un
paraíso terrenal.
A tal punto llegaba esta obsesión,
que 10 años después de haberse
mudado allí
compró un terreno lindante con la casa.
El prefecto de la
ciudad le permitió utilizar agua del
RIO EPTE
para poder realizar su pequeño estanque.
Para Monet, este
paisaje daba “un motivo para pintar”.
Entre su casa original y esta nueva instaló un puente japonés,
que
con el correr de los años se convirtió en lo más hermoso del lugar.
Se
encuentra lleno de sauces llorones, un bosque de bambú y ninfeas llenas de flores.
Durante la segunda guerra mundial
los Jardines de Monet
sufrieron grandes daños.
En 1980 fueron restaurados y abiertos al
público.
Hoy en día se puede visitar el interior de la casa y
deslumbrarse
con las pinturas del francés.
Tanto la casa como el jardín
pueden visitarse
desde abril hasta octubre,
Sin dudas, imperdible.
kris