¡Me buscas, Señor!
Sales a mi encuentro y sin yo buscarte, Jesús,
haces que pronuncie tu nombre,
que descubra en tu Corazón, universal y limpio,
los mejores ideales que el mundo necesita:
Paz y justicia, perdón y reconciliación,
apertura y respeto, entrega y sencillez.
¡Me buscas, Señor!
Y lo haces desde el corazón;
sin tapujos ni medias tintas, sin pedirme nada a cambio.
Sólo, Señor, quieres reinar en mí.
¿Por qué tantas resistencias?
¿Por qué prefiero ser vasallo del mundo
a ser rey en un Reino que me espera contigo?
¿Por qué me fío de palabras que son mentiras
y doy la espalda a las tuyas que son ciertas?
¡Me buscas, Señor, y lo haces con tu Corazón!
Me amas y, no siempre, lo siento.
Me perdonas y, a menudo, no soy agradecido.
Me acompañas y, constantemente, me siento solo.
Me hablas y, el ruido del mundo, me convierte en sordo.
¡Me buscas, con tu Corazón!
En ese lugar donde es una cita de encuentro
entre Dios y el hombre,
entre el cielo y la tierra,
entre lo humano y lo divino,
entre el pecado, y Tú fuente de la gracia.
¡Me buscas, con tu Corazón, Señor!
No permitas Jesús que, una vez abrazado a Ti
me aleje de tu camino.
No permitas Jesús que, una vez abrasado en Ti,
me deje quemar por otros fuegos demoledores.
No permitas Jesús que, una vez unido a Ti,
nada ni nadie nos separe.
Que sea tu Corazón, alimento de mi fe.
Que sea tu Corazón, sangre de mi caridad.
Que sea tu Corazón, agua de Vida Eterna.
Que sea tu Corazón, sabiduría y ciencia de Dios.
Que sea tu Corazón, una llamada a renovar
mi fe y mi esperanza, mi ilusión y mi confianza,
mi cristianismo y mi compromiso con tu Iglesia.
¡Me buscas, con tu Corazón, Señor!
Y a veces, el mío, está excesivamente distraído.
Búscame, Señor, y no dejes nunca
de interesarte por mí, Señor.
P. Javier Leoz