ADULTERA
Tienes como Luzbel, formas tan bellas que el hombre olvida al verte, enamorado, que son tus ojos negros dos estrellas veladas por la sombra del pecado.
Y no turbas, hipócrita el reposo del pobre hogar con que tu falta escudas, porque a besar te atreves al esposo, como besara a Jesucristo Judas.
¡Aún sus flores te da la primavera y ya tienes el alma envilecida!… Ya llegarás a ver, aunque no quieras, el horizonte oscuro de tu vida.
Desdeñas los sagrados embelesos del casto hogar de la mujer honrada; y audaz ostentas al vender tus besos las llamas del infierno en tu mirada.
Manchas el suelo que tu planta pisa y manchas lo que tocas con la mano; te dio Lucrecia Borgia su sonrisa y Mesalina su perfil romano.
Brota el deleite de tus labios rojos; se aparta la virtud de tu presencia; porque más negras, más negra que tus ojos, tienes, mujer, el alma y la conciencia.
Rosas de abril parecen tus mejillas; mármol de Paros, tu ondulante seno; más… ¡Ay!, que tan excelsas maravillas son de barro nomás, nomas de cieno.
Reina del mal: tú tienes por diadema la infamia, que con nada se redime; el pudor es un ascua que te quema, el deber es un yugo que te oprime.
Tienen las gracias con que al mundo halaga precio vil en mercancías repugnantes, y te envaneces de cubrir tus llagas con seda recamada de brillantes.
En este siglo en que el honor campea no te ha de perdonar ni el vulgo necio; hieren más que las piedras de Judea los dardos de la burla y el desprecio.
Mañana, enferma, pobre, abandonada, de la mundana compasión proscrita, el honor, cuando mueras humillada, sobre tu fosa escribirá… «¡Maldita!…»
JUAN DE DIOS PEZA
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