El número de personas que han tenido experiencias con ángeles es muy superior al que a primera vista podría pensarse. El Dr. H.C. Moolenburg, pionero de la moderna literatura sobre ángeles, efectuó en 1982 una encuesta entre 400 de sus pacientes, preguntándoles directamente si alguna vez en su vida habían visto un ángel. Treinta y una de tales personas, es decir un 7,75% contestaron afirmativamente. Y ello sin incluir a los que estaban seguros de haber tenido encuentros con ángeles, sin verlos realmente. Entre estos, aquellos que fueron salvados de forma inexplicable con motivo de diversos accidentes, los que tuvieron experiencias extracorpóreas cercanas a la muerte y otros que manifestaron haberse sentido extrañamente impulsados por algo o alguien, a dirigirse a algún lugar o a realizar algo que luego modificó sustancial y favorablemente el curso de sus vidas. El Dr. Moolenburg, eliminó posteriormente a todos los casos en los que el sujeto no había estado plenamente consciente durante su visión, ya fuera ésta en sueños, bajo el efecto de la anestesia o en estado de coma y también a quienes no vieron con sus ojos al ángel completo – vieron sólo unas manos, las alas, lo oyeron o lo percibieron de algún modo ajeno al sentido de la vista -, además, tampoco se consideró los casos en los que el supuesto ángel no se mostró con una forma claramente humana, por ejemplo cuando fue percibido como un resplandor o una luz brillante. Tras esta exhaustiva y minuciosa criba, quedaron todavía 6 casos ya prácticamente inobjetables, es decir, el 1,50 % de la población entrevistada. Para muchos que, como yo, nunca han visto un ángel, el porcentaje del 1,50 % podría parecer todavía elevado, sin embargo la encuesta del Dr. Moolenburg fue efectuada de la manera más minuciosa y “científica”. Los sondeos realizados por mí, con motivo de este trabajo, me han evidenciado que o bien las cifras dadas por el Dr. Moolenburg son de una prudencia extrema, rayana al escepticismo, o las manifestaciones angelicales en el plano humano se han incrementado mucho desde 1982 a la fecha.
Aunque, la mayoría de las personas que han tenido este tipo de vivencias suelen mostrarse reacias a hablar de ello, unas veces por miedo al ridículo y otras por una comprensible reticencia a exteriorizar un episodio de sus vidas muy íntimo y trascendente. En cuanto al perfil psicológico de tales personas, no he sido capaz de discernir ningún rastro común, como no sea el hecho de que todas parecen poseer una intuición bastante fina y desarrollada. Sin embargo, el que podamos o no experimentarlos mediante nuestros sentidos físicos es algo que carece totalmente de importancia. El hecho es que ellos están continuamente aquí, a nuestro lado, ayudándonos y guiándonos de mil maneras insospechadas, deseando en todo momento conectarnos con ese plano más elevado de la realidad que llamamos el cielo y al mismo tiempo, dispuestos siempre a hacer todo lo posible para que seamos más felices aquí en la tierra.
Ellos saben que el estado natural de la vida es la alegría, la felicidad, la risa y la belleza, cualidades de las que nos solemos, invariablemente, apartar en cuanto dejamos atrás la infancia. Todas ellas son cualidades del cielo, que es el reino de los ángeles. Su labor es precisamente acercarnos a ese reino, siempre que nosotros queramos y estemos dispuestos a aceptarlo.