Todo empieza alrededor de los cuarenta años. De pronto, los brazos se te quedan cortos para leer el periódico. Te parece que la letra de los prospectos de los medicamentos es cada vez más pequeña. Te resulta imposible enhebrar una aguja. Si ves bien de lejos, pero empiezas a ver borroso de cerca, lo más probable es que tengas presbicia, o lo que es lo mismo, vista cansada. Antes de empezar a pensar en qué tipo de gafas vas a comprarte, prueba a seguir estos consejos que pueden ayudarte a ver mejor (te conviene hacerlos incluso si ya te has comprado las gafas).
Cerca y lejos. En parte, el problema del envejecimiento de los ojos se debe a que el cristalino se va haciendo menos flexible con el paso de los años. Si ejercitamos los músculos que controlan el diafragma, podremos retrasar algo esa falta de nitidez visual. He aquí una forma de hacerlo: recorta titulares de periódico de tamaño decreciente; toma el de mayor tamaño y manténlo a unos 30 centímetros de la cara (puedes pegar el titular en un lápiz, para hacerlo más fácil); vete acercándolo a la nariz, enfocando la vista en las letras; vuelve a alejar el recorte de la cara. Repite el procedimiento con cada uno de los recortes, hasta acabar con el más pequeño. Si persistes, podrás llegar a leer hasta la letra más pequeña de las etiquetas.
Sigue el pulgar. Estira el brazo derecho y levanta el pulgar. Mueve el pulgar en círculos y luego en ochos, acercándolo y alejándolo de la cara. Sigue siempre el dedo con los ojos.
Cambio de enfoque. Si te pasas mucho tiempo delante del ordenador con los ojos fijos en la pantalla, los músculos de los ojos pueden quedársete “trabados” temporalmente. Por eso, cada 10 minutos, cambia el enfoque, mirando unos segundos a un objeto situado a 2 ó 3 metros, luego a un objeto situado a un metro y finalmente de nuevo a la pantalla. Repite el ejercicio tres o cuatro veces.
Luz potente. A los sesenta años, necesitamos una luz 6 veces más potente que la que usábamos a los veinte años para realizar las mismas tareas. Con luces más intensas, las pupilas se hacen más pequeñas y la visión es menos borrosa. A la hora de elegir una lámpara, opta por bombillas incandescentes de alto voltaje; permiten una mejor visión que las lámparas fluorescentes.
Al elegir las gafas. La única pega de las gafas de “probar y llevar” que se venden en las farmacias es que tengan distorsiones. Para averiguarlo, sostén las gafas con el brazo extendido y mira a través de ellas mientras vas moviéndolas en círculo. Si ves la imagen desenfocada, elige otras. Si las gafas de usar y tirar te dan dolor de cabeza o te cansan la vista, no dudes en acudir al oculista para que te recete unas “ a medida”.
Alimentar la visión. Si tienes presbicia, te conviene prevenir otras enfermedades oculares que podrían reducir aún más la visión. La mejor forma de hacerlo es mediante visitas regulares al oculista y a través de una dieta sana y equilibrada. Un estudio de la Universidad de Harvard ha comprobado que una dieta que contiene buenas cantidades de alimentos ricos en vitaminas E, C, A, betacaroteno y vitaminas del complejo B ayuda a prevenir problemas como las cataratas, la degeneración macular, el glaucoma y la conjuntivitis.