LA MUERTE
Cuando una madre ve a su hijo agonizando, o cuando muere un niño pequeño, o cuando desaparece un padre o una madre, dejando una familia entera sin sostén, sin apoyo, viene alguien y por todo consuelo le dice a los adoloridos: “Esta es una prueba que manda Dios. Hay que resignarse ante la voluntad del Padre”. Ya tú sabes que ésas son blasfemias que indican fe en el mal y creencia en un Dios cruel, inventado por la mente de los hombres.
Primeramente, ya saben ustedes que la muerte no existe, sólo se está cambiando de modo de vivir. Es sólo una de tantas miles de mudanzas que efectúa el ser humano en el proceso de su evolución. Cuando la familia crece, la casa resulta pequeña, y se mudan para una más grande. Cuando un par de zapatos se pone inservible, se dejan y se usan otros nuevos. Ya aquella casa y aquellos zapatos cumplieron su misión: y esto es la muerte. El término de una misión. No me dirán ustedes que un niño muere porque se vuelve inservible o porque ha aprendido lo que vino a aprender. No me dirán que un joven de 24 años está usado, gastado, viejo y que no sirve; ahora es que comienza su misión. La voluntad de Dios es que el ser humano termine de cumplir su misión y que llegue a término gozando de todas sus facultades, fuerte y sano. Ni a Dios ni al hombre le es de ninguna ventaja que uno desperdicie una gran parte de su estancia en la Tierra, sordo, medio ciego, feo, en ese estado innecesariamente desagradable que se llama “la vejez” o “senilidad”. Dios tampoco quiere que se tronche, se interrumpa o se malogre el propósito de una vida. Habrán notado ustedes que cuando desaparece una persona muy anciana, nadie se hunde en la desesperación. Aquella muerte no produce sino una emoción dulce, cariñosa, acompañada hasta de una sonrisa tierna, los hijos del que se va tienen sus vidas desbordantes con sus propios intereses, apenas sienten nostalgia por el viejecito o la viejecita; y al terminar de enterrarlo todo el mundo reanuda su vida sin mayor conmoción. Ese es el ideal. Esa sí es la voluntad de Dios; que los seres queridos se separen sin desgarramiento, sin sensación de terrible vacío, y que sólo queden recuerdos gratos, además de ciertos contentos de que el que se fue pasó a mejor vida.
En lugar de desperdiciar poder y energía, temiendo que muera un hijo, una madre o esposo (y que es la manera más segura de verlo suceder) hay que emplear esa energía en decir: “PUES YO NO QUIERO QUE MUERA NINGUNO DE LOS MÍOS HASTA QUE TERMINE DE CUMPLIR SU MISIÓN”. HÁGASE LA VOLUNTAD DE DIOS, GRACIAS PADRE, QUE YA ME HAS OÍDO”.
Y cada vez que la idea se ofrezca a la mente, decirle: “NO, GRACIAS, NO TE NECESITO. CONOZCO LA VERDAD”, como quien despide a un vendedor inoportuno que llega a la puerta. Este es el conocimiento de la Verdad que libera, es lo que se llama “Fe”. Ya ves tú por qué muere a destiempo un ser, y por qué no puede morir si alguno de los que lo rodean tiene fe. Si logra entrar un metafísico al cuarto del enfermo, las vibraciones positivas de su pensamiento cambian la polaridad negativa que impera en la habitación; porque la luz siempre domina la oscuridad; porque el positivo domina al negativo; porque el Bien domina al mal; porque la verdad desvirtúa la mentira. Él sabe que aquella vida es valiosa y que Dios no quiere que sea tronchada. Lo primero que hace es recordar las palabras que nos dejó Jesús: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra” y con la fe del que conoce la Verdad, lo declara y el enfermo se cura. Ustedes preguntarán lo que preguntan todos los principiantes: ¿Y si tiene una enfermedad incurable? ¿Y si ha sufrido un accidente que le ha dañado un órgano vital? ¿Y si no sobrevive a lo que se le haga?
Primeramente, aún la religión ha enseñado hasta la saciedad que “para Dios no hay nada imposible”. Esto ha de tomarse en serio, quiero decir textualmente, que para el poder espiritual un órgano destruído o un mal de los llamados “incurables” representan obstáculos únicamente para los humanos. Son menos que nada para la Vida. Ella es indestructible, y está previsto que ella se repara ella misma, si las mentes humanas no le cierran el paso con sus falsas creencias. El polo negativo también es de Dios; todo es de Dios. Contra el libre albedrío no actúa ni Dios mismo; y si tú prefieres situarte en el polo negativo tendrás todo lo que a él pertenece. Al polo positivo pertenece la sonrisa. Al negativo pertenece el ceño fruncido. Si quieres cambiar de polo en plena manifestación negativa, sonríe, declara el Bien presente, bendícelo y dile al negativo “NO TE QUIERO VER”. Eso es todo, y verás transformarse lo negro en blanco, lo triste en alegre, el mal en bien. Pruébalo. En la mayoría de los “milagros” que hacía Jesús le decía al paciente: “tu fe te ha salvado” y lo demostraba, desde sanar una llaga, movilizar a un paralítico, dar la vista a un ciego, y por último, resucitar muertos. No ya órganos destruidos o males diz que “incurables”, sino muertos, muertos, muertos, ya en la tumba malolientes, como Lázaro. Manifestando así que para la fe no existe lo “imposible”. Los discípulos le preguntaban a Jesús lo mismo que preguntan ustedes a veces: “¿Por qué no se me dio tal y cual cosa cuando yo hice todo lo que tú me dijiste que hiciera?”. Y él les respondía: “Por vuestra poca fe”. Nunca dijo que porque él era el Hijo de Dios y los demás no; sino lo contrario. Dijo: “SOIS DIOSES”, Y DE CIERTO OS DIGO QUE SI TUVIÉREIS FE COMO UN GRANO DE MOSTAZA DIRÉIS A ESE MONTE, PÁSATE DE AQUÍ ALLÁ Y SE PASARÁ. Y NADA OS SERÁ IMPOSIBLE”. Tampoco regañaba a nadie por no tener fe, porque él sabía que la fe viene con el conocimiento. Les explicó por qué no podían hacer los milagros que él hacía; y les dijo: “TODAS ESTAS COSAS QUE YO HAGO, LAS HARÉIS VOSOTROS TAMBIÉN, Y COSAS MAYORES AÚN”.
No sé qué otra interpretación se le puede dar a algo tan categórico y tan claro. Jesús enseñaba metafísica. La prueba es que todo el que estudia metafísica hace “milagros” como Jesús. Ahora dirán ustedes que muchas veces se manifiestan milagros a personas que no conocen un ápice de metafísica. ¡Claro está! No se necesita sino tener fe. Esa fe que llaman “ciega” y que sin embargo produce resultados, es simplemente que el paciente sitúa su pensamiento en Dios o en alguna entidad, en un santo, o en el Cristo, o en el plano espiritual; y al mismo tiempo siente la confianza que ha puesto en él. Confía, su ansiedad se relaja. Calla y espera. Te he visto y te he escuchado innumerables veces protestar “¡pero si yo estaba seguro, segurísimo de que esto me iba a resultar, y nada!” ¿Seguro? Segurísimo. ¿Con los músculos tensos? ¿Contándole a todo el que se te acerque el mal que estás segurísimo de curar? La diferencia es sutil pero creo que me habrás comprendido. Cada vez que Jesús sanaba a alguno le decía: “Vete y no se lo digas a nadie”. Esto no era por modestia, sino porque formaba parte de la técnica. El pollito no revienta su cáscara hasta que está completo, con plumas y todo. Tú no sacas una gelatina de su molde hasta que está firme. “Cómo es abajo es arriba”. Toda creación atraviesa siete etapas antes de manifestarse en lo exterior. Estas etapas son a veces recorridas en un centésimo de segundo, dependiendo del poder espiritual del que las ejecuta. Si su comprensión y sus conocimientos son grandes como en Jesús, la manifestación es instantánea y significa que las siete etapas se sucedieron con velocidad atómica; pero si es un principiante en la ciencia espiritual, las etapas toman, a veces, hasta años en cumplirse. Las palabras son pensamientos hablados. Son vibración de sonido, por la vía de ellas se dispersa la energía, y en este caso, se le resta impulso a la manifestación. Los estudiantes o principiantes deben frenar el deseo de comentar los “tratamientos” que estén haciendo; los que piensen hacer y los que acaban de hacer; hasta que la demostración esté muy segura, muy firme. En el hebreo antiguo, se le decía “El Sabát” a la última etapa creadora (cuando surge una demostración y se sabe que el trabajo ha terminado). Esa palabra dio origen a nuestro “Sábado”. En la Biblia, desde Génesis hasta San Juan, dice que en el Sabát cesa todo trabajo. La creación está descrita como habiendo ocurrido en siete días (o sea las siete etapas que he mencionado más arriba) y que en el “Sabát” Dios descansó de su obra, o sea en el séptimo día. La psicoterapia está descubriendo lo que la metafísica conoce desde siempre: la relación que hay entre las ideas de los humanos y sus males físicos. Aún la medicina general tan reacia a reconocer lo mental-espiritual, ha llegado a ver en las preocupaciones, la causa de la úlcera y los infartos. No tardará mucho en descubrir que los resentimientos y el remordimiento son cultivos que producen cáncer. Los sentimientos reprimidos por temor de pecar o de ofender, así como la conciencia de culpabilidad, causan parálisis, artritis y alergias. La materia es la esponja que absorbe todo lo que el hombre no desea que salga al exterior.
Hay un tipo de sentimiento que es demasiado fuerte y violento para que ninguna materia humana lo pueda soportar, y es lo que llamamos el “negativo abstracto”. Por ejemplo: el odio desenfrenado de una raza contra otra; de una nación hacia otra, etc. A veces se desahoga por medio de una guerra y ambos lados se destrozan, se empobrecen; pero mientras tanto, hay “mala sangre” que tiene que buscar una salida; que no puede materializarse en la sutil y refinada contextura del cuerpo humano porque pertenece a una región inferior, y que encuentra por fin su asilo en formas inferiores: en las bestias salvajes, el león, el tigre, las serpientes venenosas, los insectos ponzoñosos, las espinas dañinas de ciertas plantas, y bajo tierra! Por contra, hay sentimientos y pensamientos tan elevados, tan espirituales y bellos que tampoco encuentran formas en la materia por ser ésta grosera en comparación; y que planean, como quien dice, siempre a la orden de quienes las han creado. Este, el “positivo abstracto” se encarna con todo lo bello que encuentra; en los copos de nieve con sus formas geométricas, en las flores, perfumes, etc.; hasta donde lo soporte la vibración material. Ahora, no hay ser humano algo adelantado que no se haya extasiado, aunque no sea sino una vez, ante un paisaje, una puesta de sol, un cuadro evocador, una bella flor, un niño, un rostro amado, un poema, una música, un color, o un pensamiento leído. Estas emociones con sus pensamientos acompañantes son puros, sin malicia, desinteresados, hechos de sensibilidad y de amor. No hay nada en el plano físico que los pueda encarnar; sin embargo son “creaciones” de los hombres y toman forma viviente. Se convierten en entidades poderosas. A estas entidades bellas, luminosas, potentes, las llamamos “ángeles”, y hay seres humanos que poseen legiones que están al mandar de sus dueños y creadores. A éstos se refería Jesús, cuando dijo: “Haceos tesoros en los cielos, que no se agoten, donde ladrón no llega ni la polilla destruye. (Ver el Derecho de conciencia en el Mandamiento “No robarás”). ¿Has oído decir “las plegarias de las madres llegan al trono de Dios”? La gente considera que ésta es sólo una forma poética. No significa lo que expresa. Es decir que cuando el amor de una madre es desinteresado, sin egoísmo, ellas viven produciendo formas angélicas y dirigiéndolas hacia el objeto de su ternura. Cuando su cariño está impregnado de temor y angustia, la forma ya no es angélica sino distorsionada. A veces se torna diabólica y produce lo que ella teme. El niño se enferma, sufre accidentes y también muere prematuramente. La pobre no sabe y cree que es la voluntad de Dios. Ella sufre sus torturas resignada, y de allí que el símbolo humano de la madre es María con su hijo muerto en sus brazos, y el nombre de María significa “MAR” (amargo). Nada de esto es necesario: No representa la Verdad. Para proteger a quien sea contra nuestros propios conceptos y falsas promesas, los metafísicos hacemos tratamientos en los términos siguientes:
“DE ACUERDO CON LA VOLUNTAD DE DIOS, YO NO QUIERO QUE NINGUNO DE MIS SERES QUERIDOS SUFRA ENFERMEDADES, INARMONÍAS, ACCIDENTES, NI QUE MUERA ANTES DE HABER CUMPLIDO SU COMETIDO EN ESTE MUNDO”;
por lo tanto no habremos nunca de sufrir, ni ellos por mi desaparición, ni yo por la de ellos. Esa es la Ley de Dios y yo me amoldo voluntariamente a ella. Gracias Padre por tu grandeza”. Si te sientes capaz de entender tu pensamiento para incluir a otros que no sean de tu círculo familiar inmediato, mejor. De ahora en adelante no tendrás que temer jamás el dolor de la muerte, ni tuya ni ajena. Por lo general, la gente rechaza violentamente, o con terror, una idea de muerte. Esto es contraproducente. Cuando la idea se ofrezca, o sea, que se presenta a la mente, todo lo que hay que hacer es decirle con toda calma pero con firmeza: “NO, GRACIAS. NO ME ERES NECESARIA. CONOZCO LA VERDAD”, y luego proceder a pensar en otra cosa.
La idea que viene así sin provocación, no es tuya. Es un pensamiento ajeno que flota, que entra y sale, o que pasa a través de ti, porque la errónea interpretación de la muerte está tan generalizada y es tan antigua, que toda la raza está paralizada en esa idea. Por esto dijo Jesús: “El último enemigo a vencer es la muerte”, o sea, la idea de la muerte. Nadie quiere morir. Le tienen miedo, y por lo mismo mueren antes de tiempo. La vida ha sido recortada por el temor; de novecientos años que vivieron los patriarcas, a noventa que es el lapso que se vive hoy. Raros son los casos de cien años o más. Estos son de temperamento plácido. Tenemos el derecho inviolable de conservar todas nuestras facultades y todos nuestros órganos intactos, tanto tiempo como nos sean necesarios; y como en todo momento nos son necesarios mientras vivamos en un cuerpo físico, tienen que servirnos al máximun de capacidad hasta el mismo momento en que pasamos al plano incorpóreo. NO ES VERDAD que haya que perder vehículos e instrumentos tan indispensables como los dientes, el oído, la vista, los pies, las manos, los órganos vitales, en fin, todo el equipo humano. Este es un universo inteligente y no sería inteligente fabricar un automóvil sin ruedas, un televisor sin pantalla, un teléfono sin bocina, etc., etc. “Como es abajo es arriba”. De ahora en adelante cada vez que tu anatomía quiera manifestar algún desperfecto: así como cada vez que te venga una de esas ideas erradas de temor a perder o dañársete una facultad dirás cortesmente, pero con firmeza: “NO. NADA DE ESO. NO QUIERO. TÚ EXISTES PARA MI CONVENIENCIA, PARA SERVIRME, Y DIOS NO HACE UNA IDEA IMCOMPLETA. GRACIAS, NO LO NECESITO, NO ME SIRVE PARA NADA UNA IDEA TAN ABSURDA”. Este pequeño regaño no va, sino para tu propia conciencia, tu subconsciente, al cual le diste en el pasado una orden que él está cumpliendo; pues la materia no tiene ni voz ni voto. Ella no sabe nada. Es únicamente un vehículo, una cosa. No hay por eso que despreciar ninguno de los canales que nos proporciona el espíritu divino. LA MEDICINA ES UN CANAL Y UN RECURSO PREVISTO PARA AQUELLOS QUE DESCONOCEN LA VERDAD. Si tu fe no se ha establecido aún, debes aprovechar con todas las ventajas y todas las armas que tienes a la mano. Al mismo tiempo, como la materia y el espíritu no se pueden divorciar, hay elementos materiales que el espíritu utiliza en un momento dado, como hay elementos espirituales que la materia recibe con ventaja. Me refiero a que hay vibraciones que cambian el orden químico en una sustancia, y sustancias químicas que emanan radiaciones especiales. Después de hecho un tratamiento espiritual, viene a veces un impulso de echar mano a un proceso estrictamente físico. Hay que obedecerlo. Es una inspiración. La inteligencia divina sabe lo que hace. Verás cómo utiliza el espíritu sus vehículos materiales. Es a veces asombroso. Pero nos demuestra una vez más que Dios no está, como se ha creído, separado de su Creación, sino íntimamente ligado y compenetrándola toda. Utiliza todos los canales de Dios. Todos. Cuando utilices un canal físico, digamos un médico, un proceso, una pastilla de aspirina, o lo que sea, bendice el canal. Así aumentas el bien que contiene para tí y para otros. Así estarás practicando la Presencia de Dios, pues Dios es el Bien. Utiliza a tus ángeles. Puede que tengas legiones. Están para servirte. Su naturaleza es vida, amor y bien. A todo el que quieras ver protegido, “PONLE UN ÁNGEL”. Cuando te acuestes a dormir pon un ángel en cada puerta y en cada ventana. Jamás podrá acercarse alguno que lleve intenciones negativas. Si lo logra sentirá un desgano súbito y se alejará rápidamente, porque las vibraciones potentísimas del bien dominan las del mal como la luz ilumina a la oscuridad. Cuando salgas dejando tu casa sola rodéala de ángeles. Sienta un ángel al lado del chofer que te lleva o que lleva a tus seres queridos. Esto es el amor en acción. Pruébalo una sola vez y quedarás para siempre convencido. Con todo esto te habrás dado cuenta de que la muerte no es sino un renacer. Es continuación de Vida.
Para cerrar quiero bendecirte con esta afirmación: No hay en tu vida sino una sola presencia, un solo Poder. “Dios”, el Bien omnipotente.
|