Noche callada
En la noche balsámica, en la noche, cuando suben las hojas hasta ser las estrellas, oigo crecer las mujeres en la penumbra malva y caer de sus párpados la sombra gota a gota.
Oigo engrosar sus brazos en las hondas penumbras y podría oír el quebrarse de una espiga en el campo.
Una palabra canta en mi corazón, susurrante hoja verde sin fin cayendo. En la noche balsámica, cuando la sombra es el crecer desmesurado de los árboles, me besa un largo sueño de viajes prodigiosos y hay en mi corazón una gran luz de sol y maravilla.
En medio de una noche con rumor de floresta como el ruido levísimo del caer de una estrella, yo desperté en un sueño de espigas de oro trémulo junto del cuerpo núbil de una mujer morena y dulce, como a la orilla de un valle dormido.
Y en la noche de hojas y estrellas murmurantes yo amé un país y es de su limo oscuro parva porción el corazón acerbo; yo amé un país que me es una doncella, un rumor hondo, un fluir sin fin, un árbol suave.
Yo amé un país y de él traje una estrella que me es herida en el costado, y traje un grito de mujer entre mi carne.
En la noche balsámica, noche joven y suave, cuando las altas hojas ya son de luz, eternas...
Mas si tu cuerpo es tierra donde la sombra crece, si ya en tus ojos caen sin fin estrellas grandes, ¿qué encontraré en los valles que rizan alas breves?, ¿qué lumbre buscaré sin días y sin noches?
Aurelio Arturo
Novato
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