El viento
Toda la noche sentí que el viento hablaba, sin palabras.
Oscuras canciones del viento que remueven noches y días que yacen bajo la nieve de muchas lunas, oh lunas desoladas, lunas de espejos vacíos, inmensos, lunas de hierbas y aguas estancadas, lunas de aire tan puras y delgadas, que una sola palabra las destrozó en bandadas de palomas muertas.
La canción del viento desgarra orlas de soles y bosques, y allí, en ellas, hermosas muchachas ríen en el agua, y traen en sus brazos ramas y cortezas de días de oro y hojas de luz naciente.
Días antiguos, de sol y alas, y de viento en las ramas, cada hoja una sílaba, la sombra de una palabra, palabras secretas de fragancia y penumbra.
Pero las noches entonces son más dulces, y mi amiga esconde las estrellas más puras en su ternura, y las cubre con su aliento y con la sombra de sus cabellos, contra su mejilla. El viento evoca sin memoria. Canción oscura, entrecortada. Flor de ruina y ceniza, de vibraciones metálicas, durante toda la noche que envejece de soledad y espera.
El viento ronda la casa, hablando sin palabras, ciego, a tientas, y en la memoria, en el desvelo, rostros suaves que se inclinan y pies rosados sobre el césped de otros días, y otro día y otra noche, en la canción del viento que habla sin palabras.
Aurelio Arturo
Novato
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