Ondulas y escarceas
tu cuerpo inmenso y soberano,
tu cuerpo trasparente
y sin embargo impenetrable...
Me meces y me agredes
con todo el enigma de tus aguas
distintas y distantes
y sin embargo tan cercanas
que me llaman por mi nombre:
“Baja, sumérgete en el cristal
de mi cuerpo cambiante,
ven a ver mis delfines
y mis tiernos hipocampos,
baila con mis pulpos y mis estrellas,
abraza el profundo silencio
de mis simas y mis rocas”.
Y desde este alta mar
que besa tu cuerpo hoy calmo
yo dudo de continuo
entre la tierra que me atrapa,
y el agua que me llama.
Te digo: “espérame,
dile a tus peces y a tus algas,
a tus misterios insondables,
a tus enigmas manifiestos,
que estoy preparando mi camino
para el último buceo”.
Y una brisa suave y vaporosa
acaricia tenue mis mejillas...