Aunque nuestra vejiga suele expulsar un líquido que oscila entre el amarillo y el ámbar claro–más o menos intenso en función de la concentración y de la acidez–, su cromatismo varía cuando concurren ciertas circunstancias. Por ejemplo, la orina luce casi transparente si hemos bebido mucho líquido, y ámbar oscuro al deshidratarnos por fiebres o quemaduras. El caroteno de la zanahoria y las vitaminas del complejo B la tiñen de anaranjado. Si mana turbia y de color lechoso es que contiene moco, glóbulos blancos, bacterias o hematíes, normalmente a causa de una infección.
Por otra parte, el consumo de remolachas, moras y ciertos medicamentos confieren al pis un color rosado, rojizo o pardo, aunque este último también puede advertir de que nos aqueja anemia hemolítica, una lesión en los riñones o porfiria. Otras enfermedades alteran su color: el amarillo verdoso hace sospechar de diabetes, mientras que el marrón oscuro apunta a una hepatitis viral aguda o una cirrosis, que generan exceso de bilirrubina. Esta misma molécula puede volver la orina azul verdosa, al igual que el uso de colorantes artificiales en los alimentos o fármacos que ingerimos. Y el verde es indicativo de una infección por bacilos Pseudomonas.
Foto: Niels Mickers / Wikimedia Commons.
De la revista MUY INTERESANTE.
Saludos de Mercedera