Había una vez un hombre que después de trabajar toda su vida consiguió acumular una importante cantidad de dinero.
Pero él no ahorraba para conseguir algo, sólo amaba su dinero por encima de cualquier otra cosa, simplemente era un auténtico tacaño.
Justo antes de morir, le dijo a su esposa:
“Escucha, cuando muera quiero ser enterrado con todo mi dinero. Mételo en una caja y colócalo junto a mi en mi ataúd, porque quiero poder llevarlo conmigo en la otra vida”.
Ella le prometió de corazón que así lo haría. Y finalmente un día, murió.
El día del entierro oficiaron la misa en el cementerio. Su mujer, familiares y amigos allí se hallaban congregados.
Cuando la ceremonia acabó y fueron a cerrar la pompa fúnebre, ella se levantó y pidió a los enterradores que esperaran un segundo. De su bolso sacó una caja de zapatos, con cuidado la colocó en el ataúd, y después de sellarlo, lo enterraron.
Una amiga de la familia, sabedora de las últimas voluntades del difunto, se acercó a ella y le dijo:
“Espero que no estés tan loca como para haber puesto en esa caja todo el dinero de ese viejo tacaño”.
-“Claro que sí”, respondió la anciana. “Soy una buena cristiana y no puedo mentir”.
-“¿Quieres decir que pusiste todo en ese ataúd?“, le increpó su amiga.
-“Si, todo junto como prometí”, dijo la esposa. “Primero lo metí en mi cuenta bancaria y luego le extendí un cheque. Puede ir a cobrarlo cuando quiera”.
Publicación de LA VOZ DEL MURO.
Saludos cordiales de Mercedera.
QUE TENGAN UN MUY FELIZ DÍA
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