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General: La Tiranía del Enfermo
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Resposta  Missatge 1 de 1 del tema 
De: talvez  (Missatge original) Enviat: 24/01/2010 04:05

 

 

Estos días asistí a una conferencia acerca de los enfermos y sus cuidadores o compañía.

Se habló de lo mucho que desgasta, ya no el cuidado sino la sola compañía de alguien que está enfermo. De la dosis extra de fortaleza que se necesita para no sucumbir al dolor que traspasa la frontera del cuerpo que soporta la herida.

El acompañante y cuidador debe seguir con su vida, con los problemas que ésta le trae consigo pero además ha de hacerse cargo del cuidado y sostenimiento de otra persona que está pasando por una situación de enfermedad con lo que tal situación conlleva de dependencia física y emocional.

 

El acompañante ya no está limitado por sus capacidades innatas y desarrolladas, por el evolucionar mismo de la vida sino que soporta la presión de alguien que le importa. Le limita el tiempo de que dispone fuera de sus deberes profesionales y familiares y sólo queda intensificar el rendimiento y restar parte o todo el tiempo de que podría disponer para el ocio y para ocuparse de sí mismo.

 

En esas circunstancias encuentra una contrapartida que es la de ser util a alguien querido, al menos necesitado, y el dar parte de tu tiempo y energía a otra persona de no ser porque tu profesión te obligue, es un gesto de afecto, por lo tanto siempre es a alguien querido. Este afecto a su vez es la causa de que su dolor tenga efecto sobre tu ánimo y pasa a formar parte del “debe” en esta cuenta que desgraciadamente termina en números rojos para el cuidador.

 

Se habló de la forma en que a lo inevitable de la enfermedad, el enfermo a veces añade su personal forma de vivirla y sobre todo de hacer uso de la ayuda. Cómo la persona enferma,  inconsciente muchas veces, otras de forma voluntaria, utiliza su enfermedad para ejercer un poder sobre el cuidador. Un poder que tal vez antes buscó y que ahora encuentra o que descubre como lo hace el bebé  cuando ante su necesidad de alimento llora.

 

Se habló del abuso de algunas personas enfermas, de la necesidad de identificarlo y no permitirlo manejando el equilibrio para so pretexto de no sucumbir al abuso, caer en el desatendimiento con criterios más o menos caprichosos.

 

La necesidad de invertir un esfuerzo en encontrar alternativas para que el cuidado no suponga una renuncia total a nuestra propia vida porque tarde o temprano dejará al enfermo sin cuidador o cuando menos con las facultades muy mermadas.

 

Y también se habló de la tiranía de aquellos que han superado alguna fase de su enfermedad o incluso la enfermedad por completo, o al menos así lo estiman, se entusiasman con su ejemplo y pretenden calzar su mismo zapato a los que entienden, con su particular entendimiento, que soportan lo mismo que él “solito” y con sus propias fuerzas consiguió vencer.

 

El dolor deteriora siempre, es algo que nuestro organismo muestra precisamente para que nos alertemos y pongamos remedio. El dolor en sí no es el daño, es la expresión de que hay un daño. Si el dolor persiste significa que algo no está aún curado o que se ha abierto una nueva herida. En cualquiera de los casos algo está mal y el dolor termina agotando las energías con las que se cuenta. Es tan desagradable que no dejamos de investigar las formas de combatirlo en número, características y eficacia. Parte del dolor es creado por el solo recuerdo del mismo, nos produce miedo la idea de volver a sufrirlo y lo combatimos alejándonos de todo aquello que nos lo recuerde.

El miedo también es una alarma. Así que nos salta la alarma cuando el miedo nos visita.  Y suele visitarnos ante la presencia de otra persona que presenta lo que nos había causado dolor antes. Con esa situación de alarma , no reconocida, nos encaminamos a combatir nuestro miedo en la persona que ahora lo representa, el otro enfermo.

 

Puesto que una determinada combinación de medicamentos  (estrategias) nos dio el resultado deseado, lo ofrecemos al nuevo enfermo. El resultado no siempre es el mismo que obró en nosotros y eso nos aumenta el miedo y por tanto la alerta, la angustia.

Podemos optar por escapar de la situación dolorosa que en este caso, al estar “fuera de nosotros mismos”, es tan facil como alejarnos del enfermo.

Pero con frecuencia decidimos insistir en “ayudar” y de hacerlo.., con lo que “sabemos” interiormente que resultó efectivo y que hemos “comprobado” igualmente eficaz en otros que hemos cuidado. Así que repetimos a veces obcecadamente con el mismo cóctel y así hasta causar, como sucede con algunas combinaciones químicas en el caso de pacientes oncológicos, más daño del que pretendíamos reparar.

 

Y es que la teoría no lo es todo, la experiencia tampoco, se trata de qué y cómo lo utilizamos. En buena medida en ese cómo tiene que ver  nuestro “porqué”. En buena medida la ayuda que prestemos dependerá más de la forma en que hayamos vivido no solo nuestra enfermedad sino nuestra sanación. Salir fortalecido de una enfermedad dista mucho de salir endurecido, pero es la forma en que algunas personas consiguen desprenderse del dolor.

 

No tenemos obligación de ayudar,  tampoco obligación de saber hacer lo más adecuado,  mucho menos de tener lo que el enfermo nos demande, podemos hacer lo que queramos y dar rienda suelta a nuestra necesidad de ser útiles con las herramientas que se nos ocurran, pero lo que sí está en nuestra mano, como comenté al tratar el significado de la navidad hoy, es,  con la mejor voluntad,  asumir nuestras limitaciones, alegrarnos y compartir lo aprendido con otras personas que lo necesiten sin utilizar esa experiencia superada como título para tratar de imponer nuestra personal forma de vivirlo,  hacer lo que honestamente creamos bueno para él, teniendo muy presente que él es “otro”  y no uno mismo y no culpabilizar además al enfermo por no responder como esperamos.

 



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