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DESVÁN DE TALVEZ: - MENORES Y VIOLENCIA
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De: talvez (Mensaje original) |
Enviado: 16/05/2010 01:39 |
Luis Carlos Nieto es Juez de Menores en Ávila
Menores y violencia
Reflexiones sobre la “reforma” de la Ley del Menor
Luis Carlos Nieto
Un nuevo caso de violencia entre menores, el denominado caso Seseña, ha vuelto a atraer la atención social y de los medios de comunicación sobre el problema de la violencia juvenil. Una menor ha asesinado presuntamente a una compañera de instituto de trece años, por lo que se sabe hasta el momento de una forma particularmente cruel. En casos como el presente, la solidaridad con las víctimas es especialmente importante, ya que la familia está inmersa en el mayor dolor posible, la muerte de una hija.
Esta solidaridad es positiva y activa los mecanismos sanos de apoyo y cohesión social. También es evidente que la ley debe promover todos los mecanismos necesarios para amparar a las víctimas. Por lo tanto, ante un crimen tan horrendo, el debate público sobre la conveniencia de endurecer o no la Ley del Menor debe partir del reconocimiento, respeto y solidaridad con las víctimas. Pero este reconocimiento y respeto será aún más firme si hechos tan graves se analizan alejados del supuesto clamor popular para reformar esa ley. Y es que la simple modificación de una norma no puede evitar que tragedias como esta se repitan.
Cada vez que sucede un hecho de estas características, afortunadamente muy infrecuentes, se abre de nuevo el debate sobre el endurecimiento de la Ley del Menor, una ley que se aplica a varios miles de menores al año y con la que mayoritariamente se obtienen buenos resultados. Es como si el sentimiento de indignación social y los de solidaridad se canalizasen hacia la retribución como solución al delito y la criminalización de jóvenes como causantes de una supuesta sensación de inseguridad. Se transmite la idea de que existe una solución sencilla y simple para evitar que hechos tan graves se produzcan. Esa solución mágica es el endurecimiento de una Ley que, por otra parte, no es blanda.
Al centrar el debate en el endurecimiento de la Ley y en la aplicación inmediata del castigo, se traslada la sensación de que quienes creen en los mecanismos civilizados de impartir justicia y en los principios constitucionales de reinserción social no son firmes con el delito o no se solidarizaran suficientemente con las víctimas. Es decir, como si se desentendieran de sus responsabilidades sociales y se pusieran del lado del delito,
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precisamente por huir de territorios comunes en los que el análisis de un fenómeno tan complejo como la delincuencia de menores y jóvenes se analiza de forma simplista. Desde este discurso punitivo, se intenta evitar todo debate racional sobre cómo atajar la delincuencia juvenil y se establece una especie de puja para ver quién es más sancionador. Para eso se recurre al mito de que las penas no se cumplen y los delincuentes pasan poco tiempo encerrados. Nada más lejos de la realidad.
El tratamiento informativo que hacen algunos medios de comunicación de la criminalidad de menores contribuye a esta visión superficial del problema. Pero los datos empíricos de las cifras reales de la delincuencia juvenil, que están estabilizadas desde hace ocho años -36.605 casos registrados en 2002, 33.120 en 2.003, 32,574 en 2.004, 33.549 en 2.005, 33.934 en 2.006, 33.349 en 2.007, 35.893 en 2.008 según los datos del propio Consejo General del Poder Judicial- contrastan con la sensación de desbordamiento de los delitos cometidos por menores transmitida por esos medios. Tratar temas tan graves como espectáculo, haciendo un uso emocional de la delincuencia juvenil, genera un coste social incalculable, no sólo para los menores que están desarrollando procesos de socialización complejos, sino también para las propias víctimas, que ven frustradas sus expectativas de satisfacción por el delito que han sufrido. Además, el tratamiento informativo de un ámbito de intervención en el que la interrelación de parámetros educativos y sancionadores y la mezcla de lógicas entre la sanción y la educación con principios diferentes hacen que los sentimientos sociales puedan ser manejados de forma muy ambivalente ante la opinión pública. El tratamiento informativo que se haga de un grupo de jóvenes puede despertar sentimientos de compasión o de rechazo, con la importancia que esto tiene para asentar un modelo de justicia de menores respetuoso con los principios de intervención mínima, flexibilidad en la medida, reeducación e interés superior del menor.
A este tratamiento mediático se suma la presión política que, como panacea para solucionar los problemas de la delincuencia juvenil y en caliente, después de algún hecho grave, plantea igualmente y de forma repetitiva la reforma de la Ley del Menor. Desde hace ya varios años, cada vez que se cometen delitos especialmente graves con una fuerte repercusión mediática, o cuando se aproximan campañas electorales, desde determinados medios de comunicación y partidos políticos se pide una reforma de dicha ley. En realidad, el término reforma no es el adecuado, porque lo que se pide es un endurecimiento del sistema penal de menores con una doble faceta en lo que se refiere a la edad: rebajar la edad de aplicación de la ley hasta los 12 años, y el cumplimiento en prisión de forma automática de medidas educativas en cárceles de adultos a partir de los 18 años. Es lo que se denomina populismo punitivo, planteamiento fundamentado en el convencimiento de que la exhibición de políticas de mano dura proporciona un caladero de votos nada despreciable, al trasladar la idea de que se pueden resolver conflictos sociales complejos con el derecho penal. Estas propuestas, desde mí punto de vista, son la expresión más extrema de la deriva punitiva con la que el siglo XXI está dando respuesta a un fenómeno tan complejo como la delincuencia juvenil.
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El incremento del castigo en un fenómeno tan complejo como el de la delincuencia de menores, en el que influyen tantos factores, no tiene porqué conseguir un efecto de reducción del delito. Es más, mayor sanción no lleva aparejada mayor eficacia, y trabajar con prejuicios sobre de las disfunciones sociales en contradicción con los datos empíricos puede ser muy negativo y contribuir a incrementar a medio plazo los índices de criminalidad de menores. Las medidas de privación de libertad que se ejecutan en régimen cerrado han de aplicarse como última razón de ser del sistema, al igual que el ingreso en cárceles de adultos, pues reducen las posibilidades de reinserción social de los menores con el consiguiente riesgo de incrementar las tasas de delincuencia. Por tanto, hay que romper la ecuación mayor sanción es igual a mayor eficacia. Es más, se puede afirmar que no hay demostración objetiva alguna de que a mayor dureza, mayor eficacia. Por el contrario, las sanciones más eficaces son aquellas que se ejecutan en régimen abierto, las que no conllevan privación de libertad. Ningún dato empírico apuntala la creencia popular de que cuanto más graves son las sanciones mejores son los resultados. La respuesta a la delincuencia no hay que identificarla con sanción penal. Incluso las propias directrices internacionales ven innecesario que ante la comisión de un delito haya que responder con una sanción penal. La ley actual se aprobó en enero del año 2000 (Ley Orgánica 5/2000 Reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores), con un amplio consenso social y político para recoger los principios contenidos en la Convención de Derechos del Niño del 20 de noviembre de 1.989 y la tradición de la justicia de menores basada en principios y objetivos educativos diferentes del derecho penal de adultos. Lo que pudiéramos denominar versión original de la Ley -enero del 2000- ha sufrido tres importantes reformas posteriores. La primera en diciembre del mismo año en que se publicó y curiosamente cuando aún no había entrado en vigor (L.O. 7/2000 y 9/2000 de 22 de diciembre), otra en noviembre de 2003, en la que se introduce la acusación particular (L.O. 15/2003) y la tercera en diciembre de 2006, que amplía la duración de las medidas, limita la posibilidad de modificación de las mismas e introduce la posibilidad del cumplimiento de las medidas educativas en cárceles de adultos (L.O. 8/2006 ). El objetivo de todas estas reformas ha sido introducir parámetros propios del derecho penal, que han endurecido de forma importante el sistema de justicia de menores y que, sin embargo, no han tenido trascendencia en la prevención de delitos posteriores. Tampoco lo tendrán las supuestas reformas que endurezcan más la ley. Existe práctica unanimidad en los estudios criminológicos en que no existe esa relación.
Esta recurrente insistencia en las reformas penales como solución a los problemas de la violencia entre los jóvenes, lo que se denomina la huida hacia el derecho penal, muchas veces esconde la incapacidad de los agentes sociales para resolver los problemas de la delincuencia juvenil. Algo está fallando en nuestra sociedad para que se produzcan hechos de una violencia desproporcionada, y pueden ser muchos los factores que tengan una influencia directa o indirecta. Hay familias que no pueden ocuparse de sus hijos, absentismo o fracaso escolar, entornos sociales degradados o marginados, transmisión de valores violentos a través de los medios de comunicación o de los juegos, falta de intervención educativa y social respecto de los menores. Todos estos factores sí influyen en la delincuencia, y aquí es
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muy importante la intervención social, para mejorar entornos familiares, escolares y sociales. En relación con el sistema de reforma de menores, también es muy importante para la prevención del delito la existencia de medios adecuados para la ejecución de las medidas que se imponen en los Juzgados de Menores. La falta de recursos para cumplir adecuadamente las medidas está impidiendo que procesos de socialización con menores y jóvenes lleguen a buen fin. Esta carencia de medios hace que a veces se perciba por la ciudadanía una falsa ineficacia en los principios educativos de la justicia de menores.
Desde el campo de la pedagogía se insiste en que la violencia de los menores es reflejo de las relaciones de violencia que se dan en sus ámbitos personales y sociales. Sorprendentemente, nos hemos instalado en una sociedad con altas cotas de violencia, fundamentalmente en las relaciones personales e intrafamiliares que supone un factor importante en la comisión de delitos por los más jóvenes. Los menores trasladan la violencia que viven en sus relaciones familiares a otros entornos sociales.
A mí juicio, las propuestas que reclaman la rebaja de la edad de aplicación de la Ley del Menor de los los 12 años -por cierto una franja de edad, de 12 13 años, en la que la delincuencia violenta es escasísima y no significativa, y no plantea problemas de inseguridad ciudadana- y el cumplimiento automático de las medidas educativas en cárceles de adultos no va a tener efectos positivos en la reducción del delito. Además, legalmente rompería el principio de competencia de la edad al momento de la comisión de los hechos (artículo 5.3 de la Ley) y plantea importantes dudas de constitucionalidad al convertir las medidas educativas que impone el juez de menores en penas de prisión. También sería un desastre desde el punto de vista del espíritu educativo y socializador de la Ley, pues rompería procesos de socialización muy complejos que se están haciendo con menores, cuyo éxito o fracaso sí va a influir en las tasas de delincuencia.
En definitiva, el debate sobre el endurecimiento del sistema de justicia de menores sólo tendría sentido si se tuviera la certeza de su eficacia en la reducción de la violencia, pero esa eficacia que no ha sido constatada en ningún estudio científico. Por eso, las medidas que puede imponer la jurisdicción de menores deben centrarse en prevenir futuros comportamientos delictivos, desde el convencimiento de que la reeducación es el camino más efectivo. El endurecimiento de las leyes puede tener un efecto simbólico en momentos de conmoción social, sin embargo no implica que funcione. La dureza del castigo puede parecer eficaz, pero sólo nos lleva a una pendiente incompatible con la confianza en el funcionamiento del Estado de Derecho.
(Luis Carlos Nieto es Magistrado especialista en menores)
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De: talvez |
Enviado: 16/05/2010 01:40 |
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De: talvez |
Enviado: 22/04/2010 22:22 |
Pues el caso es que tiene razón. No está demostrado que un endurecimiento de las penas reduzca los delitos o la gravedad de éstos.
Aquí además nos refiere que las sanciones más eficace son las que se ejecutan en régimen abierto.
Lo que ocurre es que como con los rumores de las bondades o perjuicios de determinados productos y que se transmiten a través de las dichosas “cadenas”, siempre encuentras otra que la contradice, y el tema está, cuando se quiere uno formar una opinión seria al respecto, en que tendríamos que buscar los datos serios oportunos.
Y ya he leído muchas veces que no existe la relaci´n que refería al principio. Sin embargo, a poco que se sepa acerca de cómo se realizan algunos estudios, estadísticas, etc, también sabemos que pueden ser interpretables y que esa interpretación puede variar cuando conoces todos los datos de ese estudio.
Por ej., en este caso no sé en qué condiciones se han medido las “sanciones en régimen abierto” vs. En “régimen cerrado”. Y podría ser interesante, ya que si han podido cumplirse en régimen abierto, es de suponer que los delitos no hayan sido muy graves, por lo tanto ésa variable podría ser que tuviera el peso suficiente como para que esas personas “aprovecharan” mejor, tuvieran un mejor resultado de integración con ese tipo de tratamiento.
Lo que no creo que se pueda negar, aunque esos datos sí no los he visto aún es que la edad de inicio en la delincuencia está siendo con más frecuencia menor, así como la gravedad de los delitos que estos menores cometen.
Se suele argumentar a favor de mantener la Ley del Menor tal cual está, que aplicándola bien es más que suficiente, sin embargo, aquellos sucesos que han saltado a la luz pública por su gravedad y que han tenido las mayores sanciones, dentro de lo que la Ley del Menor permitía, no parecen haber tenido el menor efecto de “educación” en la mayor parte de esos menores. Claro podría interpretarse como una prueba de que las grandes sanciones no sirven para nada, o tal vez que no eran lo suficiente, pero en cualquier caso, lo que sí demuestran es que el tratamiento no está siendo útil, ni para los menores internos ni para la sociedad, puesto que apenas salen con el cumplimiento de un castigo que a nadie satisface, a las víctimas porque les parece irrisorio, a los menores porque siguen sin sensibilizarse ante el daño causado por lo tanto sin educar, al menos en esos casos que se siguieron por los medios de comunicación.
Así que también comparto su opinión en que ..
"...la incapacidad de los agentes sociales para resolver los problemas de la delincuencia juvenil.
Algo está fallando en nuestra sociedad para que se produzcan hechos de una violencia desproporcionada, y pueden ser muchos los factores que tengan una influencia directa o indirecta.
Hay familias que no pueden ocuparse de sus hijos, absentismo o fracaso escolar, entornos sociales degradados o marginados, transmisión de valores violentos a través de los medios de comunicación o de los juegos, falta de intervención educativa y social respecto de los menores.
Todos estos factores sí influyen en la delincuencia, y aquí es
muy importante la intervención social, para mejorar entornos familiares, escolares y sociales.
En relación con el sistema de reforma de menores, también es muy importante para la prevención del delito la existencia de medios adecuados para la ejecución de las medidas que se imponen en los Juzgados de Menores. La falta de recursos para cumplir adecuadamente las medidas está impidiendo que procesos de socialización con menores y jóvenes lleguen a buen fin. Esta carencia de medios hace que a veces se perciba por la ciudadanía una falsa ineficacia en los principios educativos de la justicia de menores.
Desde el campo de la pedagogía se insiste en que la violencia de los menores es reflejo de las relaciones de violencia que se dan en sus ámbitos personales y sociales. Sorprendentemente, nos hemos instalado en una sociedad con altas cotas de violencia, fundamentalmente en las relaciones personales e intrafamiliares que supone un factor importante en la comisión de delitos por los más jóvenes. Los menores trasladan la violencia que viven en sus relaciones familiares a otros entornos sociales. ""
Pero es difícil que el común de los mortales nos veamos reflejados en esa violencia, ni como actores ni como vecinos, de manera que…, no tomamos precauciones, por el contrario, nos hace sentirnos a salvo, nosotros y nuestros menores. Incapaces de reconocer en nosotros cuantas pautas de conducta personal son tan relajadas, tan flexibles, tan acomodaticias y así modelamos a los menores que, al encontrarse, ellos sí con otros menores igualmente sin normas y valores claros y sin el ejercicio suficiente, no sólo no son capaces, es que ni se plantean resistir las presiones de sus iguales, ni están ejercitados en la discriminación de cuándo se cruza la línea que separa la travesura sin trascendencia del delito que causa daños graves, en ocasiones irreparables o de difícil reparación.
Se argumenta que , todos , de pequeños nos hemos divertido haciendo alguna crueldad a los animalillos o burlándonos de algún chaval del colegio, pero tanto???, de la manera tan brutal como se está dando últimamente??.
Palizas brutales de unos menores a otro, que son filmadas por compañeros que animan a pegar más fuerte y se ríen del estado en que está quedando la víctima, y que una vez dan por terminado “el juego”, aún no les viene un mínimo de remordimiento sino que aún presumen su hazaña en la Red???.
Uno de los menores presos, que a pesar de los meses pasados, ni siquiera concede a la familia la paz de encontrar el cuerpo, recibe numerosas cartas de otros y , como no, otras menores que le “admiran”. Así es, en el siglo XXI, la mujer moderna ya no se siente obligada por la ley a estar sometida, ya no tiene esa “cobertura” social, y al desnudo muestra su preferencia por los machos duros, les fascina la crueldad y todo su discurso acerca de la liberación de la mujer, es papel mojado, tan solo otra imagen más para lucir, en el fondo, la mujer, como el hombre, en una sociedad rígida como la de antes, en una sociedad demócrata y libre como ahora, no dejan de ser personas que o se educan y se trabajan o seguirán siendo víctimas de sus tendencias.
Antes se escondían tras las normas sociales, hoy tras las diversas habilidades sociales y poses, debajo, un ser que vive a medias, agazapado, escondido y sin quererse mirar desnudo.
Estoy de acuerdo con el Magistrado, no servirá de nada aumentar las penas, probablemente tampoco adelantar la edad penal, pero urge, urgen medidas y desde luego no sólo en las escuelas. Es urgente una toma de conciencia individual que sólo después tendrá una traducción en lo social. Mientras sigamos fomentando la responsabilidad de las instituciones, lo traduzcamos todo en “falta de medios”, estamos justificando nuestra propia responsabilidad. Esa responsabilidad en nuestro destino que tanto se discursea por otros ámbitos.
TalVez 
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De: Miryam |
Enviado: 24/04/2010 01:41 |
Totalmente de acuerdo, pero es normal que la sociedad "salte" ya que todo se esta desmadrando
Pienso que endurecer la leyes no aborda realmente el problema ........ pero claro!! es más fácil endurecer que reconocer el fracaso
El fracaso escolar , chic@s tirados en la calle sin nada de estudios que no saben que hacer con sus vidas, padres que no ponen normas ya que han pasado de ser padres a amigos, padres que trabajan muchisimas horas y los hijos muchas horas solos, a veces las casas parecen "pensiones" que solo se va a dormir , falta de ilusión y conflicto interior en los jovenes y su refugio son las drogas que están al alcance de cualquier niño
A veces me pregunto por que no actuan los demás jueces o la propia Fiscalía de Menores como el juez Emilio Calatayud, haciéndolos hacer trabajos sociales, obligándolos a estudiar, desintoxicándolos de las drogas.....saber cual es el problema individualmente y poner cartas en el asunto , reuniéndose jueces , fiscales , asuntos sociales, educadores y padres | |
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De: talvez |
Enviado: 25/04/2010 02:28 |
Si Myriam, yo también, y también me pregunto por qué los padres siguen echando balones fuera y no agarran la sartén por el mango. Digo , algunos, algunos muchos,
Evidentemente, no todos, pero a éstos que sí se ocupan que sí se hacen responsables, con todo y los costes que éso supone a veces para mantenerse unidos a los hijos, a estos padres se les complica con creces la tarea debido a los muchos que miran a
los hijos exclusivamente como otra fuente mas de placer sin coste por responsabilidades, ja! y encima "tan tontentos!!
Grrr, se me olvidó, ya olvidé una noticia acerca de no sé qué condena de estas
pedagógicas que habían puesto en relación con el tráfico. Bueno, a ver si hago memoria.
Besotes
TalVez 
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Servid mil veces, negaos una y nadie se acordará mas que de vuestra negativa (Plinio El Joven)
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