Acepto la invitación y comento.
Se llama seducción, una seducción que como el egoísmo y el colesterol
la hay buena y mala.
Es buena aquella que no termina pasando una factura dolorosa, es decir aquella que cada uno de los miembros de una pareja
se encarga de entrenar y disfrutar con el otro miembro de la misma.
Es maravilloso y a mí me chifla practicarla, a ambos hace bien, viene a
ser una suerte de “caricias” que se intercambian, un juego compartido, en el que ambos conocen todas las reglas, ésa es la clave.
En una situación de plena confianza de que uno y otro están en la misma…
frecuencia ( ésta puede ser distinta para cada pareja de jugadores, pero
éso sí, ha de ser compartida por ambos ) .
Ocurre que, por supuesto!!, no sólo los hombres, muchas mujeres,
( aunque la mujer suele encontrar la manera de negarse a sí misma que igualmente lo utiliza, tiene también su “decálogo” de “mentiritas” que dosifica muy bien. Decían en la tele el otro día que el hombre busca la
belleza y la mujer la riqueza), en fin, muchas personas se esfuerzan y hacen verdaderas obras de arte en la seducción, pero casualmente no con su pareja.
Ambos, hombres y mujeres, suelen quejarse de sus "respectivos" y dar
lo mejor de sí mismos a ese otro a quien quieren conquistar. En muchos
casos por el sólo placer de saberse capaz de "poder". Vaya, por puro ejercer el poder de ver a la otra o al otro “claudicar”. En otros porque el sujeto-objeto acerca, permite lograr un objetivo que lo es al margen de la persona pero que se obtiene a través de ella.
Ambos son capaces de tener paciencia y tolerancia con los pequeños
fallos del otro, ambos son capaces de ver lo mejor del otro, ambos dedican tiempo y toda su ternura en la comunicación con ese otro... y si se disgustan, ambos hacen lo imposible por volver a intentarlo una y otra vez, dando "prueba" así de la seriedad de sus sentimientos.
Y yo siempre me he preguntado cómo es que cada uno de ellos no se
preguntan a su vez por lo raro que resulta que unos "seres tan maravillosos", tan dulces y tan completos, casualmente, no hayan sido apreciados por sus parejas oficiales????.
La respuesta es que ambos, los seductores caen en su propia trampa,
el autoengaño.
Se han engañado frecuentemente a sí mismos, desresponsabilizándose
del decaimiento de su relación de pareja, del hastío al que se ha llegado,
de la intolerancia que muestran habitualmente, de la falta de ternura al hablar con el otro, de la impaciencia ante lo que esperan y exigen, en resumen, de su falta de voluntad, (que ahora les sobra ) por sacar adelante su relación a pesar de las dificultades y eso les "justifica" para buscar o "mejormente", aceptar lo que “el destino" le ha cruzado en su camino y que no pueden evitar.
La disonancia que sin duda les alerta y a la que se refería otro escrito días atrás, es sofocada con alguna de las estrategias que han practicado durante su vida.
Culpan de lo que abandonan al mismo concepto en que se justifican para seguir adelante en la aventura. Nunca es responsabilidad propia. Se fue el amor…, el amor nos obliga…
Uno está dispuesto a ser crédulo porque necesita que el otro lo sea.
Digo!!!, es mi opinión en un gran porcentaje de esas curiosas situaciones
TalVez 
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No es necesario apagar la luz del prójimo para que brille la nuestra (Baruch