Hoy es la provisionalidad lo que impera, el jugar guardándose un as en la manga, dispuestos a cambiar de juego según soplen los vientos.
Quisiera continuar con el tema preguntándome a mí mismo si una gran parte de responsabilidad en esto no la tendrán las diversas “aristocracias”, es decir, aquellos hombres y mujeres que, por una s u otras razones, han sido colocados por la sociedad en los puntos mas visibles-que, al ponerse como ley de vida ese constante cambiarse de chaqueta, se ha convertido en un escándalo nacional y han traicionado su mas elemental deber de ejemplaridad.
Y uso la palabra “escándalo” porque es necesario llamar a las cosas por su nombre. Y no me refiero, es claro, a los pequeño, viejos escandalillos que, en realidad, molestaba solo a los puritanos. Hoy toda la sociedad que empieza a avergonzarse de una gran parte de sus grupos dirigentes.
¿Cómo por ejemplo, creerán los jóvenes en la política o en la democracia si ven a sus parlamentarios saltar de escaño como ranas inquietas? Un hombre puede, desde luego, sentirse en un momento decepcionado del partido por el que apostó, por ver que éste ya no defiende la ideología que él deseaba sostener. Pero ¿no sería , en este caso lo ético el confesar su error, renunciar a su escaño y retirarse a sus cuarteles privados?. No ,hay que defender ante todo el suelo y la apariencia, y con el mayor impudor del mundo, se “ficha” por otro club político, tal vez por ese mismo al que ayer se atacaba. Esto ¿Qué es sino traición?
¿Y que pensar del espectáculo de esos matrimonios “superconocidísimos! Que se casan y descasan como si cambiaran de pareja de baile?. El amor tiene, es cierto, caminos muy misteriosos, pero ¿Quién confundiría el amor con el capricho elevado a ley al que parece que estamos asistiendo? Que esto ocurra en aquellos que, por sus niveles culturales, de educación o de prestigio social- tenían mayores obligaciones de ejemplaridad es algo que va mucho as allá de la inmoralidad de los casos concretos para convertirse en un simple cáncer social.
Y el caso número tres es la traición de quienes se llenaron la boca con palabras de “honradez”, “honestidad”, austeridad” y hoy o es que se hayan entregado al deporte de ganar dinero ( que es un triste escarlatina que, al parecer pasan todos los que llegan al poder), lo grave es que parece divertirles el pasar sus excesos por las narices de aquellos a quienes engañaron
Y que pensamos –caso numero 4- d e aquellos intelectuales que se cansaron un dia de trabajar en silencio y se están pasando con armas y bagajes al deporte mucho mas productivo de llamar la atención y ya no publican libros, sino manifiestos mas o menos explosivos, para que la prensa hable de ellos, al menos como habla de los héroes futbolísticos?
Lo grave del asunto es que, en todas estas y muchas otras historias, todos parecen olvidar su responsabilidad ante la sociedad que les ha encumbrado. No hace muchos meses Jose maria Gironella ha escrito una interesante novela sobre la historia de un sacerdote que se seculariza y se casa. La titula La duda inquietante ¿y cual era la duda?.Tal vez la de ser fiel o no la promesa hecha a Dios?. no, el protagonista de la novela no parece interesarse mucho por Dios y menos aun por la reacción de aquellos fieles que han creído en el y en su ministerio; los únicos problemas que se plantea son los personales.
El resuelve su papeleta y que el mundo se pudra, dicho brutalmente.
No es un caso: es la filosofía imperante: Nadie parece medir el impacto social de sus actos. Y cuando todos decimos que este mudo es un desastre, nadie parece preguntarse por la partecita de corrupción que el mismo ha aportado.
En la edad media se habló mucho de “la traición de los clérigos”, entendiendo por “clérigos” a todos los intelectuales. Hoy habría que hablar de la traición de una gran parte de las aristocracias: la del dinero, la del poder, la de la política , la de no pocos líderes religiosos, la de cuanto en el mismo periodismo no parecen preguntarse nunca no por sus errores, que todos los tenemos, sino por la sistemática frivolidad con la que elogiamos a los frívolos.
Un mundo medianamente sensato cubriría esas desnudeces con una capa de vergüenza, como hicieron los hijos de Noe con la borrachera de su padre. Pero , hoy, ¿no hemos puesto todos los altavoces al servicio de todas las traiciones solo porque sabemos que, con ello se venden mas ejemplares?
¡Qué triste, amigos, ver como quienes mas debieron jugarse su vida a una carta –al servicio de sus ideas o de su amor- parezcan dedicados solo a sacarse de la manga el as del éxito o del cotilleo!
Solemos dejarnos llevar casi siempre por el casillero que nos disponen, por lo que nos marcan y cuando un texto va “dirigido” a..
ahí le seguimos, sin pararnos a pensar cuánto de aplicación podremos sacarle en otro campo.
Por ej. en este caso Martín Descalzo se está refiriendo a un “grupo de..” y por cierto que a los que por aquí andamos nos resulta probablemente lejano.
Pero aprovechemos en todo lo que vale, porque bien podríamos aplicarlo a nosotros, al individuo y al grupo de “andar por casa” en el que habitualmente nos movemos.