Están por todos lados. Digo, los programas en los que se tratan estos temas, los que protagonizan , en la tele, estos asuntos.
Y cuáles son “estos asuntos”, la ambición, la hipocresía, la ceguera autoimpuesta, el orgullo desmedido, la estupidez…,bueno todo eso que se dulcifica introduciendo como cuñas de publicidad la palabra amor.
Es por eso que no me gusta comentar sobre el amor , pero me doy cuenta de que poco a poco, evito un montón de términos y a su vez de conceptos que , por otro lado, siempre han sido mis compañeros preferidos de viaje. Y es que me los han prostituido y , mea culpa, he caido en lo que tanto critico, he terminado rechazando hablar de ellos cuando no tienen la culpa, sino que es de aquellos que los han manipulado.
Por circunstancias equis empecé viendo algunos minutos y como resultan ser como los culebrones latinoamericanos, puedes pasar dos semanas sin verlos que cuando vuelves a coincidir están en lo mismo, resulta que al final creo que poco debo haberme perdido de todo este culebrón mucho más triste porque en este caso no es fruto de una mente mas que simple muy vaga y unos malísimos actores sino que es real, por mas falsos que sean en su comportamiento y manifestaciones, no es una peli, es la vida. Son sujetos reales. Y vaya que, superados los primeros prejuicios por “perder” el tiempo con esas cutreces, resulta que termine´ sorprendiéndome de que se aprende bastante. En el fondo no reproducen mucho más allá de lo que es tremendamente frecuente ver entre los que nos rodean , sip, aunque no salgan en la tele.
Me resulta util, como todo, si quieres encontrarle utilidad, porque de alguna forma “caricaturizan”, maximalizan esos pequeños gestos, tentaciones y caídas diarias que nos pueden pasar desapercibidas en nuestros vecinos, amigos, familiares y peor, en nosotros mismos. Al aparecer de forma tan evidente, confío en que a mas de uno le refuerce el deseo de resistir la tentación de caer en esos recursos baratos que en la tele resultan tan grotescos, aunque… me temo que mas de uno seguirá sin rechinarle a la vista ni el oido y, en todo caso, el aviso lo utilice para refinar los mismos.
Quien no ha caído en la tentación de juzgar no ya bueno, sino incapaz de mal, a una persona porque cuenta con una dulce cara, porque siempre sonríe, porque siempre tiene una buena palabra, porque es tan mono o tan mona, porque es muy bueno en esto o en lo otro….
Quien no ha caído en la tentación de juzgar como causa de una conducta rechazable unos motivos nobles, es decir de justificar una conducta, suponiendo que detrás están unos nobles sentimientos, sobre todo cuando uno mismo cuenta en su haber con esos motivos nobles. Por ej., cuando se hace “por mis hijos/as”.
Dicen que la cara y los ojos nos muestran el interior de la persona y esta máxima nos ha hecho esclavos de grandes injusticias. Hasta cuando hemos sido víctimas de ellas, evitamos negar la máxima. Esto que resulta tan “raro” tiene una posible explicación, algo que tiene que ver con beneficios secundarios. Si no negamos esa máxima, siempre la tendremos a nuestro servicio de cara a los demás.
Quien se atreve a negar no ya las denuncias, sino los casos juzgados y condenados y otros en los que no procede juicio legal pero de los que hemos sido testigos en los que los hijos manipulan, abusan, maltratan y se escudan en los padres y… viceversa?. Cuántas veces no se manipula a los hijos contra el otro progenitor, cuántas veces no se usa a un hijo para retener o para alejar..
Sin embargo, aquí también somos esclavos de otra máxima : los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos y para cualquier padre están sus hijos antes que ellos mismos, incapaces de motivos egoistas. Y de nuevo aunque seamos víctimas, seguimos sin negarla. Ni falta hace repetir la probable causa de esta contradicción manifiesta.
Se preguntaban en la tele el porqué tanto interés en destruir a una persona ( y desde otros bancos se preguntan por la inquina a otra y desde otros a otra…) que es tan buena, que vale tanto…
Es cierto, es curioso cómo la masa, el público, es decir… nosotros, de pronto y en masa como borregos, enfocamos nuestro dedo acusador y nos dedicamos en cuerpo y alma a focalizar la atención sobre esos defectos que parecen tener los “buenos”. Bueno, es digno de estudio y comentario., sin duda. Pero no lo es menos la resistencia a admitir que esos “ídolos” no lo sean mas que en nuestra mente, nosotros los hemos hecho ídolos. Y ahora sólo ocurre que se está mostrando la otra faceta desconocida. No se les hace malos ni siquiera distintos, sino que se muestra algo que no se conocía. ( Como sucede tantas veces en nuestros pequeños círculos)
Pensemos por tanto que a la inversa, obviamente también sucederá., es decir, descalificar a algunos porque tan solo se ha resaltado una parte negativa.
Y no, no es que sean personas normales y por tanto pueden tener defectillos, no, es que como tales “normales”, hay que admitir también que esos ideales tienen bajo la alfombra y en sus armarios muchos cadáveres. Son tan normales que lo único que los diferencia de nuestro vecino y de nosotros mismos es que ellos han sido populares y de todos conocidos porque , hasta ahora, sólo se había mostrado de ellos sus bondades y éstas han resaltado más y mayores que las del vecino porque han tenido un medio para que se conozcan y un apoyo para permitirles desarrollarlas.
De manera que , en mi opinión, no se trata de hacer caer a determinadas personas, sino a la idolatría que se les profesaba. Y , así, con las cartas sobre la mesa, se les valore por lo que y en lo que valen, no por lo que se le supone. Sin dramas!. El que quiera mejorar, solo tiene que ponerse a ello con “autenticidad”.
Al margen de lo anterior y con los nuevos acontecimientos, es terrorífico el bicho con patas y mil cabezas que podemos ser en masa. Se siente vergüenza ajena con las imágenes de esa muchedumbre . Y sí, eso somos. eso somos cuando la "razón" , esa tan acomodaticia nuestra se apodera de nosotros. Esos,los mismos que tal vez meses o semanas atrás la adoraban. Es el ejemplo de lo que sucede cuando se es fanático para bien o para mal, cuando se tiene tanto miedo a cuestionar nuestras presentes convicciones, cuando se resiste uno a revisarlas