Quienquiera que ideó el dicho: “Los palos y piedras puedan romper mis huesos, pero los insultos nunca me harán daño”, está completamente equivocado. Nada está más lejos de la realidad. Nombres injustos y palabras feas realmente nos causan daño, y ese daño puede durar toda la vida.
Tenemos que tener cuidado con lo que decimos a otras personas, sobre todo a nuestros hijos y seres queridos.Cuando has sido mal entendido, pregúntate: `¿Qué puedo aprender de esta experiencia? ¿Podría haber respondido a la situación de una manera más parecida a la de Cristo? ¿He hecho algo mal?’.
Si aprendes de la interpretación errónea, podrás hacerte más sabio y prevenirte dolor en el futuro. Al fin y al cabo, la respuesta al malentendido es el perdón. Esto no significa que estés de acuerdo, o que incluso quieras tener una relación estrecha con el ofensor, pero sí significa que lo sueltes, y para siempre.
Esto quiere decir que no solamente perdones; olvídalo. ¿Recuerdas las palabras de Emerson?: “Ser grande es ser incomprendido”. Pues bien, aquí tienes una declaración mejor: “Para ser más grande, debes perdonar al que te entendió mal”.