En mí se encuentra un centro de paz que irradia una energía calmada y amorosa. Tengo acceso a esta paz infinita en mí en todo momento. Al familiarizarme con mi paz interna, ésta se integra a todo lo que hago.
Cuando la vida diaria proporcione estrés, sé que gozo de poder para regresar a mi centro. Comparto mi paz con otros de manera natural cuando pienso conscientemente y hablo serenamente.
Respondo al mundo a mi alrededor partiendo de un lugar de armonía y buena voluntad. La paz inspirada de manera divina tiene poder para bendecir a toda persona con quien tengo contacto. Así que actúo y reacciono con serenidad. Irradio paz.
Saldrán con alegría, y volverán en paz; los montes y las colinas cantarán al paso de ustedes, y todos los árboles del campo aplaudirán.—Isaías 55:12
El poder sanador fluye por medio de mí para bendecirme y bendecir a los demás.
Una de las mejores maneras de alimentarme espiritualmente es expresando compasión. Así que determino ayudar a los demás recordándolos en mis momentos de oración. Según lo hago, descubro que una fuente de energía fluye en mí y por medio de mí. Al bendecirlos, me bendigo porque accedo el fluir del Espíritu.
Traigo a la mente a alguien que necesite oración y avivo el sentimiento de cuidado compasivo, el cual es un conducto seguro para la curación. Al hacerlo, tomo conciencia de la vida y energía que fluyen por todo mi ser. Espiritualmente soy uno con cada alma en el universo. Celebro esta unidad al sentir y reconocer el poder sanador que fluye por medio de mí para bendecir a otros.
Deseo que seas prosperado en todo, y que tengas salud, a la vez que tu alma prospera.—3 Juan 1:2