Inspiro y elevo a otros por medio de mis pensamientos y gestos considerados.
Puede que recuerde un tiempo en mi vida cuando un maestro o un amigo me dio ánimo. Yo también tengo esa habilidad. Las palabras que digo tienen el potencial de inspirar y elevar a otros, porque ofrecen energía positiva. Asentir con la cabeza o brindar una sonrisa cálida irradia una vibración armoniosa que afecta a otros positivamente.
Es un honor y una gran responsabilidad mantener una visión elevada por las vidas de los demás. Ofrezco aliento mediante palabras alentadoras y gestos amables. Siento que contribuyo al bienestar del mundo cuando apoyo a los demás.
Inspiro y elevo a otros por medio de mis pensamientos y gestos considerados.
Que el Dios de la paciencia y de la consolación les conceda a ustedes un mismo sentir, según Cristo Jesús.—Romanos 15:5
Siento gratitud por cada oportunidad de servir a otros.
Una y otra vez, al principio de su ministerio terrenal, Jesús nos llamó a tener fe: la fe de un niño, fe tan pequeña como una semilla de mostaza. Puede que asumamos que solo con fe suficiente podemos hacer el trabajo que debemos hacer. ¡Hoy reconozco que lo opuesto es verdad!
Al ofrecer amor y ayudar a los demás en sus experiencias humanas, mi fe se profundiza. Creer se me hace fácil cuando veo claramente el poder espiritual que mis acciones crean.
Entonces, mis elecciones no provienen de una fe ciega, sino de una fe perceptiva. Reconozco el bien que puedo crear en el mundo y fortalezco mi fe con las acciones que elijo.
En momentos de necesidad, no tengo que sentir que estoy solo. Recuerdo la verdad de que la paz está en mí aun cuando no estoy consciente de ella. Puede que sienta el corazón apesadumbrado, pero mi espíritu se mantiene ligero. Esta es la verdad de mi ser.
Existe un hilo divino que entreteje el tapiz de la vida. Algo que parece que está mal, puede convertirse en una gran bendición. Las apariencias no siempre son lo que parecen. El recordar esto me ayuda cuando me siento abatido. Permanezco en paz gracias a mi conciencia de mi naturaleza divina. Solo necesito tener fe. Si me angustio por mis seres queridos o los acontecimientos del mundo, determino mantener mi confianza. La verdad es que solo existe el bien.
Que nuestro Señor Jesucristo mismo, y nuestro Dios y Padre … les infunda ánimo en el corazón y los confirme en toda buena palabra.—2 Tesalonicenses 2:16-17