Steve McCurry (National Geographic)
Lugar y fecha: Campo de refugiados de Nasir Bagh, frontera entre Pakistán y Afganistán.Junio,1984.
Categoria: Fotoperiodismo / Sociedad (éxodos de la segunda mitad del siglo XX).
Distinciones: Portada National Goegraphic (junio, 1985), Premio de la Asociación de la Prensa Americana (1984), Medalla de Oro Robert Capa (a la totalidad de la obra de McCurry en la frontera paquistaní).
Ella es afgana, tiene los ojos verdes y su mirada fue símbolo durante muchos años de todos los niños que sufrían guerras en este mundo, acaso hoy lo sigue siendo, al menos lo era hasta que le conocimos el nuevo rostro que el tiempo le concedió 18 años después. La foto fue tomada por el reportero del National Geographic Steve McCurry, que estaba haciendo un reportaje sobre los refugiados de un pueblo afgano después de que éste fuera bombardeado por los soviéticos. McCurry buscaba un reportaje que impactase en las pupilas de los muchos lectores del mundo desarrollado que iban a leer la revista, buscaba la ‘foto’ como hacen todos los fotoperiodistas del mundo. La ‘foto’ que no necesita ir acompañada de ninguna palabra para ser entendida.
Han transcurrido más de veinte años y su rostro sigue conmocionando como entonces lo hizo. Sus ojos se han clavado en la retina de todo el mundo, porque se ha convertido en todo un icono de los padecimientos de la guerra en el cuerpo de civiles y porque es, probablemente, una de las portadas más famosas de la historia de la humanidad.
Entonces, en junio de 1984, en el campo de refugiados paquistaní de Nasir Bagh, en Peshawar, McCurry quedó impresionado por la mirada desafiante de una niña que, con calma, miraba la lente del fotógrafo. Steve sólo anotó su edad, ‘doce años’, lo único que compartió con la niña, salvo aquella pertinaz mirada cargada de preguntas. Sólo la edad, y luego el silencio. Ella, la niña, nunca supo que un año después sus ojos iban a convertirse en la inolvidable portada de una de las revistas más importantes del mundo. No lo sabría en dieciocho años, el mismo tiempo que a McCurry le llevó conocer el nombre de su improvisada modelo.
El fotógrafo supo entonces que había hecho un gran trabajo, pero no se conformó con eso. Desde la publicación de la fotografía -y más después de comprobar su enorme repercusión- McCurry comenzó a acariciar la posibilidad de encontrarla de nuevo. Al principio no se movió mucho para cumplir este empeño, más preocupado por seguir trabajando que en llevar a cabo una búsqueda que se antojaba complicada.
Pero tuvo un golpe de suerte. Pasados unos años desde la primera publicación, la propia revista para la que había hecho la famosa foto, le pide que haga una segunda: que busque a la niña y cuente qué pudo haber sido de ella. McCurry se pone manos a la obra y llega de nuevo a aquel campamento de refugiados en el que diecisiete años antes hiciera su famosa foto justo cuando el campo va a ser clausurado. Es la última oportunidad del fotógrafo para, al menos, conocer el nombre de la niña a la que hizo tan famosa.
Las pesquisas se hacen interminables, se hace acompañar de un famoso periodista pakistaní llamado Rahimullah, pero al principio todas las pistas se convierten en humo: mujeres con un sorprendente parecido físico, rumores de que falleció a los trece años de edad a causa del parto de su primer hijo, que es modelo o profesora de inglés de los hijos de Bin Laden y que, por consiguiente está en bsuca y captura por la CIA… con la moral por los suelos, McCurry regresa a USA, pero deja a Rahimullah al cargo de la investigación. Entonces las cosas mejoran: Rahimullah encuentra a un hombre que asegura ser el hermano de la muchacha de la foto, así que junto a Boyd Matson, compañero de McCurry, se presentan en su casa. Afortunadamente logran obtener el permiso del marido y de sus tres hermanos para hablar con ella y verla, pero con el rostro oculto tras un velo.
Ya tienen, al menos, su nombre: Sharbat Gula. La periodista Carrie Regan, encargada de hablar con ella y hacerle unas fotos, dijo de su entrevista con la refugiada que pertenecía a la etnia pastún, casada y con tres hijas, Robina, Zahida, y Alia (una más se le murió siendo muy pequeña). Se desconocía su año de nacimiento, pero calculaba que tenía alrededor de 30 años. El enigma se había resuelto satisfactoriamente. Las fotos que le hicieron se mandaron a ser contrastadas con la más alta tecnología, de la que se usa en los aeropuertos, que consiste en reconocer a las personas por el iris del ojo. Los resultados confirman que Shartat y la niña de la portada tienen los mismos ojos en un 99,9%.
McCurry vuela de inmediato al pueblo de la mujer y se reencuentra con ella. Ya no es un niña huérfana que mira al mundo con cierto desafio. Ahora es una mujer escondida tras un burka, es una mujer islámica aplastada por el peso de sus escasos 30 años, es casi anciana pese a su juventud. Sus ojos, su rostro sólo reflejan una vida que no ha debido ser muy buena. El fotógrafo y su musa hablan, el reencuentro emociona tanto a Steve que habla sin parar de lo que ha supuesto la foto de Shartab en el mundo, cosa que ella, por supuesto, desconocí hasta el momento mismo en el que tocaron a su puerta aquellos extraños.
McCurry pide permiso para volver a fotografiarla. Quiere mostrarle al mundo lo que al vida le ha hecho a su niña. Quiere enseñarla, quiere que todos sepan que continúa viva y cómo le va, qué aspecto tiene, qué tiene que contar. El reportaje se publica en Nacional Geographic en marzo de 2003, siendo un éxito como lo fue le primero, publicado dieciocho años atrás.
La revista, además, va más allá y crea una fundación en honor a la protagonista de su portada más célebre, un fondo especial de ayuda al desarrollo y creación de oportunidades educativas para las niñas y mujeres afganas. Además, le reportó a Shartab todo el dinero derivado de los derechos de imagen por los 18 años de reproducciones de su rostro. La historia tuvo un final ¿feliz?
El autor
STEVE McCURRY
Poxi: Tengo esta foto como fondo de escritorio... su mirada me asusta y me agrada..aquellos ojos verdes...lalal que yo nunca olvidaré.... lalala