Xenofobia
Santi Benítez
Ese miedo es alimentado en el inconsciente colectivo a través de los miedo más genéricos socialmente hablando. Miedo a no conseguir trabajo porque un extranjero nos lo quite, miedo a una religión determinada porque todo el que la profesa es un terrorista en potencia, que maltrata a sus mujeres o, como en el caso de la Alemania nazi, porque en nombre de ella los judíos se comían a los niños, miedo a un color de piel ya que todo el que la tenga es un vago y un maleante peligroso para nuestra sociedad.
La generalización como base para el miedo y su explotación argumental dirigida a crear más miedo.
Como toda enfermedad - la xenofobia no deja de ser una enfermedad - su tratamiento es el mismo que el de cualquier fobia, el conocimiento de aquello que tememos, en este caso de aquello que sólo conocemos a través de la argumentación de otros enfermos. Pero, a diferencia de fobias como la agorafobia o la claustrofobia, esta enfermedad deja de ser individual para convertirse en colectiva ya que, en la justificación individual de la misma existe un autoengaño argumentado en dicha generalización, a fin de que, el mal en el que el enfermo se siente cómodo, justifique culpas o situaciones determinadas en otros que no sea el mismo enfermo.
En algunos casos, estos enfermos tienen delirios de grandeza, afán de salvadores o defensores, el convencimiento de estar en posesión de una verdad, de saber algo que el resto de sus iguales desconoce. Esto los convierte en un peligro social claro y evidente, ya que dicho convencimiento los lleva a creer que incluso pueden defender dicha supuesta creencia con las armas o actos que quedan justificados porque, supuestamente, defienden el bien de la comunidad.
Este tipo de enfermos no sólo reflejan su miedo en la piel diferente o una religión distinta. El miedo a la diferencia alcanza a personas cuyo comportamiento no se ajuste a unos parámetros morales que el enfermo crea socialmente irrefutables. Es decir, un xenófobo es, por ende, homófobo y moralista. Ya que, según él, ciertos comportamientos son socialmente destructivos y dañinos. Normalmente dichos comportamientos tienen relación con el sexo.
Lo que busca el xenófobo es, ante todo, la simetría. Busca una sociedad en la que no tenga miedo, en la que no existan diferencias que no sean dominadas. No es una cuestión de igualdad, es una cuestión de dominio. De ahí la evidencia de su enfermedad. Lo que busca es la eliminación de la diferencia convirtiéndose en quien domina dicha diferencia, convirtiéndose en el escalafón social más alto, ya que entiende que su éxito social o económico lo mantiene a salvo de dicha diferencia y le da capacidad para influir de forma más notable en la sociedad. En este estadio el xenófobo se convierte en un sociópata.
En una enfermedad como la xenofobia el escalafón social es algo muy importante. El xenófobo cree pertenecer al escalafón social más alto porque su piel le da derecho a ello, porque sus creencias religiosas y su bagaje cultural así lo justifica. Eso facilita que estos enfermos se agrupen sin dejar de lado la defensa de la individualidad dentro del grupo, ya que supone que si es duro, si está convencido, si lucha contra cualquier diferencia que tenga que ver con su visión sesgada de la sociedad, llegará por méritos propios a lo más alto dentro del grupo.
Desgraciadamente la xenofobia encuentra justificaciones ideológicas explotables en la sociedad, desde la exaltación del individualismo hasta la exaltación de supuestas raíces culturales e históricas que no son sino producto demostrado del mestizaje cultural y humano. Para ello hacen gala de simbología, fraseología y textos que, según ellos, descalifican la igualdad y la tolerancia. De ahí que el enemigo sea el diferente pero también aquello y aquellos que toleren la diferencia. Porque no hay nada más peligroso para un xenófobo que alguien que entiende perfectamente lo enfermos que están y esgrimen razones ante los prejuicios.
Aunque de todos es sabido que los prejuicios no atienden a razones...