Cada año se pone más difícil la cosa y ya no entro en lo de los regalos que creo haberlo solventado (ja vorem).
¡4 niños, 4! (sí, siguen siendo los mismos que los del año pasado, pero no). Uno de 12, que tiene de todo (y sabe ya lo de los Reyes y se lo habrá dicho a la hermana de 9) No sabrá cual es la capital de Francia pero ya ha ido a Disneyland Paris, hace que se calla pero todos sabemos que ya se lo dijo a la hermana como poco el año pasado.
La hermana, de 9, no está tan espabilada pero hace como que no sabe nada por miedo a que no sea que no le dejen nada.
La prima, de 6, una ricura, la inocencia está instalada en ella ya se hace preguntas por lo bajini pero se le ponen los ojos como platos cuando aparece Papa Noel por la puerta.
La que falta tiene 5 años, tampoco sabe nada, vive de sorpresa en sorpresa, ya nació en una familia algo desestructurada, le es difícil atar cabos aunque se acuerda que Papa Noel trae regalos.
¿Cómo se puede encajar eso tras la cena navideña para que cada niño tenga una sorpresa diferente a la del año anterior? Y esto es un día al año, no me imagino los otros 364.
Un momento de inspiración me trajo a Groucho Marx a la mente, no sé si saldrá bien o no pero la intención también vale. Me compinché con mi hermano para que él hiciera de Papá Noel con los regalos tras yo llegar y hacer la payasada previa que el P.N. no venía porque tenía la gripe A (que los niños ya conocen del colegio) y llevarles 4 libretas de deberes de cole y 4 piruletas (precalentando motores pondría una peli de los Hnos. Marx en la tele durante la cena o algo así aunque esté de fondo y en B/N). Los mayores se conchaban, no hace falta decirles nada y que luego, haciéndose esperar, y tras llamadas falsas y todo ese teatro, aparezca con tos el verdadero P.N. con su saco de regalos. No se nos ocurre otra cosa, al fin y al cabo a lo largo de los años se olvidan antes los juguetes que la sorpresa, creo.