A la sombra del poder

José Salguero Duarte
Jueves 17 junio 2010

A mi amigo el eminente intelectual y humanista Vicente Marcet.

A la sombra del poder/ en países del universo,/se refugian las bestias,/ no crece ni el barbecho,/ los cercos se estrechan,/ los chorizos robustecen, / las moscas se elducoran,/ los bastardos florecen,/ los mediocres triunfan,/ los vagos se enriquecen;/ el pelotear es una virtud,/ el servilismo un don,/ la hipocresía una dignidad,/ la amoralidad una decencia/ y la deshonra su ética.

A la sombra del poder/ anidan las ratas,/ las hienas se reproducen,/ los rufianes se propagan,/ la vileza se agranda,/ los traidores prosperan,/ la bajeza se expande,/ los chivatos trascienden,/ la maldad se divulga,/ la cobardía se contagia,/ el anonimato se promulga,/ la infamia se esparce,/ la inquina es un recato, / y el odio un decoro.

A la sombra del poder/ dormitan los parásitos,/ las garrapatas se acoplan,/ los chinchorros anidan,/ las sanguijuelas se embuten, / chirrean las pistolas,/ el ordeno y mando se impone,/ la obediencia es obligada,/ la injusticia es la norma,/ la libertad no existe,/ los derechos se ignoran,/ los caminos son pedregosos,/y la música es fúnebre.

A la sombra del poder/ los perros expelen sarna,/ los cerdos se ceban en las zahúrdas,/ las pulgas danzan en los pajares,/ los asnos rebuznan en las cuadras,/ los borregos balan en los corrales,/ las gallinas picotean en la mierda,/ los pavos rellenos se embuchan,/ el ciemo es su cuna de vida,/ y el agua putrefacta su manantial.

A la sombra del poder/ enraízan los alcornoques en los bosques,/ los melones en los huertos,/ las bellotas en los encinares/ los aceitunos en los olivares,/ las calabazas encebolladas,/ los follajes de nabos y puerros,/ la maleza, matorrales, hojarasca,/ las hortalizas, yerbas, plantas,/ verduras, legumbres y tubérculos.
A la sombra del poder/ con su represión fascista imperante,/ el machismo avasalla,/ la libertad de expresión se reprime,/ los movimientos sociales se controlan,/ las ineptitudes se premian,/ a los verdugos se les laurean,/ al libre pensador se le acorrala,/ a los incompetentes se les protege,/ y los buitres afilan sus garras.

A la sombra del poder/ hay sangre de horchata,/ lenguas viperinas,/ conciencias malignas,/ indignidad y tiranías,/ inmoralidad e infamias,/ sesos perversos,/ disponibilidad mísera,/ quehaceres impuros;/ siendo su deleite el daño,/ sus principios siniestros,/ sus objetivos la miseria,/ y sus fines la destrucción y la barbarie.

A la sombra del poder/ muchos están faltos de bondad/, carecen de pudor,/ la vergüenza no la conocen,/ la misericordia está ausente,/ hacen temblar a los niños,/ abusan de los menores,/ prostituyen a las mujeres,/ y no respetan a las madres.

A la sombra del poder/ se cometen atrocidades,/ la ley es su burka,/ la manipulación su túnica,/ su continuidad la falsedad,/ su talante la mentira;/ el engaño es su lema,/ la persecución un gozo,/ el pillaje es frecuente,/ su disfraz los derechos humanos,/ su medio ambiente la contaminación,/ y su quimera la impureza.

A la sombra del poder/ el capitalismo y el totalitarismo/ degenerado, cruel, ignominioso y vil,/ organizan las guerras,/ manipulan las masas,/ empobrecen a los pueblos,/ ensanchan las desigualdades sociales,/ vejan, someten, humillan;/ el dólar, el euro y la libre,/ las dictaduras, las democracias y los reinados,/ todos a una.

A la sombra del poder/ ocurre lo anterior y mucho más,/ amparándose en sus miserias,/en el envilecimiento, en la indecencia;/ predominando la ley del silencio,/ la justicia no existe,/ campan a sus anchas los sanguinarios,/ traidores, infieles, despreciables,/ crápulas, degenerados y malhechores/ blanquean sus paredes.

A la sombra del poder,/ estimado Vicente Marcet,/ me tienen tallada la muerte./ Pero si me la quieren quitar,/ que me la quiten,/ porque seguiré a través de mis versos/, lienzos y tribunas/ defendiendo altruistamente,/ a las personas de bien/. Y cuando vengan a por mí,/ los aparatos represores,/ me condecorarán/ por mi deber cumplido.

CINE

La sombra del poder

Por Juan Orellana