Hierve tu ambrosía en mi regazo
Batido entre un valle de montañas
Poseído por el duende de la noche
Extenuado entre deseo y el éxtasis.
Mortales y sangrantes mis heridas
Producidas por el arma de tu hombría
Desgarrada mi piel entre tus uñas
Presionada por la fuerza de la lujuria.
Dulce voz que me consuela
Susurro que adormece mis heridas
Tu voz suplicándome al oído
¡! No pares!! Regálame otra agonía y cabalga junto a mi.
Es el volcán en su cénit
Derramando lava entre sabanas de luna
Que alimentada por la pasión desenfrenada
Transforme, dos cuerpos y almas, en una.
Tiemblan en mis manos tus labios hechos de miel y ambrosía
Avivando sensualidad y aprecio
Por una vida sin sentido
Donde ambos convivamos nuestro sueño.
Movimientos rítmicos, alocados...suaves...tiernos
Dibujando siluetas en las sombras
Dos cuerpos amando sudorosos
En amoroso combate por copular y yacer majestuosos.
Consumido nuestro instante desbocado
Desatada fuerza de la noche
Fluye de los sueños la ternura
Y emerge de la entraña, el fluido ardiente del momento
Yacemos embriagados en la frescura de la noche
Que consuela instante ya gozado
Lagrima incauta, asoma
Pues el momento no es eterno
Y difícil prolongarlo en el tiempo.
Mas, nada impedirá permanecer a tu lado
Y repetir eternamente este momento
Donde duermen los sentidos su lujuria
Y muere la noción de la impudicia.
Amo la pasividad de las sombras
Que gozan con la batalla de los sueños
Y ocultan la dignidad con su derroche de amor.
Te amo…