Moral. En este caso, Dios también hace una clara distinción entre lo que es limpio y lo que no lo es. El mundo en general ha llegado a ser tal como se describe en Efesios 4:17-19: “Mentalmente se hallan en oscuridad, y alejad[o]s de la vida que pertenece a Dios [...]. Habiendo llegado a estar más allá de todo sentido moral, se entregaron a la conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con avidez”. Dicho modo de pensar inmoral se refleja de muchas maneras —tanto directas como sutiles—, por lo que los cristianos deben estar vigilantes.
Quienes aman a Dios saben que la prostitución, la homosexualidad, las relaciones sexuales premaritales y la pornografía violan las normas de Jehová en cuanto a la limpieza moral. No obstante, tales prácticas son comunes en el mundo del espectáculo y de la moda. Por eso, los cristianos tienen que protegerse de estas tendencias. Llevar ropa muy corta o reveladora a las reuniones cristianas o a las reuniones sociales dirige innecesariamente la atención al cuerpo humano y manifiesta falta de castidad. Esa forma de vestir introduce un modo de pensar inmundo en la hermandad cristiana, e incluso puede provocar pensamientos impuros en los demás. Este es un aspecto en el que los cristianos tienen que trabajar arduamente para manifestar la “sabiduría de arriba” (Santiago 3:17).
Mental. La mente no debe ser un depósito de pensamientos inmundos. Jesús advirtió en cuanto a esto, al decir: “Todo el que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:28; Marcos 7:20-23). Estas palabras son aplicables también a ver fotos y películas pornográficas, leer relatos de actividades lascivas y escuchar canciones cuya letra es insinuante. De modo que los cristianos deben evitar contaminarse abrigando pensamientos impuros que pudieran llevarlos a hablar y actuar de forma inmunda (Mateo 12:34; 15:18).
Física. Según la Biblia, la santidad y la limpieza física están estrechamente relacionadas. Por ejemplo, Pablo escribió: “Amados, limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1). Por ello, los cristianos verdaderos deben procurar mantener su cuerpo, su hogar y los alrededores de este aseados y ordenados, según lo permitan las circunstancias. Deben tratar de hacer cuanto puedan para mantenerse limpios y presentables, incluso en los lugares donde hay poca agua para lavarse o bañarse.
La limpieza física también excluye el consumo de tabaco en cualquiera de sus formas, así como el abuso del alcohol y las drogas, pues tales prácticas contaminan y dañan el cuerpo.